DESPENSAS PARA SOBREVIVIR

«Te podría dar de comer en una emergencia nuclear. Y te irías bien comida»

Están preparados para el fin, el fin de la hostelería y de esos mediodías cálidos que bendicen estas latitudes todo el año. Los preparacionistas, con sus trucos y despensas, no pasarán hambre

15/01/2021 - 

Jose me cita en el local/taller de su asociación en el barrio de Tres Forques, uno de los más alejados de la costa. Este dato no es casual. Jose tiene cincuenta y siete años y un tatuaje en tipografía militar que pone “semper preparatus” inyectado sobre su pálido antebrazo. Los trazos no están muy rectos y cuesta leer la frase. Me la aclara cuando se percata que no dejo de mirarle el brazo izquierdo. Viene del gimnasio, me dice, como disculpándose por su respiración entrecortada y el chándal de jubilado. El resto de los miembros del colectivo de preppers Preparados Valencia Periférica no quieren salir en las fotos, por lo que sea que pueda pasar. Por esa idea, “lo que sea que pueda pasar”, no tengo claro que ni su nombre ni el de la asociación sean reales. Me han prohibido dar detalles de la localización del bajo en el que, hasta la llegada de la pandemia, se reunían semanalmente para compartir consejos sobre cómo sobrevivir a un desastre de cualquier índole: nuclear, climático, bacteriológico, económico o sociopolítico y construir las piezas para sus correspondientes búnkeres. El local de Preparados Valencia Periférica es
Jose y sus colegas son preparacionistas, del inglés prepper, y quiero saber de ellos porque entre las restricciones a la hostelería, la ola de frío y la subida de la luz, debo pensar en la supervivencia de mi gato.

He llegado a ellos a través de un conocido, es conocido en lugar de amigo porque me cuesta congeniar con personas que comen albóndigas de lata. Directamente de la lata. Mi conocido tiene treinta y dos años, es bombero técnico, aficionado a la espeleología y obsesionado del bushcraft. Alterna almuerzos pantagruélicos con dieta keto, la de los ayunos intermitentes y los huevos con bacon, harina de almendras y aguacate en batido. El bushcraft es el conjunto de habilidades para sobrevivir en la naturaleza. La dieta keto es algo que no hace falta que sepáis. En palabras del bombero, el bushcraft «es un arte, que nos enseña a vivir con lo mínimo, a sacar el espíritu animal que tenemos dentro. El hombre no nació con Google Maps y tiendas Quechua automáticas». Aunque el bushcraft se confunde con el preparacionismo (del inglés preparation), difieren en que los preparacionistas se rigen por la posibilidad del cataclismo, mientras que el bushcraft tiene un puntito de Thoreau en Walden, pero con cuchillo y tutoriales de YouTube.

Los consejos de un ex cocinero militar

Me interesa Jose porque fue cocinero en las Fuerzas Armadas. Me enseña otro tatuaje, en la pantorrilla derecha, que se hizo cuando volvió del Kosovo. Tiene las siglas KFOR (Fuerza Internacional de Seguridad para Kosovo) y una metralleta cruzada sobre una cuchara sopera. El conjunto parece una calavera dibujada por un niño con trastorno de déficit de atención.

«Me gusta más que seamos llamados survivalistas, porque de lo que se trata es de eso, de resistirlo todo. Mi primer contacto con el mundo survivalista fue en Kosovo, estábamos desplegados en Deçan. Allí conocí a Bashkim Dervishi, un tipo aventurero que se iba a los montes Prokletije, sin brújula, ni tienda de campaña, ni saco de dormir, ni chubasquero. Llevaba un cuchillo. Siempre hay que llevar cuchillo. Él me enseñó a construir cabañas y buscar comida en los bosques. También a cazar. Los guisos de caza son mi especialidad, aunque aquí en València entre que el campo está seco y toda la normativa, no me llevo nada a casa». En Deçan, además de estar Dervishi, había un buen número de soldados norteamericanos que eran preppers. «Los americanos me acogieron en su comunidad, dándome todos los consejos necesarios para el día SHTF, que significa “shit hits the fan”. O sea, que la mierda impacte contra el ventilador».

¿Cuáles son los consejos de un preparacionista para no desnutrirse? «Mayonesa. Los gringos le echaban a todo para aumentar el aporte de calorías. En las alubias enlatadas, en la jerky (carne seca) que comprábamos en el pueblo, para hacer sándwiches con los crackers que se traían… yo en mi despensa, en vez de mayonesa tengo muchos botes de alioli. Me gusta más, además, el ajo es antiséptico». Jose prefiere la gastronomía nacional que dejarse llevar por el ramen instantáneo y la pasta rellena. «En mi refugio no falta la paella enlatada, porque aunque estemos en desgracia, el domingo comer paella es sagrao. Para la fibra tengo mis plantitas, que deshidrato y envaso al vacío. Mucho tubérculo que no se hace malo. Y un par de gallinas, aunque los niños se encariñan de ellas y si pasa lo que sea que tenga que pasar y ese día toca pollo frito, va a haber drama. Apunta ahí que el autoabastecimiento es esencial para un buen survivalista».

Jose me enseña una foto de su alacena y es la pesadilla de un nutricionista: Cheetos, Pelotazos, papas sabor jamón y huevo frito, KitKats, Toblerones, Lacasitos, todas las fantasías de Milka, Tigretones, Phoskitos, Doritos y galletas Campurrianas «es que las Campurrianas me saben a hogar, y con leche en polvo reconstituida están ricas». El harén de azúcar y saborizantes tiene su explicación: «Lo normal es que en una situación de confinamiento y caos, la moral esté por lo suelos, pero un premio, una chuchería con kilojulios de energía te anima a seguir con vida, a luchar por tu supervivencia y la de los tuyos mientras ahí afuera el mundo desaparece».  



Le pregunto al survivalista que qué sentido tiene sobrevivir si todo se derrumba, si ya no hay paella con los colegas ni bares donde contar batallitas. Jose aparta la mirada, coge un madero y papel de lija y comienza a frotar. Sus zapatos y los míos se cubren de polvo. En la calle suenan sirenas de ambulancias y bomberos. En un supermercado próximo se están quedando sin stock de papel higiénico y fuet.