El realizador, que ha visitado València para dar unas clases en los másteres de Barreira A+D y el Centro Sperimentale di Cinematografia, habla del cine de autor, de las raíces de sus películas y de la cosecha nacional
VALÈNCIA. Pablo Berger (Bilbao, 1963) llega algo apurado por si ha hecho esperar. Los pocos minutos que le deja un descanso de las clases que está impartiendo en los másteres de Barreira A+D y el Centro Sperimentale di Cinematografia los usará para atender la entrevista. Desde su primer film Torremolinos 73, Berger se ha situado en la primera línea de los realizadores españoles, algo que se confirmó con su gran éxito, Blancanieves, ganadora de una decena de Premios Goya en 2013. A pesar del apuro y las prisas iniciales, conversar con el cineasta significa que el tiempo se ralentize (relativamente) y contar con un buen puñado de apuntes sobre el cine actual en general, y el de autor y el suyo en particular, entre otros muchos temas.
- Es su segunda semana en el curso, así que ya conoce al alumnado, ¿cómo son los y las futuras cineastas de València?
- Hay de todo. Hay diversidad de experiencias y de edades. Pero por encima de eso, comparten todos su amor y su pasión por el cine y unas ganas inmensas de estar aquí. Vienen como esponjas y lo que quieren es aprender. También noto una buenísima dinámica de grupo y una excelente camaradería.
Yo creo mucho en la educación. Estudié un máster de cine en la Universidad de Nueva York y fueron unos años maravillosos sin los cuales creo que no estaría aquí contigo. Llevo muchos años dedicado a la docencia... Hay directores que hacen televisión o publicidad pero yo prefiero centrarme en mis proyectos y complementarlo con la docencia, lo disfruto mucho.
- ¿Cómo se enseña algo tan visceral como el cine?
- Desde la pasión, desde la sinceridad... Al final las escuelas de cine son como las autoescuelas: hay que aprender las lecciones básicas de conducir, las señales de tráfico y finalmente algunos serán conductores normales y corrientes y otros serán Fernando Alonso. En las escuelas de cine pasa lo mismo, se pueden enseñar las bases -y por eso son tan buenas-, pero sobre todo se crea una comunidad de cineastas que colaboran entre ellos. Yo conservo grandes amigos y compañeros de mi época de estudiante.
- Como cinéfilo que es, me gustaría que me contara cuál es su posicionamiento sobre el concepto de cine de autor y su imparable popularización.
- Al concepto de cine de autor se le suele asociar cierta pretenciosidad. Creo que es injusto cuando se habla de "una película de": el guionista y el director son los autores principales, pero la película pertenece a todo un equipo que es fundamental (el equipo de fotografía, el productor, el equipo de arte, el de vestuario, todo el elenco de intérpretes...). A veces discrepo sobre las teorías de autor, pero sí es importante tener en cuenta que el cine tiene que ser personal y salir de las entrañas. Y además tiene que hacerse en libertad. Así que pienso que los cineastas son los contadores de todas sus historias: a diferencia de la teoría de cine francesa, yo creo que el director y el guionista son los verdaderos autores de la cinta. Y en ese sentido, el cine español está en muy buena forma, porque más que una industria somos una artesanía con muchos guionistas-directores, que formamos el grueso del sector: Fernando León, Icíar Bollaín, Alberto Rodríguez, Álex de la Iglesia, Fernando Trueba, Isaki Lacuesta...
- Pero además de la gestión de la historia, en su filmografía se deduce la importancia que le confía a la puesta en escena y al momento de rodar...
- Por supuesto. Si hay un elemento de autoría, esa función del director es fundamental. En mi caso, lo que intento es que cada puesta en escena sea algo que cambie de proyecto a proyecto. Me gustan los retos y en mi caso, que hago muy pocas películas, me gusta que siempre supongan un salto hacia adelante: en Torremolinos 73 había colores muy saturados y era clásica en su forma de una manera intencionada para que nos trasladara a esa época; Blancanieves era muda y en blanco y negro como homenaje a ese cine; Abracadabra es un film de colores chillones, que es en realidad una contestación a esa puesta en escena de Blancanieves; y mi próximo proyecto también diferirá así de los anteriores. Intento que cada película sea un viaje a lo desconocido que es excitante y me lleva a un lugar nuevo.
- Es que es muy fácil encasillarse en una estética concreta (véase la filmografía de Wes Anderson o Pawel Pawlikowski)
- Es que en nuestra industria, ya después de varias películas, de alguna manera los cinéfilos saben qué significa que un film sea mío; pero en otros países donde se conoce menos mi obra sí que resulta más chocante: Abracadabra fue una gran sorpresa porque se esperaba de ella que fuera una continuación de Blancanieves. Yo creo que hago siempre lo contrario a los que se espera, y hasta ahora me ha funcionado. Me gusta que todas mis películas sean diferentes a nivel formal, aunque considero que, en el contenido, comparten ADN y obsesiones comunes, que son hermanas.
