Desde hace 22 años Sushi Cru hace felices a quienes disfrutan de la gastronomía nipona sin artificios, de calidad y a precios más que ajustados
En el barrio de El Carmen, ubicado en la esquina de una calle poco transitada (Pintor Zariñena, 3), el restaurante Sushi Cru brilla con luz propia, la que sale de sus grandes ventanales y la que irradia el propio local. Un pequeño bastión para los amantes de la gastronomía nipona que no requieren de grandes sofisticaciones y de un ambiente formal para disfrutar de una comida o cena a base de nigiris, makis y sashimis de calidad — y a un precio ajustado—. Una comunidad de feligreses que desde hace más de dos décadas frecuenta Sushi Cru sin temor al cambio porque, por más que pasen los años, encontrarán buena materia prima, respeto por el producto y una elaboración sencilla.
Precisamente ese es el secreto de Sushi Cru, que abrió sus puertas en 2000, cuando comer con palillos en València no se estilaba tanto como ahora. Incluso se puede decir que fueron pioneros en traer una barra de sushi a la ciudad. Los tiempos han cambiado —hoy los ‘japos' están de moda— pero Andrea Pérez y Vito Giacalone mantienen la filosofía de siempre: “Respeto por el producto, con pescados frescos del Mercado Central y verduras ecológicas y de proximidad”. Aspectos a los que se suma la relación calidad-precio. “Intentamos mantener los precios, aunque con la inflación y los precios de la electricidad cada vez es más difícil”, confiesa.
Andrea llegó al sector de la gastronomía casi por casualidad, buscando un trabajo para financiarse los estudios. Sin embargo, aquello que parecía algo temporal se convirtió en su pasión y le llevó a aprender de la mano de Heike Martina el arte de hacer sushi, quien a su vez aprendió de un sushiman en Berlín. Un amor que once años más tarde tendría su luna de miel culinaria: Heike emprende su nuevo proyecto y Andrea decide tomar las riendas de Sushi Cru. Es noviembre de 2011 y una nueva etapa acaba de comenzar. Aquel paso sería casi tan decisivo como hacer un buen sushi —“lleva meses hacerlo bien”— y, al igual que el punto de arroz óptimo, salió de forma natural. Tanto, que su pareja Vito se unió al proyecto.
Un restaurante en el que es imprescindible reservar mesa por sus reducidas dimensiones. De hecho, solo tiene capacidad para dieciocho comensales. No hay espacio para más ni se busca porque prefieren ofrecer un servicio cercano, casi de tú a tú, para que los comensales se sientan como en casa. Y lo logran porque aquí no importa que el sushi no lo puedas coger a la primera con los palillos o que montes un espectáculo al comer el Temaki… Aquí lo que importa es que disfrutes y te dejes llevar. Eso sí, mantén los modales si vas con alguien con quien no tienes mucho trato aún o… ¡Qué demonios! La noche es larga y… ¿joven?
Esa informalidad es uno de sus fuertes y tanto Andrea como Vito la cuidan. Lo hacen con su cercanía y su predisposición a hacer de su casa un lugar para todo el mundo. De ahí que ofrezcan muchas opciones veganas, lo que convierte a Sushi Cru en un restaurante de encuentros para todos los gustos y sensibilidades. “Desde siempre ha sido así porque queremos que todos disfruten aquí”, comenta Andrea señalando que esa predisposición se debe también a que lo preparan todo en el momento.
La carta es bastante amplia, con ensaladas, misos y entrantes inspirados en los distintos países asiáticos —no faltan hits como las gyozas o el pollo Karaage— aunque el punto fuerte es el dedicado al sushi y todos sus tipos: shashimi, makis y futomakis clásicos, Ura maki —el maki al revés— o los temaki, esos conos de alga rellenos que son imposibles de comer. El temaki Sake mango (salmón, mango y rúcula) está delicioso, aunque también tiene muchos adeptos el de piel de salmón, aquacate y rúcula.
Además, los fines de semana son el momento para la creatividad pues ofrecen propuestas fuera de carta, como el tartar de atún picante con nido de chips o el fideo Udon con gambas, leche de coco y pez mantequilla. ¿Y para beber? Tienen unas treinta referencias de vinos, entre las que no faltan los riesling, en ese guiño que mantienen a Heike.
Por tanto, a Sushi Cru vas cuando te apetece una cena nipona desenfadada, con cierto jaleo a tu alrededor y tienes antojo de sushi de calidad y a buen precio. ¿Mi recomendación? Elige la mesa junto a la ventana —o en la terraza—, comienza la velada con una Sapporo y déjate llevar por las recomendaciones. Seguro que repites.