Dos arquitectos desde París levantan la falla de Castielfabib Marqués de Sant Joan como una proyección de la naturaleza industrializada del futuro. Al mismo tiempo una invitación sobre el propio futuro de la fiesta
VALENCIA. Mientras crujen los cantos de indignación hacia una falla, la de la Plaza del Ayuntamiento, que se ha tomado la licencia de provocar, en los laterales de la fiesta masiva dos franceses han bordado a base de ‘Y’ el canto más medioambiental de marzo.
Sus nombres: Xavier Laumain y Romain Viault. Sus profesiones: arquitectos. Su falla: Castielfabib Marqués de Sant Joan, al alba de Campanar. Sus intenciones: “cómo crear algo que sea a la vez natural e industrial. Es un verdadero oxímoron”. El nombre del proyecto: Postnatura, o la proyección a futuro de un momento en el que carentes de naturaleza viva será necesario producirla industrialmente. La creación y el activismo ambiental (hace unas semanas se hablaba del proyecto de de Escif) de nuevo cabalgan juntos.
Mientras circulaban memes sobre la falla municipal (‘las fallas del Ayuntamiento son de Ikea… y lo sabes’) la de Laumain y Viault predicaba su proceso de construcción a lo Ikea en base a ramas y troncos. Un instante para la reflexión y para consumir un monumento no solo como elemento decorativo, no solo como decorado Disney.
Pero qué hacen dos franceses como vosotros en una falla como ésta. Son producto de un proyecto madre, el de Ekklesia y Renaixement parido por Miguel Arráiz y David Moreno, a cuyo suelo de Nolla contribuyeron estos arquitectos especialistas en la materia. Una llamada de Valencia a París, la de Xavier a Romain en busca de alianza, despertó el resto: ¿quieres hacer una cosa que se llama falla?
“No conozco ningún otro sitio donde se te permita trabajar un año sobre una idea con total libertad creativa, para realizar un monumento que va a estar expuesto en la calle, volviéndose el protagonista del espacio urbano durante una semana, y que se quema al final para dejarte de nuevo una hoja en blanco y la posibilidad de volver a empezar sin ataduras. Es fantástico, y todavía más en las experimentales, donde no hay ningún formato de expresión predeterminado”, comenta Laumain.
Juan Eloy Gil en la construcción, Ángela López en la maqueta, y Manuel Ferrer y Alena Mesarosova en la realidad aumentada completan un equipo que despunta una evolución posible de las Fallas: internacionalización, tecnología de aumento, discurso crítico…
No forma parte de la centralidad de los grandes monumentos pero aporta una dosis letal contra la endogamia: la mirada distinta. “Estoy convencido -dice Laumain- de que esta mirada externa, de dos arquitectos franceses, puede aportar algo distinto, o por lo menos espero que haya sido el caso”.
En la foto fija, antes de arder, un árbol levantado en la explanada, unos niños a su alrededor, un par de curiosos atentos a los animales invisibles que saltan en sus pantallas. 300 piezas estructurales forman el cuerpo. Íntegramente de madera para tener “una cremà lenta, bonita y sin polución”. El tronco, la base y las primeras ramas se han hecho en taller, todas las demás están cortadas con láser. “Aun sabiendo que todo estaba correcto nos asustamos al ver lo poco que ocupaba la falla desmontada. ¡Estos montoncitos de Y debían volverse un árbol de 6 metros! Me pasaba el tiempo contando una y otra vez las piezas, para estar seguro de que no me faltaba nada”.
Y de repente se hizo cuerpo. De qué va Postnatura. Qué pretende. “Nuestra sociedad consumista necesita producir en masa, y para ello recurre a una industrialización desenfrenada, sin preocuparse por su impacto nefasto sobre el medio ambiente. ¿Y después de destruir por completo nuestro entorno, qué haremos? Comprar naturaleza artificial, cerrando así el círculo vicioso del mercantilismo. Postnatura quiere dar la voz de alarma, critica estos -nuestros- excesos, proponiendo reinterpretar el árbol a modo de símbolo, trabajando desde el enfoque de la tecnología, la mecanización y la modularidad: diseñándolo, produciéndolo y construyéndolo siguiendo un método totalmente sistematizado, casi aséptico”.
Aunque la de Castielfabib pertenece a Falles Innovadores i Experimentals parecería lógico que se empleara una obra con un potencial público para provocar pensamientos y no tan solo ejercer de uso decorativo: “Nos gustaría que se reconozca la importancia de las Fallas de I+E, no como modelo, que no es lo que se pretende, sino como aportaciones puntuales, proyectos sobre los que se puede reflexionar para hacer avanzar las cosas. De eso trata la investigación: buscar nuevas vías”, proponen.
La realidad aumentada, circundado su árbol, redondea el discurso. “Además del árbol, como representante de este medio ambiente agotado, gracias a la realidad aumentada se pueden ver animales autóctonos en peligro de extinción, cuyo hábitat estamos destruyendo. También es clave su uso porque aporta un elemento tecnológico a esta falla dedicada a la industrialización, a la sistematización, a la tecnología”.
Queda la sensación inevitable de estar ante una especie rara avis en aparente expansión pero con deseos ajenos de extinción. Una falla sustentada en base a la crítica y cuyo desarrollo se ajusta a ella. ¿El camino o la excepción? El arquitecto Xavier Laumain, uno de los nuevos protagonistas de la fiesta, sigue: “En general me da la sensación -pero no soy especialista en la historia de las fallas- que últimamente se está desarrollando más el aspecto de la temática que de la crítica. Vemos numerosos monumentos cuyos conjuntos de figuras cuentan una historia más que una profunda crítica. Pero aún más, creo que no aprovechan lo suficiente su potencial de repercusión social para transmitir mensaje que invitasen a una reflexión de fondo sobre temas importantes de nuestra sociedad”.
Como cualquier acto masivo, la evolución de las Fallas y la intensificación del debate entre la crítica o lo decorativo, será un buen termómetro del estado ambiental de los valencianos.