Hoy es viernes de vinos con historia, la de unos locos enamorados de jereces y montillas que un día decidieron hacer Equipo de nombre Navazos.
Corría el año 2005 cuando Eduardo Ojeda y Jesús Barquín emprendieron sus andanzas. Recorrer bodegas gaditanas y cordobesas, catar bota tras bota y elegir lo mejor, sus preferidos. Y de ahí a embotellar con su marca, con sucesión de numeritos y en todas las categorías y tipologías, tías. Desde entonces les seguimos en plan a tope de fans y cuando nos proponen hacer una cata de etiquetas únicas con sus dos protagonistas, no lo dudamos. Que esto es leyenda, señores, empezando por La Bota 62 de Palo Cortado Diez años después. Chiclanero aventurero con sus aromas a casi casa y con el cariño contenido en su contenido. De esos que dejan sin sentido con su trato preciso y precioso. Entre esos salinos de brisa marina y todo lo posible para que sea imposible que nos canse. Tal cual y celebrando con un poco de Comté de 36 meses.
El Navazos Nieeport 2018 es ese mosto que en 2008 vio la luz para quedarse entre nosotros. Por frescura y una evolución que provoca sensación y parece imparable. Lo improbable de que aguante mil tiempos en compás. Con la fuerza que le da su velo. Y no puede haber desvelo si lo tomamos en buena compañía y con un Brie.
Nos ponemos con un par más recientes como La Bota 124 de Fino. Viejito que va para amontillado y, claro, ahí le han dado, porque es lo que nos pierde. La lucha entre la crianza biológica y la oxidativa con resultado ganador. Cremoso y hermoso. Afilado y elegante. Un caballero galante que no se asusta ante un buen Idiazábal.
La Bota 125 de Amontillado bota NO también es de las nuevecitas, pero quién lo diría. Montilla en modo salvaje. Concentración de demencia buscada. Los placeres que son rareza y que cuando nos abordan lo hacen dejando huella en el alma. Haciendo casi heridas de las que cicatrizan con besos como los del Emmental.
Continuamos con pareja de similitudes por modalidad y numeración, pero cada uno con su carácter y percepción. La Bota 84 de Vino Blanco «Florpower» MMXVI tiene la gracia salerosa de una moza que no se deja domar. Rosca que se desenrosca para enroscarse en nuestro espíritu y soltarlo en elevación. Con emoción y quitando cualquier tensión con un Feta.
Mientras, con La Bota 82 de Manzanilla Florpower MMXV viajamos de depósito a madera y que crezcan los bichillos. Esos que hacen magia y convierten en realidad los sueños más chirrispeantes. Densidades gustosas que se alejan de lo habitual para hacerlo muy personal. Hasta puntos tales que son ideales con un Gouda.
Vuelo directo al pasado con La Bota 40 de Manzanilla Pasada Bota Punta. Seriedad de señorona que mira desde la distancia tomando nota de cada gesto que hacemos. Con la fuerza que le es innata y manteniendo flor y nata, porque la monta de forma inesperada. Carácter del que se impone. Papeles que firmas con los ojos cerrados para que vuelvan a repetirse con un Payoyo curadito.
A su vez, La Bota 39 NO de Manzanilla Pasada nos pone boquita de pez. Muases, que para qué más si son entre risas divertidas. Partiendo a excursión que, aunque larga, no fatiga jamás. Porque, a su manera, es liviano y le place tomarnos la mano y descubrirnos nuevos mundos. Los que se nos abren con un Maasdam.
Volvemos al casi presente con La Bota 102 de Palo Cortado florpower mmx. Jovenzuelo y bomboncito que nos pone morritos y a ver quién se resiste. Marroncito claro, podríamos decir que hasta taíno, y es que al final no es otra cosa que un oloroso fino. Flores poderosas que fueron fortificadas y oye, tan fenomenal. Con sus vainillas guerreras con catana que no hace daño si es con un Gorgonzola.
Ahora sí, llegó la traca final y lo es con nombre propio. El que borda con mayúsculas La Bota 5 de Amontillado Viejísimo NPI. Animalada con cada una de sus letras cositas con hilo menudo y diestro. Esas que se te agarran al corazón y que cuando las conoces ya no hay marcha atrás. Las que te hacen rehén en un pispás, para siempre y ahora con un Stilton.
Despedida con pena, porque nos quedaríamos varias vidas, pero toca marchar y será sin pesar que en nada estamos de vuelta.