El Olympia celebró un coloquio con motivo de su centenario que sumó a las intérpretes valencianas Laura Romero, Maribel Bayona, Mª José Peris e Isabel Requena
VALENCIA. Cuatro mujeres y dos sofás. No es el escenario de una obra de teatro, aunque bien podría serlo. El hall del Olympia acogió ayer la charla ‘Palabras con mujeres valencianas en escena’, la cuarta edición de los encuentros con profesionales del sector que organiza el teatro con motivo de su centenario. Actrices, autoras y gestoras culturales. Conocedoras todas de las bambalinas de un sector del que se dice que nunca sale de la crisis, las participantes aprovecharon para desgranar una situación que plantea más preguntas que respuestas.
Crisis que también es una cuestión de género. Bien sea desde un punto de vista artístico o económico, la igualdad soñada necesita todavía de activismo. Todavía. Frente a las sensaciones, datos. De los actores con un salario anual por debajo de 12.000 euros, el 75% son mujeres. Jarro de agua fría para una sociedad supuestamente igualitaria. Isabel Requena, Mª José Peris, fundadora de la compañía Las Reinas Magas y actriz en Chao Chochín; Maribel Bayona, fundadora y programadora de Espacio Inestable; Laura Romero, que recientemente pisó los escenarios con la laureada Nosotros no nos mataremos con pistolas, y la actriz Isabel Requena, que interpretó a María en Tío Vánia, fueron las voces de, al menos, el 50% de la profesión.
Las cuatro intérpretes coincidieron en la necesidad de concretar acciones reales frente a una “realidad virtual”, calificó Peris, que no traduce en el día a día del sector. Imposible de separar la relación entre género, economía y política, máxime cuando en los últimos días ha sido elegido el nuevo director de CulturArts (Abel Guarinos, vinculado estrechamente al sector teatral) y se ha presentado un ambicioso plan estratégico por el que la Conselleria de Cultura se compromete a invertir más de 500 millones de euros en lo que queda de legislatura hasta alcanzar el 1% del último presupuesto de la Generalitat, que corresponderá al ejercicio de 2019-2020.
Frente a promesas y resultados todavía por ver, Requena reivindica la necesidad de fomentar el asociacionismo en una profesión que tiene que luchar diariamente contra la precariedad: pocos recursos y condiciones precarias que aprovechan la pasión de los trabajadores por el proyecto para tensar la cuerda. La intérprete confesó que no hace tanto que decidió decir "hasta aquí" a las horas sin pagar. Si las condiciones laborales son más que mejorables para todos, el 'factor femenino' parece no jugar a su favor. Salarios más bajos, menos oferta y la lidia entre trabajo y maternidad. "Pensé que no iba a trabajar más", afirmó Bayona refiriéndose a su tiempo apartada de las tablas.
Necesidad de igualdad en la industria, económica y en presencia, pero también artística. Con los roles clásicos destinados a la mujer quedando reducidos a pequeñas y simples intervenciones, en tanto que creadora, Maribel Bayona incidió en la necesidad de contar con mujeres escritoras que creen textos que rompan esa barrera. En este caso, Laura Romero ya destacó que las piezas contemporáneas que circulan por las salas de Valencia ya transpiran esa igualdad, alejándose de los papeles estrella y potenciando el contexto. Y es que la historia, aunque rica, no ha sido benévola con el papel de la mujer.
Hace 2.432 años Eurípides estrenó una obra trascendental para el teatro: Medea. En ella, el clásico griego rompía una barrera, un punto de no retorno para las artes escénicas: la psicología del personaje tenía un peso superior a las acciones que sucedían en escena. Cuando Jasón, su marido, la abandona para casarse con la hija del rey de Corinto, el coro le pide a Medea que tenga paciencia, que consienta el adulterio de su marido, que sufra, que aguante. Medea, en una escena que tiene reflejos psicológicos con algún trágico suceso actual, termina por matar a sus propios hijos y envenena a la nueva prometida de Jasón.
¿Es casual que este avance hacia la psique de los personajes tuviera una carga de misoginia deliberada? ¿Es, por contra, acusable este autor cuando lo que también aportó es la elevación de la mujer a personaje central de la escena, no solo miembro del coro, no solo una comparsa, no solo un rol de reparto? En Medea su protagonista también aúna valores en positivo, aunque muchos vinculados a la bondad, la fertilidad, la feminidad o la familia.
Es un punto de partida, pero llegarían muchos más: la Celestina rompe el estereotipo de poder en la literatura medieval, pero a cambio se muestra como manipuladora, avariciosa y malévola. Julieta, una adolescente ante el torbellino social. Lady Macbeth, confesora de asesinatos. Empieza a haber una reacción en la Laurencia de Fuenteovejuna (Lope de Vega), dispuesta a enfrentarse a los hombres y hasta a su padre cuando el comendador se aprovecha de ellas y aúna al pueblo contra este. El conflicto interno de Fedra por sus pasiones (Racine). La novica Doña Inés de Don Juan (Zorrilla), la Nora de Casa de Muñecas (Ibsen), la Nina de La Gaviota (Chejov), la Bernarda Alba de Lorca o la frustración de Blance Dubois de Un tranvía llamado deseo (Tennesse Williams).
La tormentosa relación entre los clásicos y la figura femenina aún trata de ajustarse, un binomio que en los últimos años se ha reconciliado con el ‘cambio de sexo’ de algunos personajes históricamente masculinos. La misma Helen Mirren se convirtió en el Próspero de Shakespeare para la gran pantalla. “Hice Próspero. Siempre hay papales masculinos que quiero interpretar. Me vuelve loca cuando veo a actrices brillantes desaparecer mientras que actores mediocres siguen adelante. Es frustrante. Cambiar el nombre es lo único que hace falta”, explicó a The Hollywood Reporter.
Si sobre las tablas Blanca Portillo se atrevió con Hamlet, Laura Romero aboga no sólo por este mecanismo, sino también por dotar de “inteligencia” a aquellos personajes más superficiales derivados de los textos clásicos, desarrollar y profundizar en ellos más allá del guión original. Aunque lo “realmente valiente”, apuntó Bayona, sería transformar los roles femeninos en masculinos huyendo de la comicidad, un punto de partida para dar capetazo a lo que los anglosajones llaman el straight white male privilege (el privilegio del hombre blanco heterosexual) y abrir los ojos a un público que ni es minoritario y a una industria en la que son mayoría.