1º PARTE DEL REPASO A LA SECCIÓN OFICIAL 

Radiografía a La Mostra 2023 (Parte 1): Viene el lobo

23/10/2023 - 

VALÈNCIA. La Mostra de València alcanza el ecuador de su programación y ya se ha presentado una parte importante de su Sección Oficial. Este año, por supuesto, sigue tomando el pulso a un mundo en conflicto, ya sea a través de su pasado, de su presente, o especialmente de su futuro. Y es que, en varios de los films la amenaza acaba de enseñar la patita. El mundo de los protagonistas (sobre todo de las protagonistas) se desmorona imprevisiblemente, y su vida cambia cuando llega el lobo, que puede ser una guerra, un revolución, o la extrema derecha. Culturplaza analiza en dos partes la Sección Oficial, película a película. Esta es la primera tanda.

Marina Unplugged, un veneno con escenario y foco

La ya habitual película de inauguración de producción valenciana fue la modesta Marina Unplugged, la adaptación de un texto nacido en el marco del II Laboratori de Dramaturgia Ínsula Dramataria. Alfonso Amador aborda sin tapujo ni desvío alguno la construcción del discurso ultra a través de la figura de la líder de un partido neo-fascista, que ensaya un montaje escénico para transformar el habitual mitin político.

Se dice mucho aquello de que el fascismo se cura leyendo, pero ese sintagma es fácilmente desmontable conociendo todo el aparato cultural que la extrema derecha produce de manera más o menos evidente. ¿Qué pasa cuándo el veneno ideológico se disfraza con una narrativa intelectual y expones a un público cada vez adaptado a informarse a través de titulares descontextualizados a escucharlo atento durante una hora y media? Pues que es el mismo veneno. Esta extrañeza es el gran punto a favor de la película. Grandes monólogos sobre el feminismo, la inmigración o los cimientos materiales de la propuesta comunistas se van combinando con otras escenas para desengrasar el peso del texto.

Precisamente es el guion lo intachable de la propuesta de Amador. El contexto también ayuda: la película se pudo ver en una gala inaugural sin ningún representante de la extrema derecha, ni del Ayuntamiento (que ha manifestado públicamente que quiere cerrar La Mostra) ni de la Generalitat. Las carencias de la producción (especialmente el sonido) tal vez desluzcan el resultado final al espectador más atento.

Lost Country, un drama familiar micro en el huracán de un cambio de régimen

Siempre resulta interesante la mirada en primera persona de procesos políticos complejos desde el contexto de España. Porque en la raíz de la comprensión hay un elemento cultural que falla. Si hablamos de comunismo, no significará lo mismo a una persona de España, de Armenia, o de Cuba. Lo mismo podría pasar con otros significantes, como cristianismo o república. La desafección política que sufrieron los países que formaban parte de la Unión Soviética tras su disolución fue abrumadora. Cayeron semi-emperadores, líderes políticos que pensaron que, si mantenían un discurso en favor del proletariado, podrían gobernar eternamente contra él en un gobierno corrupto. Esto también ocurrió en Yugoslavia, que es el país en el que se ambienta Lost Country, la película con la que participa Vladimir Perišić.

En ella, un adolescente vive entre dos mundos que implosionan a la vez: su madre es la portavoz del partido de Milošević cuando, inesperadamente, pierden las elecciones y las intentan alterar; sus amigos forman parte de la resistencia juvenil que buscaba acabar con años de gobierno corrupto. El proceso electoral tensiona las calles, la policía reprima las protesta y los refugios vitales de Stefan se vienen abajo.

Perišić consigue traducir un proceso muy complejo a través desde lo micro y dando lugar a las metáforas. A lo largo del metraje, a Stefan le diagnostican hipermetropía, es decir, que los objetos que tiene muy cerca se le vuelven borrosos. Es exactamente lo que le ocurre en su día a día: es tan joven y está tan cerca del conflicto en los dos bandos que le es imposible discernir. 

La película de Perišić es más que notable, y tiene todos los ingredientes para ser una de las mejores de toda la Sección Oficial. Destacan las interpretaciones del joven Stefan, a través de Jovan Ginic, y por supuesto Jasna Djuricic, a la que ya se le presupone la brillantez. Pero el film, igual que el protagonista, es a veces hipermétrope: cuando se acerca demasiado e incluye giros de guion bruscos, en los clímax de la película, es cuando se vuelve más borrosa, cuando se pone en evidencia cierta brocha gorda. Esto queda en evidencia en un final inesperado y posiblemente innecesario, que desluce todo lo sugerido, todo lo cocinado a fuego lento.

Animalia, atrapada en la logia del Marruecos rural

Uno de los pilares de la Sección Oficial de este año, tal y como señalaba ayer en una presentación el asistente de programación Enric Albero, es la filiación al género como filtro a través del cual contar los conflictos más habituales del cine del mediterráneo, como las guerras, la clase, o el machismo. Animalia es un ejemplo perfecto de ello. Un debut fascinante de Sofia Alaoui, que llega con premio en Sundance bajo el brazo. Una de las producciones más grandes de la toda la sección.

