La Pollería abre su franquicia de gofres con formas fálicas en el centro histórico de la ciudad, a 200 metros de la Archidiócesis de Valencia. Con un par.
«Picantón establecimiento de gofres con forma de polla a metros de la Generalitat Valenciana, al lado de una tienda con solera llamada Las tres Avemarías. Mascarilla obligatoria. El personal lleva mascarilla. Mamparas de seguridad en las cajas». Aún no hay descripción oficial en las fichas de Google Maps, pero me imagino algo así. También a un grupo de religiosas santiguándose cada vez que pasan por La Pollería. Que el Altísimo les perdone haber posado la mirada sobre los libidinosos gofres con forma de pene de esta franquicia de dulces. La totalidad de su carta alude a los órganos sexuales.
Otra escena: políticos saliendo de la Generalitat Valenciana con periodistas acechándoles después de una reunión dura y larga. El titular franco sería «Ximo Puig hasta la polla de partirse la espalda por los Presupuestos». Creo que es lo que quería decir cuando le dijo a Alsina aquello de «¿Cómo estoy de enfadado con los Presupuestos? De uno a diez, diez».
En Las tres Avemarías venden pompones para zapatos de fallera. En La Pollería, cipotes comestibles con chocolate blanco en la punta. Los dos establecimientos tienen community manager. «Pompones para zapatos de fallera!!! No te quedes sin el tuyo... por encargo en todos los colores». «No dejes que termine el mes sin que te la metamos donde más te guste. Menciona a tu acompañante que le gusta hasta el fondo». Los call to action —el latiguillo publicitario que incita a comprar comprar comprar— se asemejan. Quieren que no te quedes sin de algo que cuelga y se balancea.
Ya no encuentro estímulos en la vida urbana. Todo son mascarillas y negocio de take away. Away se traduce en castellano como “lejos” y eso donde me parece que está València, lejos de ser un órgano vivo donde palpitaban los relatos. Por eso voy a hacer de celestina y liar a los dependientes de La Pollería y la pasamanería. La boda será una bacanal de Nutella y flecos. Supongo que no lo sabéis, pero en las pasamanerías se venden flecos, además de alamares, cuadreados y otras florituras del siglo pasado al siglo pasado. Yo tampoco lo sabía.
Pedro Buerbaum es el dueño de La Pollería. Este no es su primer negocio. «Mi primera aventura empresarial fue Ice & Dreams, una heladería en el barrio de Malasaña que se hizo famosa por los helados con algodón de azúcar. Estaba buscando una manera de diversificar este negocio de cara al invierno, concretamente algo original con gofres, y mirando entre los moldes me encontré con estos, me pareció una idea muy divertida y original, yo no lo había visto nunca antes. Se juntó con que era la semana del Orgullo y empecé a pensar en ello, hasta que al final decidí jugármela». El boca a boca hizo que la noticia sobre este dulce fálico corriera como la pólvora.
¿Por qué València? «Teníamos ganas de lanzarnos como franquicia, y València me llamaba siempre la atención por ser una ciudad con ambiente joven y turístico, que son claves para abrirse paso con un negocio como este. Y además mucha gente por redes sociales nos insistía que querían probar los pollofres y que por favor abriéramos en València. Así que les hemos hecho caso». La elección del local, al lado de la pasamanería, es y no es casual. «Fui a ver locales en València y de todos los que nos enseñaron fue el que más nos gustó. Antes de irnos, vi que la plaza se llamaba Plaza de la Virgen y me pareció un buen contraste. Instalarnos al lado de un local con nombre religioso es completamente una casualidad, pero igual nos beneficia, por las bromas».
«Al abrir en Madrid fue una locura: teníamos muchas colas en el local y en redes crecimos rapidísimo. Todo el mundo nos hizo artículos y reportajes y con el paso de los meses se ha convertido en un lugar de parada obligatoria cuando vienes a Madrid. La verdad que no me esperaba el éxito tan repentino, pero lo hemos sabido mantener vendiendo una experiencia, que es lo que nos diferencia de los demás. Obviamente alguna mala crítica tenemos, pero en general es más positivo que negativo, estamos abriendo la mente a la gente: nos ha pasado mucho de ver a gente que viene con reparo y vergüenza, pero sale encantada ¡y muchos repiten!».
Le pregunto a Pedro, el apóstol de las pollas comestibles, por el perfil de la clientela. Nada que se salga de la media: «En cuanto al perfil de cliente, la media está entre los 16 y los 35 años más o menos, aunque depende del día, entre semana viene gente más mayor y los fines de semana es más habitual que vengan adolescentes».
Los preliminares son fundamentales: el gofre es solo el clímax. «Además de vender un producto que, a la hora del sabor, tiene bastante calidad, el éxito de La Pollería es la experiencia que te hacen vivir nuestros polleros, que es uno de nuestros sellos de identidad. Nosotros te vendemos una experiencia y de regalo te damos un gofre».
Entro en la tienda buscando hilo «entre color crema y color carne, es que es así, como que no es un color ni otro». Solo hay una de las tres Avemarías. Es una mujer de mediana edad —alcanzaré la mediana edad y seguiré sin saber qué edad es esa— con aspecto juvenil, deportivas e intuyo que una sonrisa de dientes perfectos debajo de la fp2. Le pregunto que qué le parece la tienda que le han abierto al lado. “Esto es un disparate. Para mí que se han equivocado. Que no conocen la zona, con la Generalitat aquí y la iglesia en la plaza. Pero chica, hay que verle el lado positivo. Que como tiene tanto éxito, lo mismo atrae a más gente y conocen mi tienda». La buena mujer se descojona con la situación, y yo con ella. Es la primera vez que suelo tantas carcajadas estando rodeada de motivos falleros. «Al principio pensaba que era un negocio de pollo a l’ast, pero me parecía raro que abrieran un sitio de pollo asado aquí. Pero mira, tampoco me esperaba esto».
Si vais a meteros un pollofre en la boca, comprad también aguja e hilo en la pasamanería. Los gofres son gordos. En todos los sentidos.