VALÈNCIA. Dicen que los buenos modales requieren de pequeños sacrificios. Al observar a Steve Anderson, cualquiera diría que son un talento natural, sentado al fondo de Ma Khin Café, frente a una mesa iluminada de forma tenue, y tecleando con concentración en el ordenador. Saluda con amabilidad y ofrece una taza de té. La cortesía es una constante a lo largo de nuestra charla, que se detiene cuando las palabras se pisan, porque todavía no tenemos ese tipo de confianza, e incluso al descolgar el teléfono para atender una llamada, que resuelve con diplomacia. "He sido demasiado correcto, ¿verdad?", bromea.
No parece un hombre a punto de abrir un nuevo restaurante. Ni un hombre que acabe de publicar un libro biográfico junto a su hermana, bajo el título ‘Una historia de Birmania: cocina, familia y rebelión’, que está expuesto en la estantería del fondo y recostado con sutileza en la mesa donde charlamos. Pero es todo eso, y mucho más. Un inglés de sangre birmana, cuya búsqueda incesante de las raíces ha propiciado una exitosa trayectoria, tanto profesional como personal. “Supongo que era un niño en busca de identidad, que quería sentirse aceptado, y por eso de adulto soy tan complaciente”, reflexiona al respecto.