VALÈNCIA. Ya está aquí, ya llegó. El fotógrafo Spencer Tunick ya se encuentra en València ultimando los detalles de la fotografía que tomará este sábado, que se sumará a la colección de imágenes en las que retrata a centenares de personas desnudas en el espacio público. Con la 'base de operaciones' fijada en el Centre del Carme, el estadounidense se sienta a charlar con Culturplaza 48 horas antes del Día D sobre un proyecto que nace para poner nervioso al personal y que va más allá de quedarse en pelota picada. Pese a ser capaz de movilizar a miles de personas en todo el mundo, Tunick se confiesa como un hombre tímido, un 'simple' neoyorquino fan de los Beastie Boys. Como biografía de Twitter no da para mucho. "Estaba jugando a baloncesto con Mike D y me rompió la costilla. Él no sabía quien era yo, pero yo sí quien era él", nos cuenta cuando, sin querer, le suena una de las canciones del grupo en el móvil. Esa sí que es una buena bio. Pero no nos vayamos por las ramas. Se espera que en torno a las 2.000 personas se congreguen en el Centre del Carme este sábado en una fotografía que, nos cuenta, se suma a los distintos proyectos que ha realizado sobre la igualdad -o falta de ella- de género.
Para ello, como siempre, se servirá de los centenares de cuerpos desnudos que son para él un "medio", un utensilio que le sirve para desarrollar una narrativa que tiene más de una capa de lectura. "Hay gente que va a una tienda de productos de arte para comprar un lienzo o pintura. Yo hago llamadas públicas para reunir a mi 'medio', a las personas con las que llevar a cabo mi visión", explica. Tras varios meses de preparación y algún que otro movimiento de fecha, el fotógrafo aterriza en València de mano del festival de arte Intramurs con una sola petición: que nos quitemos la ropa.
-¿Qué suma el cuerpo desnudo a la poesía de su obra?
-Estamos muy familiarizados con estatuas de desnudos. Yo las llevo a la vida pero desde un punto de vista contemporáneo, haciendo referencia a los happenings de los 60 o el Land Art de los 70. Quiero acercarme a la zona de confort de lo clásico añadiendo estremecedor efecto de las performance y del Land Art. Mis referencias son desde Yoyoi Kusama a la escultura de Richard Long o Robert Smithson.
-¿En qué cambia poner el foco en muchos desnudos en lugar de uno?
-Lleva a la gente a adueñarse de su propio cuerpo, a adueñarse de las calles, sin el control de las empresas o el gobierno. Para mí, estos proyectos tienen que ver con dar el poder a la gente y, al mismo tiempo, se trata de trabajar con el cuerpo como un organismo, como una substancia. Hay dos partes en este trabajo.
-Los espacios que ocupa están habitados, son -en su mayoría- urbanos, ¿cómo les afecta que sus 'vecinos' van desnudos?
-Estoy seguro de que da un nuevo significado a los sitios, empieza un nuevo diálogo entre los participantes y el espacio y, con suerte, este diálogo se extiende al público. Ese es el regalo que llega después, al compartir el trabajo.
-Aunque su obra tiene un gran impacto global, tiene una raíz local.
-Exacto. Para mí, lo más importante es que la gente viva una experiencia de conexión local. Si el trabajo resultante es lo suficientemente bueno como para tener impacto en otras regiones o países, perfecto. El resultado final, en cualquier caso, es una experiencia distinta. Al final, si hago una buena obra de arte se convertirá en algo que pueda ser visto más allá, a escala global. Pero el punto de partida siempre es local.
-¿Qué trabajo hace previo a su llegada a una ciudad que no conoce?
-En realidad siempre me ha interesado más la persona. En España, por ejemplo, me interesa el fuego que tienen sus habitantes. Siempre me ha parecido más interesante la gente y mis experiencias aquí han sido geniales. En Barcelona pasé el tiempo más increíble y en San Sebastián fue fantástica la confianza que pusieron en mi trabajo. Cuando me ofrecieron venir aquí, me emocioné mucho. Me alegró mucho pensar que iba a volver a trabajar en España. Fue en ese momento en el que me puse a pensar en aquellas ideas que vinculen la ciudad en la que voy a trabajar con mi estado emocional actual. En ese punto me pregunté cómo podía hacer un trabajo que hable de la igualdad de género, en el que la mujer sea poderosa. En esto estoy trabajando.
-Esta conversación se da con fuerza en la actualidad, ¿cómo la trasladará a la fotografía?
-En una de las fotografías los hombres desaparecerán, los tumbaré dejando solo a las mujeres a la vista. Otra de las opciones es separar a mujeres y hombres y, por último, las mujeres ayudando a los hombres. El proyecto habla de un nuevo inicio, de arreglar el pasado.
-Si bien es una temática transversal, se han dado momentos clave como el #metoo o la huelga feminista, ¿cuál fue el punto de partida de esta idea?
-Mi esposa, que también es artista, está pintando una serie de mujeres en política, así que he estado involucrado en muchas de sus conversaciones sobre esta cuestión, a raíz de su proyecto. La fotografía es un homenaje a mi mujer. Junto a ella, además, hice un trabajo en la convención nacional de Partido Republicano contra este partido, contra Donald Trump y Michael Pence, en 2016. El proyecto en València es un nuevo escalón de los trabajos que desarrollo en esta temática, en torno a los derechos de las mujeres.
-¿Por qué asusta la desnudez?
-El desnudo en el espacio público es todavía algo muy explosivo. Estamos tan acostumbrados a los desnudos en Netflix, en televisión, en revistas que pensamos que no hay ningún problema con ello, pero en el espacio público todavía hay una frontera. Por eso trabajo con ello, por eso confronto a los conservadores con estas imágenes. En los Estados Unidos puedo ser arrestado y llevado a la cárcel por hacer mi trabajo, esto me puede pasar en medio centenar de estados. En Nueva York puedo, pero fue mi abogado y yo quien ayudó a que así fuera. Mandaban a la policía a arrestar a la gente, aunque tuviéramos el derecho a hacerlo. Decían: arréstenlos y luego ya nos ocuparemos de ello. Pero gané el juicio y ahora puedes estar desnudo en una actividad artística.
-Sin embargo hoy vemos más cuerpos desnudos que nunca.
-Hay una explosión de este tipo de fotografía. Es una manera de decir: que te jodan, soy libre. Pero en realidad no somos libres en el espacio público. Pero ese es mi objetivo: ser libre.
-¿Cuál ha sido su experiencia más dificultosa?
-En Nueva York ya no es difícil, ahora los problemas los encuentro para obtener los permisos en países donde no he trabajado antes. Nunca he trabajado en Asia, por ejemplo. Un museo de Corea del Sur se interesó por mi trabajo, pero al final no se pudo llevar a cabo. Intenté trabajar en las Islas Canarias, pero el gobierno dijo que no. También es Moscú lo intenté pero es imposible... Al final, para poder hacer mi trabajo lo que realmente necesito es un director de museo o curador apasionado que pelee por el proyecto.
-Podemos confirmar que la fotografía se tomara en el entorno del cauce del río, ¿por qué este emplazamiento?
-[Piensa] Sabía, por el tiempo que hace en la ciudad, cuanta gente podría venir, así que elegí un emplazamiento que pudiera hacer fácil a los participantes su papel, que tengan una buena experiencia. Habitualmente no dejo que la meteorología dicte mis instalaciones, pero cuando tengo miedo por su nivel de confort, combino mi idea con su felicidad.