Alaoui narra la historia de Itto, una joven de origen humilde casada con un empresario de una familia aristócrata. Viven con la familia de él en una mansión en el Marruecos rural y ella está a punto de dar a luz a su primer hijo. Las cosas en casa no son fáciles porque el yugo de la clase se pone en evidencia en la relación que tiene la suegra con la protagonista. Itto vive atrapada por amor, pero se ha adaptado a la opulencia. Cuando se queda en casa sola aprovechando una ceremonia al que acude toda la familia del empresario, unos fenómenos meteorológicos extraños acaban sumergen al país en un estado de emergencia que deja a Itto literalmente atrapada en su casa. En su huída y reencuentro en la ciudad, la protagonista volverá al espacio rural, donde se enfrentará a diferentes fenómenos sobrenaturales que pondrán a fuego su fe, protocolizada y superficial.

Como ya ocurre con la literatura, la inclusión de elementos fantásticos para contar un conflicto íntimo de manera menos evidente es una de las grandes tendencias tanto en literatura como el cine. Pero la voz del autor o autora que pone la historia siempre acaba subrayando sus tesis de manera más o menos elegante. En el caso de Alaoui, propone excelentemente que lo sobrenatural arrastre al espectador a un lugar de satisfactoria confusión, un lugar misterioso, una logia lynchiana acompañada de una sólida propuesta visual. A través del mundo animal, crea una perturbación que cambia profundamente la realidad de Itto, pero no necesita de grandes y largos parlamentos, sino de giros de guion inteligentes para atrapar al espectador. De su paciencia y su predisposición dependen únicamente su opinión sobre la película, que solo explica mucho menos de lo que podría de manera deliberada.

The Wedding Parade, Erdogan (además) arruina bodas

Como el concierto de Año Nuevo la mañana del 1 de enero, ya se espera con los brazos el film anual de la Comuna Cinematográfica de Rojava en La Mostra, una de las relaciones más estables de este segundo ciclo del festival. Su firma inconfundible busca poner negro sobre blanco las consecuencias del conflicto del territorio especialmente con Turquía, que no reconoce su soberanía.

En este caso, la directora Sevinaz Evdike llega a València en solitario con The wedding parade, un drama que articula este gran eje a través de la historia de Gule, Barin y Naze, tres mujeres cuyas bodas se enfrentan a diferentes momentos de la invasión turca a Serekaniye, su pueblo. Gûle se casa al día siguiente de los primeros ataques y la familia de su novio visita su casa para plantear la cancelación de la boda; Barin se ha casado mientras ha estallado el conflicto y ni siquiera le ha dado tiempo a firmar el enlace, por lo que no puede huir con el que sería su marido; Naze se interesa por un hombre ya en el refugio de la población que acoge a los refugiados de Serekaniye.

Las tres mujeres se enfrentan a una cuestión vital para sus vidas, porque el matrimonio también significa el cambio de domicilio familiar, del hogar de toda su vida al de la familia de su marido. También el matrimonio significa la consumación de un amor que se puede desarrollar en plenas condiciones, una vez es aprobado por la autoridad religiosa. Por eso estas tres historia pueden reflejar un drama humano con contiene verdad.

Evdike, como todas las películas de la Comuna Cinematográfica de Rojava, es ambiciosa con su propuesta de reflejar la guerra con una producción modesta. Sin duda, utilizan el cine para multiplicar las posibilidades. Pero lo posibilista, que es un valor a defender desde la crítica cinematográfica, se hace evidente para el espectador medio. Solo la verdad que contiene la historia de estas tres mujeres puede distraer que el sonido de las bombas no puede acompañar a las imágenes espectaculares a las que nos tiene acostumbrados Hollywood.

Riverbed, duelo de silencios

Un silencio puede decir mucho más que un largo parlamento. Riverbed quiere ser una buena muestra de ello. El film libanés de Bassem Breche narra el reencuentro entre una madre y una hija, cuando esta vuelve a casa en medio de un momento complicado en su vida, abordando un divorcio y embarazada. La madre, por su parte, lleva una extraña vida solitaria, con la que el director contrasta escenas de pasión y de fría rutina. El encuentro entre madre e hija, lejos de cataculpar algo, se convierte en un duelo de silencio entre ellas, una tensión que se cocina a fuego lento y que no precisa levantar la voz para cocerse.

Las dos actrices viven bajo el mismo techo y se van acercando tan poco a poco que es casi imperceptible. Breche no da licencia formal alguna y siempre utiliza la cámara con manos de cirujano, precisa pero fría. Ni siquiera en un final que esta crítica va a desvelar porque es crucial para leer la película: la hija acaba abortando, todo un tabú en algunos países árabes y, según las crónicas de su pase en el Festival de El Cairo, todo un escándalo entonces. Culturalmente, esta película necesita margen de contextualización, porque el aborto es todo un conflicto cultural oriente-occidente, por mucho que tengamos una sensación de claro retroceso en Europa y Estados Unidos.

Breche quiere reflejar formalmente el silencio impuesto por cultura entre las mujeres en el Líbano. No necesita este film grandes villanos masculinos para que sea así (sí necesita dos grandes interpretaciones femeninas, que las tiene). Se da por supuesto, y son las propias mujeres las que deben adquirir la capacidad de comunicarse que les han arrebatado desde sus propias familias. El director conduce su propuesta hasta tal punto que puede alejar a un espectador poco paciente, estira tanto que la tensión puede expulsar al público de la película. Quien se quede, conseguirá sacar emoción de esta historia como quien saca agua fresca de un pozo. Es en ese alivio (realmente dramático) donde el espectador encuentra la verdad en esta película.

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