VALENCIA. Se inicia esta vez la temporada en el Palau de la Música con un concierto que está fuera de abono, mas no por ello pierde interés: los Niños Cantores de Viena, quienes, tras muchos años de ausencia, vuelven a actuar este sábado en el auditorio de la alameda. La gira por España de esta famosísima agrupación coral está organizada por Ibermúsica, y recorre, además de Valencia, las ciudades de Barcelona, Madrid, Toledo y Pamplona.
Este coro se creó en el siglo XV, y se puso en marcha de nuevo tras la Primera Guerra Mundial. El conjunto, de unos 100 niños de entre 10 y 14 años, se divide en cuatro coros que ofrecen, en total, unos 300 conciertos al año. El programa con el que visitan Valencia presenta obras de Haydn, Mozart, Strauss, Bach, Hasse, Fux y Kerle, además de canciones populares croatas y vienesas. El epígrafe del concierto (“Un viaje con Haydn”) se refiere a la época y los países que enmarcaron la vida del compositor.
La actuación de estos niños, que compaginan la música con la enseñanza reglada que corresponde a su edad, plantea siempre en España una incómoda pregunta: ¿por qué los nuestros no cantan así? La respuesta no está en adjudicar al conjunto vienés un carácter excepcional, aunque lo tenga. Porque no es el único coro de niños que canta así de bien. En otros países de nuestro entorno hay cantera, formada en la familia (los padres cantan razonablemente bien aun sin tener pretensiones profesionales), la escuela (los maestros están obligados a cantar bien), y las iglesias de distintas confesiones, donde se cumplen también unos mínimos. A partir de esa cantera surge una élite de cantores, formada por niños que tienen especiales condiciones vocales. Así pues no difiere mucho el proceso con lo que sucede en el deporte, al menos en algunos clubes.
Aquí no formamos cantera ni en la familia, ni en la escuela, ni en las iglesias. Ni en casi ninguna parte. Todo el mundo se siente con derecho a desafinar y gritar en cualquier ámbito, público o privado, incluso delante de los niños. Y, por lo tanto, ellos reproducen y hasta reduplican esa forma áspera y gutural de abordar la música. Nadie les corrige por ello. Incluso se les aplaude. Por eso nuestros niños, salvo excepciones, no cantan bien. Por eso no escuchamos ningún –o casi ningún- coro infantil que pueda medirse con los Niños Cantores de Viena, o con los Tölzer Knabenchor, o con tantas agrupaciones, a veces de mucho menor rango, pero capaces de emitir, proyectar y frasear con limpieza y musicalidad, y que saben aprovechar, además, el especial encanto y la frescura inigualable que las voces de los niños proporcionan a las partituras.
Los padres y maestros debieran tener más cuidado al cantar delante de los niños. De la misma manera que procuran sumar sin errores o escribir sin faltas de ortografía. Porque hay que potenciar la cantera.