DE MERCADOS

Si quieres hacer grandes acciones por el planeta compra en pequeños comercios a granel 

Mientras el sentido común clama por el consumo autosostenible de producto de proximidad, sin plástico y fresco, los mercados llamados a ser el epicentro de esta causa están en vía de extinción.

| 24/03/2023 | 6 min, 21 seg

La mayoría de los mercados municipales de Valencia agonizan, los puestos están cerrados, tienen ofertas de traspaso o con alguna suerte se convierten en bares fantasma.

Quien no recuerda de pequeñ@ acompañar a su madre al mercadillo alguna mañana- y encontrarse de repente una multitud de personas transitando entre los tenderetes y sumergirse en el oleaje frenético de los vendedores que pregonaban todos al mismo tiempo sus mercancías algunas de dudosa procedencia, como una algarabía que se convertían en plegarias lanzadas al universo para poder vender sus viandas y enseres. No faltaban las adivinas que te auguraban la buena suerte si comprabas la ramita de romero, las conversaciones animadas en las esquinas con vecinos del barrio. Generalmente estos mercadillos itinerantes eran la prolongación del mercado municipal.

Cuando por fin entrabas en el mercado el run run de la calle se atenuaba, con un ritmo particular, de alguna manera generaba una sensación de protección, circulabas sin la sensación de ser engullido por una multitud arrebatada, l@s vendedores en sus puestos reconocían a mi madre, se dirigían a ella por su nombre y se entablaban conversaciones mas intimas, preguntaban por la salud del abuelo y algún vecino se unía a la tertulia , era todo mas amable y con mucha mas empatía que en el mercadillo callejero, terapéutico diría yo.

Y en el mercado el ritual de las compras, la parada de las manzanas que venían de Ademuz, la vendedora sabia cuales eran las preferidas de mi madre, las calabazas de Alboraya, las habas en temporada de La Ribera, los tomates del Perelló, y les taronxes de Caracaixent.

Las paradas de fruta y verduras me embriagaban por sus colores y aromas y además siempre nos daban algo extra de regalo para la xiqueta, de la fruta nos íbamos al granero, habían dos dispensadores de granos muy grandes en la ciudad, el de Gullent de Castro y el de la calle de la Lonja, pero mi madre prefería hacer toda la compra en un solo lugar, así en el mercat cargábamos la malta del miguelete, el arroz, pasta, garbanzos, lentejas , judías blancas, guisantes secos, garrafones y altramuces que vendían a granel.

Con el florecimiento de las grandes superficies la mayoría de estos mercados se han quedado somnolientos,- Lost in Translation- por otro lado la globalización y la “chinización”han hecho que los mercadillos callejeros tengan una vida bulímica y que cada vez proliferen mas, con la falsa idea de que todo es mas barato, otro tema del que podíamos hablar en profundidad, pensar que algo pueda ser barato sin considerar el costo e impacto que ha tenido sobre los esclavos que lo han confeccionado, la huella de carbono que ha dejado al planeta y la efemeridad y obsolescewncia casi inmediata de su uso, desechables estacionales.

Así el lugar intimo del encuentro, los mercados municipales de barrio agonizan, y es que la fusión se convirtió en con-fusión. Con la entrada de grandes supermercados, que vistos con perspectiva no son mas que grandes naves frías, impersonales, donde las naranjas vienen de Chile, las calabazas de la china, las judías de La India , las verduras están embalsamadas en bolsas antibao, con un precioso verde lleno de sustancias químicas que destruyen nuestra inmunología, con las estanterías dispuestas estratégicamente para que tu compres lo que no necesitas, donde terminas muriendo en las manos de la seducción visual los colores, los embalados y los regalos , porque por la compra de uno te llevas dos y al final la cesta de la compra se triplica con comestibles y casi ningún alimento. Y por supuesto la fría soledad que no da lugar al encuentro y la tertulia.

Muchos de los mercados municipales son reconocidos por la belleza de su arquitectura, pero justamente el mercat de Jerusalén es el único que no esta construido en un edificio exento levantado expresamente para tal propósito, con el

Hándicap que cuando la vida de mercado muera este no será honrado por su arquitectura modernista o su belleza como fue el caso del mercado de colon, el mercado de abastos y otros, cuando el mercado muera morirá.

Un poco de historia , En 1835 muchos conventos y monasterios de la ciudad de Valencia fueron abandonados y demolidos. El derribo del convento de Jerusalén en 1933, y la progresiva urbanización de terrenos que este ocupaba, llevaron a la aparición de un barrio nuevo. Allí surgió un mercado para abastecer de productos a vecinos de la zona: el mercat de convento Jerusalén en el actual barrio de La Roqueta, con una entrada situada en Matemático Martzal y la otra en la calle de la Estrella.

En su origen, el mercado se desarrollaba entre las calles Pelayo, Matemático Martzal, Julio Antonio y Convento Jerusalén, era uno de mercados mas grandes de la ciudad, había un poco de todo pero sin ningún orden. En 1997 el ayuntamiento compro el edificio situado en la calle Matemático Marzal y lo demolió para construir uno nuevo así en la planta baja se instalarían los comerciantes. Desde el exterior da la sensación de que es como una galería comercial a la que se puede entrar por una calle y salir por la otra, en el otro extremo, un cartel del ayuntamiento y un letrero con letras rojas y en mayúsculas nos dan la bienvenida al Mercat.

Justo en el centro del mercat nos encontramos con Ki punto ecotienda, la parada de Miryam Su presencia inquebrantable que llevan años proveyendo de cereales en grano y legumbres a granel, productos ecológicos, locales de proximidad, aconsejando al cliente y tejiendo relaciones en el vecindario.

Miryam es una sobreviviente que persiste por convicción y pasión, a la tribulación del mercado, esta convencida que una alimentación basada en alimentos orgánicos, son el eslabón perdido de la buena salud personal y planetaria A su tienda acudes con tu propia bolsa de tela, con botes de cristal reciclados “zero waste

Su pasión y convicción hace que este mercado de alguna manera resucite de martes a sábado, una clientela convencida y consciente.  “Hace 21 años a través de una alimentación adecuada, basada en plantas y consciente, salí de una enfermedad autoinmune con un pronostico degenerativo e incurable, que había minado mi vida durante 4 décadas, compartir con mis clientes esta realidad es la mayor motivación para subir la persiana cada día”

A su puesto acuden  numerosas personas buscando orientación e inspiración en la compra, recetas de cocina, y algún secreto de salud, Su pasión y convicción hace que este mercado de alguna manera resucite de martes a sábado. 

La comida ecológica no es una novedad, por el contrario es rescatar la forma tradicional de cultivar sin químicos ni modificaciones genéticas.

Que mercados municipales no se extingan, también depende ti y de mí, volvamos al mercado.

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