La Asociación de músicos y artistas callejeros de València (Musicarte Urbano) y El Rogle impulsan un estudio sobre la situación de la música en la calle y ponen negro sobre blanco las necesidades de su sector
VALÈNCIA. La gestión de la música sigue siendo uno de las grandes cuentas pendientes en el ámbito cultural de la ciudad de València. “Busco para València que sea referente internacional en el ámbito musical, y en el marco de la estrategia València Music City, contemplamos la creación de un gran recinto que pueda acoger eventos deportivos de gran calado, y también musicales, con capacidad para una gran afluencia de público”, explicaba este lunes el alcalde de València, Joan Ribó, con motivo de la futura construcción de un pabellón multiusos Arena. Esto –ser referente mundial- es un objetivo que tiene muchas aristas, un tejado para el que todavía queda una casa por construir. Y esa casa pasa por regular la presencia de la música en la calle, una batalla, en parte, capitaneada por la Asociación de músicos y artistas callejeros de València (Musicarte Urbano) que, tras varios meses de esperas y admitir una falta de comunicación, optaron por encargar a un despacho de abogados una propuesta de modificación de la Ordenanza Reguladora de Ocupación del Dominio Público Municipal sobre la que empezar a negociar, a la que seguiría un estudio sobre la situación de la música en la calle del que ya tienen conclusiones.
La entidad anunciaba que estaba trabajando en este proyecto en un momento, además, curioso. El músico valenciano Borja Catanesi, nombrado como mejor músico callejero del mundo en la primera edición de los Universal Street Games, era multado de nuevo por tocar en la calle. “Con este tipo de cosas, València no parece la ciudad de la música. Triste es tener que salir de tu ciudad. Me voy con la música a otra parte”, denunciaba a través de sus redes sociales. Meses después hacen público un estudio, impulsado por la asociación y ejecutado por El Rogle Cooperativa, con el que buscan poner negro sobre blanco la situación de la música en la calle a través de una serie de encuestas dirigidas a los propios músicos. Entre las conclusiones del estudio, se afirma que la actual ordenanza está “obsoleta”, sobre todo en comparación con las de Madrid o Barcelona, “en los cuales se realizaba un mapeo previo de la contaminación acústica en la ciudad y se distinguían diferentes modalidades y variantes de música en la calle, para después permitir unos usos u otros dependiendo de cada lugar específico”, convirtiendo así València en una ciudad “problemática” para actuar.
“Esta situación contrasta con los mensajes que se lanzan desde el consistorio, y en concreto desde el área de Cultura, en los cuales se busca potenciar y promocionar a Valencia como ciudad de la música, o al menos dar una imagen de ello”, reza el informe, que ha sido desarrollado por los sociólogos Luís Fernández Alonso y Alfredo Artigas Chaves, y la abogada Adelina Cabrera Navarro, miembros de la cooperativa El Rogle, con ayuda del colectivo Musicarte Urbano, representado por Kiron Sonido, presidente de la asociación y músico de calle, y Alicia Martínez Gil Doctora en Industrias Culturales y de la comunicación por la Universidad Politécnica de Valencia. “Todo comienza por comprender que la música no es una emisión sonora más de la calle como puede ser el tráfico. Es una herramienta que, bien trabajada, puede solucionar los problemas de contaminación acústica de la ciudad ya que la música transforma el entorno donde se desarrolla”, explica Alicia Martínez.
Una de las cuestiones clave del informe responde a la cuestión de la durabilidad de los permisos, “que entorpecen no solo el trabajo de la propia administración sino el de los músicos”, apunta. A pesar de que el 91% de los encuestados afirma haber tramitado alguna autorización, en el momento de ser realizada la encuesta solo el 40% la tenían en vigor (un 54% entre aquellos considerados ‘activos’). “En todo caso, la diferencia sigue siendo grande con respecto al 90% que la habían tramitado alguna vez, lo cual apunta a que una proporción relevante de músicos han tramitado autorización en el pasado, pero actualmente ya no lo hacen pese a seguir tocando en las calles, cosa que implica que se ha producido, por las razones que sean, cierto grado de desapego con las autorizaciones o su tramitación”, reza el informe.
