Hoy es viernes de volar para llegar, cantar y bailar. De saltar charcos gigantes y alcanzar a un montón de corazones henchidos de emociones. Los de México querido, sus gentes relindas y el mezcal, que a buchitos no hace mal
Porque, muy al contrario, provoca orgullo y alegría. Bebida destilada del agave, planta con mucha planta, suculenta y resultona que en botella da resultados sorprendentes cuando se empieza a conocer. Silvestre o cultivada, pero siempre con toda la identidad para dar felicidad. Con 200 especies, 129 endémicas y 36 para hacer mezcales que tienen nombres tales como espadín, coyote, tobalá o madre cuishe. Y con Oaxaca como casa madre, como tierra productora por y de bandera, y tan bien con su comida callejera. Así que, sin más dejadera, nos ponemos la mochila baretera y empezamos a jugar, wey.
En la CDMX soñada en la primera jornada y con el Lágrimas de Dolores Añejo. Recomendaciones tan agradecidas como las vistas desde La Casa de las Sirenas. Momento de relajarse tras muchas horas de viaje y descubrir. Calentando el alma con caldos calentitos y saliendo de la oscuridad gracias a las patitas más valientes a pesar de tropezonas. Trago de amielados, azahar y canela con el que dar un buen bocado al taco de suadero en Los Cayucos. Ándale.
Camino de parajes mezcaleños, paradita en Puebla preciosa. Tradiciones en forma de mercados y cerámica de la que gusta ser rellena de bebidas y comidas locales. Fascinante ratito en Destilado Urbano con el Convite Espadín Madre Cuishe y la sabiduría de los que allí lo regentan. Flores emblemáticas que sienten el humo que se acerca sin llegar a arder jamás. Espadín que va de espadachín en complejo baile con la madre cuishe. Frescura que contrasta con la comanda en el Mural de los Poblanos a base de chiles en nogada, que estamos en temporada. Qué curada.
Ya en Oaxaca encontramos el sitio en In Situ. Mezcalería de aprender apenas algunas chispas de lo que es un mundo entero. Con su In Situ Espadín, que sin más ya dice mucho. Porque ha sido destilado en alambique de barro y le da profundidad. Hierbas ligeras y frescas que se mecen al airecillo de la mañana. Preludio del mediodía que vendrá con sus calores y ese tostar hombritos. Y aunque ya dejamos atrás el panteón, resucitamos con una cemita de pata de las del poblano mercado de El Carmen. No hay pedo.
Seguimos de camino para siempre con parada que se repetirá, porque en Sabina Sabe todo es bienvenida y alegría. Lo que queremos en la vida, un lugar para perderse, probar y disfrutar. Primero con el Rey Campero Cuishe. Monte que oscurece con fuerza al caer la tarde. La misma con la que pisamos paraíso personal. Esquivando coches, paisanos y algún bichito ratoso, pero ni eso importa cuando todo es hermoso. En el mercado de Abastos, por supuesto, y con una empanada en amarillo. Qué chido.
Como cada tarde se acerca el chaparrón y mejor pasarlo resguardados con la Tempestad Sanpedrino. Poderío pasado por cobre que provoca bailes agarrados. Chavalada tan bonita como impetuosa. Capaz de pedirnos matrimonio con palabras de bisoño. El amor más inocente con paradas en fachadas de colores y algunos espacios de culto. Y nos llega muy adentro, porque somos facilones de mucha pasión, así que mejor usar la razón mientras saboreamos en la memoria los huevos con frijoles de Fonda Margarita. Qué cura.
Pasado el temporal nos negamos a bajar del cielo y nos agarramos al Cósmicos Bicuishe. Planetas redondos como sus estrellas. Con la luz de las personas más preciosas que se levantan cada mañana para dar lo mejor al de al lado. La madre, que no materna, pero que sí es eterna. Peregrinaje de acá para allá que se asienta con gratitud. Recreo de todos los tonos que se colocan en su sitio al darle a este cuerpo serrano un caldo de panza de res. Qué botana.
Vendemos el ánima al Pierde Almas Tobasiche porque nos anima con su señorío. Rinconcito sombrío donde beber con mucha calma sobre sofá tapizado de cuero, con puro de país cercano, rodeados de los muebles y su caoba. Insondables pensamientos de los de mirarse hacia adentro en largos paseos que no pesan porque son la libertad. Como la ventura de estar en esa terraza de Casa Oaxaca comiendo su lengua alcaparrada. Órale pues.
El Origen Raíz del Espíritu Cenizo es la fuente de la que nace el que no tiene miedo a ser un gafe. Venido desde Durango y dispuesto a dar mucho mambo. Porque tiene robustez y energía. Perfecta intensidad acunada por la acidez que se ve con mucho ojo. Con el arrojo del valiente al que no le asusta la noche porque la sabe llena de abrazos. Y con el quinto sabor muy presente nos devuelve al mercado de Medellín a por unas carnitas. Es la neta.
El Mezcal de la Casa Embajador de Oaxaca Tepeztate-Cuishe es el reposo que llega tras días de no parar de retozar. Gozo sin pozo en forma de nueces danzarinas y limones de los gordos. Eternidad de longitudes herbáceas que se dejan crecer sin control. Porque no se cortan un pelo al darnos los vestidos más lindos que, combinados con saltarines zapatitos, nos llevan otra vez a un mercado, el Sánchez Pascuas, allí donde tomar el penúltimo mole. Rojo y de pollo. Qué onda.
Terminamos con el amigui Óscar, su buena charla y Los Amantes Tobalá. Enorme final con un poco de todo y cada cosa en su sitio. Mineral de tierra revuelta por el paso de los años. Complejidad que va creciendo mientras el tiempo se agota. Pero nos resistimos a tragos chicatos. Tanto como nos sentimos ante la grandeza de tanta buena gente que dejamos en el camino. Y rematamos en la oscuridad de esa esquina callejera que ilumina La Chinita con sus magníficas tlayudas. Conclusión tan feliz que convertimos en hasta luego, porque aquí hay que volver. No te rajes.