VALÈNCIA A TOTA VIROLLA

¿Qué pasaría si la Generalitat subvencionase a los 'influencers' que creen contenido en 'valencià'?

Ante la fragmentación del consumo informativo, las administraciones buscan desesperadamente colocar su mensaje cultural haciéndose valer a de los nuevos prescriptores

25/05/2024 - 

VALÈNCIA. Hace apenas unas semanas la Generalitat de Catalunya tomó una decisión de enorme calado cultural, y por tanto comunicativo. 312.000 euros, 24 becas, 18 vídeos. Unas coordenadas que, más que por la cuantía -discreta-, imponen un nuevo marco de relación entre administración pública y difusión comunicativa. Con esas 24 becas el Govern busca premiar a influencers que creen contenido en catalán. En función del impacto, se distribuirán los 312.000 euros entre quienes sean capaces de hacer hasta 18 vídeos en la lengua convenida a lo largo de dos años.

Es una de las primeras medidas que aborda directamente el cambio en la forma de divulgación, rompiendo el corsé preconcebido en las ayudas públicas. No solo prensa, tele, radio… Un camino para abordar la fragmentación real del consumo mediático.

La medida, aunque su objetivo es idiomático, es probable que sea un espejo para muchas otras administraciones, que si bien han ido incorporando a prescriptores digitales a sus campañas turísticas, pueden sentirse tentadas de convertir los feeds ajenos en un campo subvencionable en función del fervor expresado por el territorio pagador. ¿Acabarán los Premios Ídolo -captados por la Generalitat para que celebren sus dos próximas ediciones en territorio valenciano- siendo acusados industria subvencionada? 

La propia estrategia de Carlos Mazón, queriendo incorporar la apuesta turística valenciana a la palanca influencer (continuista con la anterior gestión, con Benidorm Fest como estandarte), parte del mismo principio que las ayudas públicas catalanas: la aceptación de que el tablero comunicativo ha cambiado. Y ante la fragmentación, nuevas normas. Las palabras del técnico de servicio de normalización lingüística Andreu González (“Con 50.000 youtubers en catalán tendríamos una salud de hierro”), al diario Ara, han hecho fortuna al trazar una simbiosis nueva que se aleja del modelo preexistente: la salud de la lengua ya no dependería esencialmente de los medios públicos, sino de la polinización digital. 

Son los estertores de una manera de consumir contenido e información basada en la verticalidad. El informe Digital News Reports -un buen retrato anual de la situación- reflejaba para 2023 que el 27% de la población encuestada no acepta que sean los medios de comunicación los que jerarquicen la información. También mostraba que, a lo largo de una semana, el 52% de los mayores de 25 años acaba entrando en una web informativa, frente al 24% entre los menores de 35. Concentración frente a dispersión. De igual manera, si en 2020 TikTok era una fuente habitual de noticias para el 20% de los estadounidenses; en 2023 lo fue para el 43%.

La postura de la administración pública ante ese nuevo marco es reactiva, producto de una frustración y una dificultad para adaptarse. Cuando los partidos políticos pierden unas elecciones autonómicas o municipales suelen explicarlo a partir de su dificultad para trasladar el mensaje a una audiencia fraccionada en grado extremo. Cuando las encuestas sobre el uso de una lengua muestran caídas sensibles, suele darse como respuesta la implantación masiva de otras competencias lingüísticas (contenidos digitales globales, turistificación de los entornos cercanos). 

Por tanto, de València a Barcelona, el intento es el mismo: el abrazo al influencer tiene en realidad el propósito de captar su energía. Ser lo que son ellos. Un chute de sangre fresca. La constatación de que si antes era la administración la que podía influenciar a la sociedad a partir del control de una red, ahora esa red se ha vuelto inabarcable y la administración se encuentra sin resortes para dialogar con ella (la mayoría de autonomías y municipios ni tan siquiera tiene en sus planes de difusión institucional la capacidad para invertir publicidad en redes sociales). 

Aunque en el caso valenciano lo más probable es que su vicepresidencia cultural se decidiera a subvencionar a quien adquiriese el compromiso de no crear contenidos en valencià, desde el Palau de la Generalitat el intento de influir culturalmente a través de los prescriptores digitales está en curso. Articulado, eso sí, hacia la promoción turística y no a la lingüística.

La buena noticia es que polinizar un mensaje a través de influencers permite de manera ágil y barata colocar un tema en la sociedad. La mala es que el intento de controlar  culturalmente ‘tu’ internet se parece mucho a la creación del marketplace de turno con el que algunos ayuntamientos han intentado competir contra Amazon. “Estamos ante el Amazon de los comercios de Barcelona”, comunicó en 2021 el ayuntamiento barcelonés tras invertir 244.000 euros en una plataforma online para los comercios de barrio. La iniciativa cerró seis meses después por falta de actividad.  

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