¿aristocrático o democrático?

Somos lo que bebemos

Si leer es vivir dos veces, beber vino es hacerlo solo una. Pero de manera intensa.

21/04/2023 - 

Recuerdo la primera vez que probé un Petrus. Estaba sentado en una mesa con un par de constructores de la vieja escuela. Traje a medida de Puebla: azul medianoche el primero. Gris cobalto el segundo. Corbatas de seda. Camisas blancas. Uno era orondo. El otro afilado. Un bigote sobresalía del primero. El otro ofrecía la cara limpia, rasurada milimétricamente. Quizás a navaja. Tal vez de barbería. Los ojos brillaban y las carcajadas retumbaban en el reservado. La mesa, larga, era de madera. Roble diría. Tal vez boj. Unas lámparas, de tipo farolillo colgaban de la pared. Los apliques dorados. La pantalla de vidrio soplado. La luz ténue. Sobre la mesa, ostras, almejas de carril, quisquilla de Santa Pola, cigalas de tronco, gamba roja de Dénia, angulas… Y justo en ese momento llega la obscenidad. “¿cuál es el vino más caro que tienes?” ”Petrus” ”Pues sácanos dos botellas”.

Hacía tiempo que había abandonado el mundo de la agencia para pasar al de la empresa. Ese momento en el que dejas de ser empleado y pasas a ser dueño. Dejas de ser un tipo divertido y  querido y pasas a ser criticado y analizado con lupa por la competencia, el mercado o los empleados. Ya no eres uno de ellos. Eres el contrario. Ya no eres el que hace favores. Eres el que quiere su dinero. Y eso nunca sienta bien, porque mientras estás en el redil eres dócil, pero cuando reclamas tu parte del pastel eres despreciable. En fin, la vida. Tenía que aprender códigos, formas, maneras y conductas. Y el primero es que en ciertas mesas, no importa la sensibilidad, el conocimiento o el buen gusto. Lo único importante es sacártela, medírtela y ver quién la tiene más larga. Bebí Petrus sin inmutarme, como quien bebe un vino del súper a 3,89 €. Cerré el contrato y saqué un aprendizaje. El vino, no es democrático. Es aristocrático. Y para entrar dentro de ciertas esferas habría que gastarse los titos.

EN ESE MOMENTO LLEGA LA OBSCENIDAD. “¿CUÁL ES EL VINO MÁS CARO QUE TIENES?” ”PETRUS” ”PUES SÁCANOS DOS BOTELLAS”

Durante un tiempo me convertí en ese ser despreciable. Ellos querían ser Gordon Gekko. Ellas Vivian Ward. En ese mundo superficial y omnívoro, que devoraba carreras, sueños y personas bajo la excusa del crecimiento y el utilitarismo, había algo que no encajaba. Solo importaba la apariencia: las etiquetas en la mesa, los zapatos lustrosos, los relojes hereditarios y las sonrisas inmarcesibles. Y a mí, que me interesaba lo sensible y lo inteligible, las ideas, las personas, las historias y las emociones, se me estaba haciendo bola todo. Y paré. Lo único que me salvaba era bajar a comer solo a El Celler del Tossal, que por entonces regentaba Luca y aprender. Aprender a beber a través de la generosidad y la sensibilidad. No fue el único, también Guillaume y Pepico me inculcaron la semilla, de lo que sería hoy. Tras pasar varios años enfocado en la Parkerización de los vinos y los precios de ciertas etiquetas, empecé a ver otros caminos, más ligeros, más amables, más humanos, más honestos. Siempre habían estado ahí, solo había que cambiar la mirada. Y la cambié.

Recorrí Alsacia y La cuenca del Rhin, me empapé de Nebbiolo y Sangiovese, degusté Aglianicos tremendos, celebré la Beaujolais nouveau, me inundé de Bairrada como sostenía Pereira, abracé la Pinot Noir con el mimo de un monje Benedictino, ardí en los volcanes Canarios, crucé de una orilla a otra del Garona, me zambullí en el Loira y en las rosadas aguas Bandolesas, visité comunas de la Provenza y antiguas ciudades papales, me perdí en las terrazas de la Ribeira Sacra, me sentí un forajido en Sonoma y Napa, escuché el quejío de las albarizas Jerezanas, retrocedí en el tiempo Riojano y me bebí las estrellas: Chardonnay, Pinot Noir y Pinot Meunier, Cientos de ellas. De Ambonnay a Bouzy pasando por Le Mesnil-sur-Oger. Como decía Jerome en Gattaca, para ser alguien que nunca estuvo hecho a la medida de este mundo, debo confesar que me estaba resultando difícil abandonarlo. Claro que dicen que cada átomo de nuestro cuerpo formó parte alguna vez de una estrella. Así que quizás no me estuviera marchando. Quizás estaba volviendo de nuevo a casa.