Con charcutería y cocas de Xàbia por bandera, es uno de los fenómenos de la temporada. La charcutería ha vuelto, solo que ahora se come en barra.
Recuerdo hace seis años cierto momento de reproche en el que, ante la irrupción de esa expresión tan cutre llamada ‘cocina fusión’, unas cuantas voces se lamentaban de lo difícil que resultaba en València encontrar lugares donde -entre tanto bao y cebiche- comerse una buena coca, apretarse una titaina. Bien, es momento de proclamar lo contrario: ya por fin resulta fácil.
Hace unos años, en 2019, Susana Garrido y Juan Sancho, que se dedican al interiorismo (ella) y a la moda (él), pararon en Tavernes de la Valldigna para dejar unos papeles pintados en un local nuevo en la playa que había abierto Domingo Navarro, dueño de una charcutería en el mercado del pueblo. Allí, como quien se cae del caballo, vieron la luz.
Domingo los agasajó con sus productos, vieron que el local fue llenándose a media tarde y no dejó de estar vivo hasta entrada la noche. Siguieron su viaje al dejar Tavernes pero una revelación ya se habría instalado en sus mentes: querían crear algo así, un lugar donde con buenos productos al frente pudieran crear un espacio con alma de ultramarinos.
Con Domingo a la otra parte del sidecar, abrieron su primer Ultramarinos Pope en l’Eliana. El punto de partida, el producto desnudo, sin demasiados ambages. Charcutería al corte, cocas y estanterías atiborradas para descender hasta la mesa. La incursión de la pareja en la hostelería prendió rápido. Hasta que otro viaje, esta vez paseo, volvió a poner patas arriba sus vidas.
Paseaban por València en las últimas Fallas. Bordeando la Alameda se encontraron con un local mítico cerrado, bien cerca de esa diagonal por donde discurren lugares como Bocado o Llebeig. Aquí un Pope iría genial, ¿verdad?, comenzaron a decirse. Tendría mucha visibilidad, ¿no? En el proceso de negociación se les apareció el local de al lado, con más capacidad y que les permitía ampliar la oferta durante todo el día. En el antiguo Rokelín de Armando Palacio Valdés, número 3, nacía hace unos meses el segundo Pope.
Carlos Expósito es el maestro jamonero, Javier Aznar es el jefe de cocina, Cristóbal Bouchet está al frente de la bodega. El modelo funciona como un reloj bien ajustado y el local se ha convertido en un clásico a la velocidad de la luz.
Está distribuido a partir de la profundidad del propio espacio y de la continuidad de su barra. Con una primera zona de recepción como una charcutería que se va convirtiendo en barra de bar y se abre en sala. Al fondo de todo, donde el lugar parece acabarse, se esconde una sala para 40 comensales llamada La Cambra.
Les traen las cocas de Xàbia todas las semanas. Cinco jamones al corte van apareciendo en la barra. El pastrami de black angus, para montar; el steak tartar de berberechos; el chicharrón de Cádiz o las papas con mejillón son otros de los habituales.
Están abiertos desde la mañana hasta la noche. ¡La vida charcutera ha vuelto!