Cullen Bunn escribe un cómic que parte de la idea de que no siempre nos libramos de los errores del pasado. En este caso vuelven, en una fábula de terror, para obligar al protagonista a seguir cometiendo crímenes. Una metáfora interesante y divertida sobre la imposibilidad que tenemos de ser buenos cuando hemos sido malos
VALÈNCIA. Una vez tuve noticia de que un tipo, querido y respetado por la comunidad rockera española, se levantó una noche sonámbulo de la cama y se tiró por la ventana. Se rompió las dos piernas. Mucho me dio que pensar aquello. No puedo concebir mayor putada que perder el control mientras estás durmiendo. Díganme ¿de qué sirve ser sano y prudente, de qué sirve no inyectarse la droga en la vena con un sifón, si luego cualquier noche podemos caer en el sonambulismo, salir al balcón y morir sin comerlo ni beberlo?
Pues bien, Image Comics lleva publicando desde esta primavera una serie que se parece bastante al argumento neorrealista español que acabo de compartir con ustedes, aunque es un poco más emocionante, claro. Se trata de un tipo, Adrian, que cuando se duerme tiene unas pesadillas espantosas. Su imaginación se rebela contra él. Digamos, para no adelantar acontecimientos antes de que acabe la serie, que en una de esas fases es alienado y comete actos que no le gustaría haber hecho, como rebanarle la garganta a un caballero y sacarle los ojos.
Bella y hermosa escena, estarán pensando irónicamente. Pero no. Es bonito, si por algo merece la pena Regression, escrito por Cullen Bunn y dibujado por Danny Luckert y Marie Enger, es por unos escenarios truculentos, decadentes y un buen gore si tienen que ser gore. Cuando al autor, Luckert, le han comentado que hay dibujos demasiado impactantes por lo desagradable lo ha visto como "un cumplido", dijo en una entrevista. Le alegraba que le dijeran que revuelven el estómago.
Pero el sello distintivo son los insectos. De ellos están hechos los sueños del protagonista y rodean a las ninfas llegadas de esa extraña dimensión pidiéndole sexo. Son viñetas logradas en las que se mezclan mujeres hermosas con insectos saliéndoles por los orificios.
Había una película no muy exitosa entre la crítica, la segunda parte de El Exorcista, filmada por el muchas veces incomprendido John Boorman; incomprendido sobre todo cuando rodaba delirios como este. Mientras James Earl Jones ponía voz a Darth Vadder, en 1977, apareció en esta película vestido de saltamontes. Un diablo, Pazuzu, andaba detrás y lo tenía todo perdido de insectos, saltamontes mayormente. Pues escenas de este cómic recuerdan a esa obsesión que le dio al cineasta británico en aquel fracaso que hoy la gente se lo pone para reírse más que para pasar miedo.
Que aquí el protagonista tenga regresiones a vidas pasadas y esté perseguido en sueños por criaturas del más allá que son capaces de llegar, con instintos asesinos, al más acá, no es que sea la panacea argumental. Pero el abatimiento del protagonista durante los cinco números que han aparecido, sin levantar cabeza, sin saber qué le pasa y con unos sueños como los descritos, eso sí que engancha, que es de lo que se trata.
Es una historia esencialmente incómoda, a veces hasta repugnante, y como no tiene ni pies ni cabeza, seamos justos con las regresiones de otra vida que te obligan a torturar al primero que pillas, solo por el lado lúdico tiene un pase. No obstante, en la última viñeta del número de octubre, cuando los detectives son igualmente atacados que sus perseguidos, Adrian, el protagonista, y su chica, solo piensas en la siguiente entrega.
Como delirio, hay que admitir que el hecho de que tu yo del pasado venga de un mundo lleno de complejos, problemas, malos rollos, venenos, sexo y demás, a buscarte al presente, no es a priori una mala idea. Que alguien no pueda escapar de los errores del pasado, que estos se le presenten como la peor pesadilla y no le permitan actuar en condiciones tiene enjundia. Pero aquí está desarrollado con pocos matices. Es un corre-corre con buenos sustos, pero no te traslada a una ficción profunda y que meta realmente miedo.
De todos modos, en Comicsverse el autor de la idea, Bunn, la explicó de esta manera: "Una de las cosas con las que siempre me ha fascinado de la regresión de la vida pasada es la idea de que todas estas vidas que has vivido todavía están ahí en tu cabeza, pero están divididas, esperando ser accedidas. Por supuesto, acceder a estas vidas podría volverte loco. En este cómic, jugamos mucho con lo que es real y lo que no lo es, lo que es la verdad y lo que es una mentira, y lo que ocultamos ... incluso de nosotros mismos".
Como en toda buena historia de terror, lo que tenemos es una enseñanza. Casi siempre, como es el caso, referente a nuestros temores más íntimos. Claramente, el protagonista es ese tipo de persona que llevó una vida licenciosa. Aunque aquí se plantee como vidas anteriores, se lee perfectamente y se activa en nuestra mente que la idea general es la imposibilidad de volver a ser bueno cuando has sido un zascandil. Esos fantasmas siempre te perseguirán para que, en un momento de flaqueza, vuelvas a irte con ellos de marcha.
Por cinco euros en Amazon y con unas viñetas impactantes, difíciles de olvidar, y que juegan a la grima con eso de mezclar deseo e insectos, Regression es justo lo que uno demanda para echar el rato.