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Mafalda ante el terrorismo de Estado

Tras el golpe de estado de 1966, Mafalda, una tira de humor sobre cambios sociales, pasó a señalar la sopa como metáfora de la dictadura. Conforme se recrudecía la violencia, Quino denunció específicamente los porrazos que daba la policía. Tuvo problemas con la censura y que autocensurarse, también se le criticó desde la izquierda revolucionaria por "apaciguador", pero en el 76, cuando se cometieron los crímenes ultraderechistas más salvajes, en una masacre se cubrió a los cuerpos con un chiste de Mafalda. Era un mensaje inequívoco.

14/06/2021 - 

VALÈNCIA. 10 años con Mafalda es posiblemente uno de los libros que más he leído en toda mi vida. Era una alternativa a la editorial Bruguera y, por supuesto, a los superhéroes. El dibujo de Quino era absolutamente excepcional y su humor tenía un punto diferente. Ahora, al leer el fantástico libro Mafalda: historia social y política de Isabella Cosse me doy cuenta de que Quino era un genio. Consiguió que un niño de los 80 en España disfrutara de un humor que se había hecho con referencias a la situación política de Argentina en los 60 y 70.

El origen del personaje estaba muy alejado de la crítica política. Iba a ser un reclamo publicitario para una marca de electrodomésticos. No obstante, Quino, Joaquín Salvador Lavado, no era ajeno a la política. Había nacido en Mendoza, Argentina, porque sus padres, naturales de Fuengirola habían tenido que escapar de Franco. Eran exiliados republicanos y le habían educado en valores izquierdistas y sobre todo en eso que llevaban de serie la inmensa mayoría de los españoles que escaparon de la dictadura: anticlericalismo.

El 29 de septiembre de 1964 comenzó a publicarse en la revista Primera Plana. Su humor en esta época era muy interesante porque podrían trazarse analogías con la época actual. Entonces, se estaba fortaleciendo una clase media consumista como nunca se había conocido. La evolución de la sociedad, tanto económica como culturalmente, estaba echando abajo todos los esquemas tradicionales. Era una situación que también se vivió en España e incluso, a su manera, en los países comunistas. La brecha generacional fue lo más característico de esos años. En la actualidad, la brecha generacional también es notable, los cambios sociales y tecnológicos eran inimaginables hace tan solo quince años, aunque, como diferencia, lo que nos separa de esos años es que la clase media mengua.

Los chistes de Mafalda acompañaban la sección Vida moderna de esa revista. En ellos se ponían de manifiesto contradicciones sociales, políticas y culturales de la clase media. "Confusiones ingeniosas, los sentidos abiertos los debían completar los lectores".

"abordaba las supuestas tendencias de la clase media: el psicoanálisis, los nuevos modos de crianza, las brechas generacionales, el papel de la televisión, las redefiniciones de la autoridad dentro de la familia. Estas preocupaciones no solo eran una construcción de la revista. Por el contrario, los contemporáneos estaban convencidos de que vivían un tiempo de mutaciones inexorables en las relaciones familiares y las normas sociales, aunque no tenían igual certeza sobre la dirección que asumirían dichas transformaciones"

Todo cambió cuando se produjo el golpe de estado de 1966. Quino, según explica la autora, se lamentó toda su vida de haber participado en la corriente de la opinión pública que consideraba a Arturio Illia un presidente lento, aburrido y anacrónico, incapaz de conducir con autoridad las reformas que necesitaba el país. Sin embargo, cuando el teniente general Juan Carlos Onganía dio el golpe, Mafalda se convirtió en un símbolo contra la dictadura. La propia mujer de Quino, Alicia Colombo, profesora de universidad, renunció a su cargo en protesta por la pérdida de la democracia, un ejemplo poco frecuente en su gremio. Desde entonces, en las tiras de Mafalda, la sopa pasaría a representar "los gobiernos autoritarios que teníamos que comernos todos los días".

En esta etapa la tira apareció en una nueva revista, Siete Días. En mayo del 68, quiso la casualidad que Quino estuviera de visita en París. Fue testigo de todo lo que sucedió, que fue ampliamente cubierto por la revista, al igual que la represión mortal de las manifestaciones de estudiantes en Montevideo y la masacre de Tlatelolco en México. Con la radicalización política de estas fechas, al dibujante cada vez le era más difícil "dominar la significación política de su producción (...) en suma, la historieta se había vuelto un arma política", explica Cosse. En una ocasión, Mafalda, al ver a Guille dormir en la cuna, le preguntó a su madre si no se estaba aburguesando.