- Hablemos de ese ADN. Las tres cintas son, fundamentalmente, retratos de España muy costumbristas, ¿cómo se reciben internacionalmente?
- Yo estoy muy lejos del sur -soy vasco- y de las estéticas entre las que me muevo, pero a veces los polos opuestos se atraen. Me interesa mucho partir de iconos y arquetipos, mirar al pasado para hacer algo nuevo. Yo me formé en Nueva York en los 90 y viví 9 años allí. Casi-casi lo normal era que continuara mi carrera en Estados Unidos, pero había algo en mis orígenes y raíces, en quién soy yo en definitiva, que se ha convertido en mi esencia. Creo además que lo local puede ser universal, y me parece que es mejor entrar por la puerta de atrás a otros mercados cinematográficos: mis películas, que son "muy españolas", las he podido estrenar en Francia, Reino Unido, Alemania... Sin embargo, si hubiera hecho un thriller en inglés o una película que fuese “intercambiable”, no sé. El ejemplo más claro es Almodóvar, nuestro gran director: Pedro es alguien que podría haber rodado en inglés y desde otros países, y sin embargo lo hace aquí. Yo siento lo mismo que él: me siento muy cómodo rodando con un equipo técnico nacional y haciendo esas películas "tan españolas".
- Visto así, tal vez haya sido un error haber enviado una película tan "intercambiable" como Campeones a representar a España en los Óscar
- Bueno, pero Fesser también trabaja mucho con el costumbrismo español, fíjate en Mortadelo y Filemón o El milagro de P. Tinto. Es verdad que Campeones cuenta una historia más universal, que se podría haber desarrollado en Estados Unidos y de la que no me parecería nada raro que quisieran hacer un remake. No haber llegado con ella a los Óscar es una pena: a mí me gusta Campeones, tengo amistad con Fesser y me hubiera encantado que se hubiese roto la maldición que sufrimos desde hace tantos años y que no nos hace llegar a la fase final.
- Cambiemos de tema, más o menos. En España están sucediendo muchos cambios sociales, algunos para bien y otros para mal. ¿Es más complicado contar y explicar el país?
- España, el resto del mundo y especialmente Europa cada vez se parecen más entre sí, y cada vez es más difícil tratar unos arquetipos que se están alineando a nivel político y social. La globalización, de alguna manera, le está haciendo daño a nuestras identidades, aunque no reniego de sus bondades. Me encanta el cine de Berlanga, Buñuel, Erice, Almodóvar... Películas donde las raíces son fundamentales. Y hablando del cine español, este año ha habido una muy buena cosecha, solo hace falta ver las nominaciones a los Goya. Es un lujo tener películas como Entre dos aguas y una pena que no haya entrado una película como Petra de Jaime Rosales, que me ha gustado muchísimo.
- Sigue existiendo un problema fundamental de financiación del cine, ahora centrado en las televisiones. Blancanieves tardó siete años en conseguir la viabilidad que la hizo posible, ¿crees que la situación está mejor, igual o peor que entonces?
- No sé si peor, pero al menos igual sí. Hacer cine nunca ha sido fácil y nunca lo va a ser. Las condiciones son cambiantes: la manera de financiar el cine no es la misma que hace cinco años y tampoco lo será dentro de otros cinco, ahora -por ejemplo- han entrado las plataformas digitales y otros actores.
Lo que sí creo que ha sido positivo es que se ha democratizado mucho la industria: cuando yo empecé, teníamos que rodar en 35mm y los presupuestos eran desorbitados; ahora es más fácil hacer cine y mostrarlo. Estoy en mitad de mi carrera y mis proyectos siempre dependen del anterior. Afortunadamente, Abracadabra funcionó bien en taquilla y he conseguido crédito para otra más. No sé después qué pasará, pero al menos esta la voy a hacer.
- Bueno, al menos seguro que siete años no van a pasar...
- (Risas) Eso seguro que no.
- Ya que la ha mencionado, ¿qué nos puede contar de su próxima película?
- He terminado un guion, pero todavía soy muy supersticioso y me cuesta hablar de él. Puedo adelantar que es hermana de mis otras películas, es decir, que tiene el mismo ADN que el resto de mi filmografía: hay emoción, sorpresas y humor. Formalmente, va a ser muy diferente a las demás, pero no puedo hablar más aún porque solamente la ha leído mi productor.
- ¿Cuánto habrá que esperar para verla?
- Ahora empezaremos la fase de buscar financiación. En un mundo ideal, el tiempo que me gustaría manejar serían tres años: uno de escritura, otro de preproducción y otro de rodaje y montaje. Me gusta crear las cosas a fuego lento.
- Tal vez pueda rodarla en València...
- Por supuesto, esta ciudad es... especial.