Así, solo el 7% muestra opiniones favorables a la actual ordenanza, el resto valora negativamente el modelo actual de autorización, siendo la crítica más extendida la de “periodos de autorización inadecuados”, respaldada por un 36,8% de las personas encuestadas. Otros argumentos negativos con presencia son el de “mucha antelación requerida para solicitar” (22,8%) y “la autorización llegó después de la fecha de permiso” (15,8%). En este sentido, planteado el modelo de dos autorizaciones –una de periodo largo y otra corto- frente al actual –una única-, más de un 90% opta por el modelo propuesto por la asociación.
Pero, ¿cuál es el perfil habitual de músico callejero en València? Aunque el instrumento principal de los músicos callejeros es la guitarra (60%) seguido de la voz (40%), no son los únicos mencionados por los encuestados. “Resulta llamativo que algunos de estos instrumentos que los músicos de calle utilizan cotidianamente no están permitidos según la normativa actual”, reza el informe. De hecho, uno de cada cinco instrumentos utilizados en la calle no está permitido según la actual ordenanza, razón por la que un 81% de los encuestados califica de “discriminatoria” la actual normativa, una crítica que “se relaciona principalmente con la prohibición de la amplificación y, en menor medida, con la prohibición del uso de percusiones. De hecho, la totalidad de los encuestados pide que se permita, aunque en condiciones “controladas y razonables”.
De hecho, con respecto a la amplificación, “se han analizado otros sistemas de regulación de ciudades españolas como Madrid o Barcelona donde se establece un máximo de decibelios permitidos e incluso que tipo de equipos puede usar el músico, esto permitiría al músico trabajar con amplificación”, explican desde El Rogle. Y es que, apunta Alicia Martínez, la amplificación no es una cuestión de “gusto” sino consecuencia de vivir en una ciudad “ruidosa” en la que un cantante “ha de sacrificar su voz para ser oído”. Esta es una de las cuestiones candentes pues, mientras que en València está prohibido, Bilbao o Barcelona optan por un sistema de limitación de decibelios en la amplificación, mientras que Madrid apuesta por la zonificación de la ciudad.
Así, de acuerdo con los resultados del informe, guitarrista acompañado de voz sería el perfil medio de músico callejero en la ciudad, un músico que tocaría unas diez horas a la semana “normalmente” dentro de los horarios pautados en la ordenanza -de las 10.00 a las 14.00 y de las 17.00 a las 22.00, cualquier día de la semana y cualquier temporada del año- en zonas peatonales, plazas o terrazas de Ciutat Vella.
Por lo que respecta a la gestión musical, si no son pocos los retos, tampoco los proyectos por atajar. Hace apenas unos días, el conseller de Educación, Cultura y Deportes, Vicent Marzà, comparecía en Les Corts para explicar algunas de las líneas de trabajo de su departamento, un parlamento en el que tuvo un mensaje claro para el sector musical. “Estamos elaborando el Plan integral de la música valenciana en colaboración con el sector para garantizar la profesionalización, mediante una nueva ley de la música, y para extender la programación musical a todo el territorio y todos los meses del año, con varias iniciativas, como la creación del circuito Sonora”, explicó el de Compromís. Este último circuito nació este mismo año, bajo el paraguas del Institut Valencià de Cultura, un proyecto que pone peso en la labor programática de la administración y que busca visibilizar a algunos de los galardonados en los Premios Carlos Santos de la Música Valenciana, un Sonora que tendrá segunda edición. También, en el ámbito local, se prometió potenciar esa figura de bar cultural todavía sin regular, una promesa que todavía está por materializarse.
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