La aparición de Guille incluía una nueva escala a los conflictos generacionales. El hermanito de Mafalda serviría para señalar las nuevas formas de educar a los hijos. Ahora se había dejado atrás el modelo de paternidad autoritaria y se celebraban los desafíos y desfachateces de los niños. En términos musicales, los hippies y rockeros quedaban atrás y llegaban los que luego serían punks y nuevaoleros. Mafalda le decía a Guille en una tira que cuando ella empezó a reírse de su padre había sido más discreta. Para esas fechas, la dictadura de Onganía si algo había logrado era radicalizar a la juventud del país.


En plena efervescencia ideológica, aparecieron grupos que abogaban por la violencia. Alguna tira ya aludía a esta cuestión y había desaparecido por la censura. Con sutileza, Mafalda había dejado caer que no bastaban con canciones, pero cuando le pedía un televisor a su padre, aficionado a las plantas, se escondía detrás de una y le sorprendía con gritos. Su padre se quedaba alucinado y ella mencionaba la efectividad de la guerra de guerrillas. Con la leyenda del Che Guevara en plena vigencia -lo ejecutaron en 1967- esas viñetas tenían cargas de profundidad. Mafalda también llegó a España, inmersa aún en la dictadura, y el gobierno obligó a que se vendiera con la etiqueta de "para adultos".

Quino eludió la censura llevándolo todo al mundo de los niños. Si la madre castigaba a Guille, se estaba denunciando la arbitrariedad policial. Lo mismo que las relaciones de Miguelito con el policía de su barrio, que dejaban ver que existía un conflicto latente, pero los agentes eran tratados con el debido respeto presuponiendo que daban servicio a la comunidad. Mafalda, sin embargo, al comprobar la diferencia del tamaño de las porras de los policías con las de los soldados, apreciaba el "crecimiento" del país. También las porras eran "el palito de abollar ideologías". En estas fechas apareció un nuevo personaje, Libertad, que llamaba la atención lo pequeña que era.

Los atentados y secuestros de grupos armados, como Montoneros o FAR, precipitaron la caída del dictador, pero fue sustituido por otro. Dibujos de Quino fueron utilizados por estas bandas y a Quino llegó a molestarle, en una entrevista declaró: “No me hace ninguna gracia, claro, pero la entiendo leyéndola... En París me tocó vivir los líos de mayo y me interesaron, intelectualicé la violencia y me dolió muchísimo... (...) Es como si yo voy adonde ellos hicieron un asalto y escribo en la pared con un aerosol: ‘Este asalto es una propaganda del almacén Don Manolo".

Eso le supuso recibir críticas por no ser lo suficientemente revolucionario. En Clarín se publicó: “La familia, Mafalda y sus amigos son porteños, pequeños burgueses y barriales. Ostentan, con meditada crueldad, todos los defectos y prejuicios de clase que les corresponden (salvo cuando se ponen demasiado intelectuales y frívolos). Son los portavoces de un reformismo tristón y sin salida. Todos, en fin, se joroban y sufren mucho”. También se le acusó de que, con su humor, se borraba la irritación y resultaba "apaciguador".

Él siguió con su sopa como reflejo de la dictadura. Cuando se empezó a hablar de un regreso a la democracia, Mafalda se lo tomó con distancia y escepticismo. Legendaria es la tira en la que se muere de risa cuando lee en la enciclopedia que democracia significa "que el pueblo ejerce la soberanía". Miguelito, mientras, decía que era un hombre nuevo, que había dado un golpe de estado y había derrocado a su antigua personalidad. Susanita por su parte, afirmaba que después de la guerrilla tendremos pacecilla. El 25 de junio de 1973, se publicó la última tira. Fue el propio Quino quien tiró la toalla.

Sin embargo, sus dibujos siguieron apareciendo en otros lugares, esta vez robados. En la ofensiva de ultraderecha de los 70 se recompusieron sus chistes. Por ejemplo, Manolito podía aparecer señalando a la porra "de abollar ideologías" de un policía y decir "gracias a este palito, hoy podes ir a la escuela". A veces, eran los servicios secretos los que realizaban estos montajes. Un ministro, López Rega, le pidió a Quino directamente que le cediera a Mafalda para una campaña. Como se negó, un grupo de hombres armados intentó entrar en su vivienda.

Para el golpe del 76 ya no había tira, ni siquiera hubiera sido posible. Nadie esperaba la extrema violencia que desató la nueva dictadura. El punto culminante del significado de Mafalda se alcanzó en la Masacre de San Patricio. Un grupo liderado por un teniente coronel asesinó a tres curas y dos seminaristas de izquierdas. Cuando la noticia apareció en la prensa, el cuerpo de uno de ellos estaba cubierto con una lona con el chiste de Mafalda del "palito para abollar ideologías". En la escena del crimen habían escrito: "Estos zurdos murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes".

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