ESCAPADAS HEDONISTAS

Rueda en tres paradas 

Una bodega, un restaurante y un hotel que hacen que el viaje merezca -y mucho- la pena.

10/11/2023 - 

En otoño, escapadas. Y más mientras nos preparamos para lo que se viene, las Navidades, claro está. Así que nos vamos cerquita, a un lugar que lejos de lo que muchos puedan pensar, vale mucho la pena, la zona de la Ruta del vino de Rueda.

Dejamos atrás los prejuicios que a veces están asociados a este tipo de vinos. Que si son peleones, que si dan dolor de cabeza, que si son afrutaditos... En la viña del señor, como en todas partes, hay de todo. Y aquí en concreto lo hay muy bueno. Y sino, que se lo digan a Wine Enthusiast, que en su última edición ha dado más de 90 puntos Parker a unos treinta vinos de la DO. 

Y aunque sea una zona vinícola, es mucho más. Un destino cultural (para alucinar son el Castillo de la Mota o el Real Convento de Santa Clara), de paisajes (atesora el meandro más grande de un río en Europa, el del Duero), gastronómico (¡viva el lechazo!) y de bienestar y descanso. 

¿Primera parada? Una bodega, como tiene que ser. Nos vamos a conocer el trabajazo de uno de los enólogos más importantes del mundo, François Lurton y su bodega en Rueda, Campo Elíseo. A priori ni parece una bodega, porque lo realmente interesante, está fuera de la vista. Pero vayamos por partes. Lurton llegó a la zona y se enamoró del Verdejo. Adquirió una casa solariega con un secreto, una bodega subterránea a más de 10 metros de profundidad, como muchas de las que hay por aquí.


Y, ¿por qué lo que hace aquí es importante? Porque elabora vino como se hacía antes. Desde que la uva se recoge del viñedo del Camino del Puerto, que transitaba Isabel La Católica cuando iba a visitar a su hija Juana -que no estaba loca por cierto-, hasta que llega a bodega. Poca producción pero de mucha calidad, con vinos que pasan por fudres de madera, ánforas y huevos de hormigón. Pero eso mejor te lo cuentan con sus visitas, de las que cuentan con varias opciones que pasan por empezar junto a su viñedo, para terminar catando vinazos de aquí y de Toro y etiquetas como Harmonía, un monovarietal, considerado como el segundo mejor Sauvignon Blanc del mundo.

¿Siguiente parada? Llenar el estómago. Y no solo hacerlo como tal, sino disfrutarlo mientras tanto. Pon en tu navegador, Matapozuelos. Allí, en aquel pequeño pueblecito de la provincia de Valladolid, se encuentra un tesoro, el restaurante La Botica de Matapozuelos. Es el bastión de Miguel Ángel de la Cruz, chef autodidacta que ha hecho de la cocina de territorio su bandera. 

Abrió por primera vez en 2002, como un restaurante familiar junto a su padre y hermano. El padre quería hacer asados y lechazo, pero de la Cruz tenía otras inquietudes. Así que empezó a fijarse en lo que tenía alrededor y a usarlo en su cocina. Este trabajo le valió, en 2012, su primera estrella Michelin. La suya es una cocina personal y con matices que la hacen diferente, pero sin olvidarse de donde están. En la mesa no faltan setas, caza y productos de temporada. 


El lechazo se convierte en un fino paté envuelto en vino tinto, la morcilla de la zona, se mete dentro de un buñuelo... Pero lo más interesante, es su trabajo con las piñas y piñones. En tierra de pinares, fue el pionero en introducir su uso en la cocina. Con ella, en verde, elabora cremas y jaleas y también la congela para rayarla sobre algunos platos como hace con su pieza de venado. Hasta se cuela en el postre, uno que los ha acompañado desde el principio, Piñones y pinares, una oda a la conífera en la que todo el plato se elabora con ella e incorpora un helado de piña verde y una espuma de piñones tostados. 

Para beber también de lo lindo, ponte en manos de Alberto, su hermano, que maneja una bodega con referencias de todo el mundo, pero especial ahínco en la zona de Rueda y con joyas como 61 Dorado, un vino elaborado como si fuese un Jerez, con soleras, de la bodega Cuatro Rayas. 

¿Tercera y última parada? El descanso del guerrero. Lo encuentras en Olmedo. Es el primer hotel que abrieron los de Castilla Termal, un grupo que se dedica a dar nueva vida a patrimonio y edificios históricos, para convertirlos en alojamientos con un plus, aguas termales. Este es el antiguo convento del siglo XII que se conocía como Sancti Spiritus. Ahora es uno de los mejores alojamientos de la zona, que aúna todo eso que uno busca cuando quiere descansar de verdad. Habitaciones amplias y confortables, que te reciben con una delicia, los mantecados de Verdejo que preparan en el obrador la Giralda de Castilla. También con sus propios amenities, en la línea de la sostenibilidad -no hay plásticos de un solo uso- y formulados con agua termal.


¿Tercera y última parada? El descanso del guerrero. Lo encuentras en Olmedo. Es el primer hotel que abrieron los de Castilla Termal, un grupo que se dedica a dar nueva vida a patrimonio y edificios históricos, para convertirlos en alojamientos con un plus, aguas termales. Este es el antiguo convento del siglo XII que se conocía como Sancti Spiritus. Ahora es uno de los mejores alojamientos de la zona, que aúna todo eso que uno busca cuando quiere descansar de verdad. Habitaciones amplias y confortables, que te reciben con una delicia, los mantecados de Verdejo que preparan en el obrador la Giralda de Castilla. También con sus propios amenities, en la línea de la sostenibilidad -no hay plásticos de un solo uso- y formulados con agua termal.


Fuera de la habitación, patios y claustros para esparcirte y un restaurante, El Hontanar, donde si no te apetece salir, te preparan platos fantásticos como unos níscalos de temporada al ajillo o un pincho de lechazo churro con su ensalada de lechuga y cebolla que te hará necesitar una siesta posterior. 

Y por supuesto, la zona de spa y wellness. La leyenda cuenta como bajo este convento, había aguas con poderes curativos. Los tengan o no, lo cierto es que la experiencia es para no perdérsela. Desde chapotear en su piscina termal, hasta reservar la experiencia 'patio mudéjar'. Tomando como inspiración el patio mudéjar castellano del Real Convento de Santa Clara de Tordesillas, han montado un lugar que parece trasladarte a otra época. A través de la decoración y con su sauna y pediluvio, el hamman o las piscinas de contraste de temperaturas en su preciada agua mineromedicinal.