Ginseng para mejorar la concentración y equinácea para combatir el resfriado; vitamina D para la pigmentación y E como antioxidante; leche de crecimiento para que mi hijo dé el estirón. ¿Mi dieta está perdida sin el extracto de alcachofa?
VALENCIA. En algún momento del estamento evolutivo, el ser humano se percató de que podía concentrar grandes beneficios de la naturaleza en una diminuta pastilla, y así nacieron los complementos alimenticios. Y algunos dirán: ¿por qué tragarse una cápsula cuando se puede morder una manzana? Quién sabe, pero cada vez más personas optan por suplementos nutricionales que aseguran reforzar la salud, aun cuando no se encuentra en riesgo. Medicarse sin estar enfermo vendría a ser el resumen. “Es como dar por hecho que hay algún problema con tu dieta y por eso la ‘complementas’. Pero solo se debería recurrir a la suplementación por recomendación médica”, explica José Miguel Mulet, profesor de biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia y autor de Tomates con genes.
Italia y España son paraísos para los complementos alimenticios, según una encuesta europea coordinada por la Fundación para la Investigación Nutricional (FIN). En nuestro país, concretamente, se comercializan 284 tipos de productos diferentes. “El mayor problema se da a nivel de etiquetado. Sacar un medicamento es caro y deja un margen mínimo a las farmacias, entonces la industria prefiere apostar por estos suplementos o complementos, que además pasan por muchos menos controles”, detalla el experto. El negocio se está volviendo cada vez más difícil de frenar: llegó a facturar 440 millones en 2014 y crece a un ritmo del 4% anual, atendiendo a datos de la consultora DBK.
Hay fervientes defensores de las fórmulas fitoterapéuticas, como el ginseng para mejorar la concentración, la equinácea para combatir el resfriado o el extracto de arándanos contra las infecciones urinarias; también adeptos a los complejos vitamínicos, que definen como un chute de energía, pese a que diferentes estudios revelan sus riesgos. Determinados deportistas apuestan por la proteína en polvo para subir la masa muscular y hay madres convencidas de que darles a sus hijos leches de crecimiento les ayudará a tocar el techo. “La mayoría de estas cosas tienen un efecto escaso, incluso arriesgado. Siempre es mejor apostar por una buena dieta”, precisa Mulet. Así que ya lo sabes: no te hinches a polen de abeja para adelgazar, sírvete un buen plato de acelgas.
¿Un suplemento es más sano por ser de procedencia natural?“¿Has oído hablar del marketing?”, repregunta Mulet. En un mundo dominado por la publicidad pseudocientífica, que atribuye efectos no probados a los productos en venta, es frecuente el argumento de corte ecologista. “Una cosa no es buena por ser natural o artificial”, indica el biotecnólgo, “pero que no te engañen diciéndote que estás consumiendo plantitas, porque te estás tomando pastillas”. Creías que esas valerianas eran inofensivas, pero resulta que muchos complementos están procesados con derivados del petróleo o azúcares hidrogenados.
¿Es arresgiado tomar complejos vitamínicos sin supervisión?Sí, y mucho. Hay quien desarrolla auténtica adicción al listado alfabético: B para el metabolismo, K para la coagulación, E como antioxidante… “La gente sigue pensando que bebiendo zumos de naranja o tomando suplementos de vitamina C puede evitar un resfriado, cuando resulta que no le hace ni cosquillas”, revela Mulet. Sin prescripción médica, no necesitas ninguna letrita en forma de cápsula. Pero si además se incurre en un exceso, pueden darse riesgos cardiovasculares, pulmonares, de calcificaciones e, incluso, cancerígenos.
“Pues muchos médicos profesionales aseguran consumirlos”. “Vale, perfecto, como la homeopatía o el tabaco”, precisa.
¿Hay determinados grupos de personas que sí requieren complementación alimenticia? Además de personas con enfermedades específicas, los vegetarianos, las embarazadas y los ancianos. Ya comentamos que toda persona vegetariana debería tomar B12, puesto que es una vitamina solo presente en los alimentos de origen animal. En el caso de las embarazadas se hace preciso el ácido fólico, que es la versión sintética de la vitamina B9 y ayuda a prevenir los defectos de nacimiento del tubo neural (de hecho, está subvencionada por la Seguridad Social). Por último, la vitamina D tendría sentido en el caso de las personas mayores con problemas de pigmentación.
¿Y qué pasa con los deportistas? Pues no pasa nada, sobrevivirán sin suplementos. Hay jugadores de élite que hacen uso bajo el control de sus médicos prescriptores, aunque la presencia de sustancias no especificadas les ha costado alguna alarma de doping de forma imprevista. Tema bien distinto es el de los gimnasios. “Con lo que se trafica en ciertos ámbitos... no tiene nombre. En las páginas web encuentras caritina, efedrina y otras sustancias tóxicas que son tremendamente tóxicas y una locura”, detalla Mulet. Ningún brazo fornido justifica el atentado contra la salud.
“Entones, aquella leche de crecimiento que a
En definitiva: no necesitamos los suplementos nutricionales. Algunos pueden tener efectos puntuales, pero tu médico ya se encargará de avisarte si llega el momento. Los complejos vitamínicos o estimulantes deportivos pueden llegar a ser peligrosas para tu salud. Y cuando hablamos de complementos menos agresivos, debemos poner en duda su utilidad. ¿Para qué gastar dinero en extractos de alcachofa cuando puedes comértelas enteras? “¡Por favor, si es que algunos no llevan nada! Están por ahí las pastillas de omega 3, que hasta tienen el sello de la Sociedad de Cardiología… Pues yo te aseguro que te tomas más omega 3 si te paseas por una pescadería con la boca abierta”, concluye Mulet.