VALÈNCIA. Cuando el cineasta Fernando Trueba y el diseñador valenciano Javier Mariscal se juntan en una misma sala huele mucho a café y a humo. El director de cine toma siempre un americano bien largo y el artista se debe al tabaquismo, entre ambos olores pueden dialogar durante horas y horas mientras desde fuera su conversación recuerda a la de dos hermanos riñendo. Según Mariscal la figura de hermano mayor la adquiere Trueba, tal vez por ser un perfil “más sabio” o por llevar un poco las riendas de su relación, aunque ambos se contemplan con gran admiración. Su encuentro esta vez se da en el Salón del Cómic de València, que se celebra este fin de semana en la Fira València. Ambos acuden al gran evento del cómic para presentar conjuntamente su película Dispararon al pianista, en la que investigan la desaparición de un músico brasileño, Tenório Junior, asesinado por la dictadura argentina. Tras la película vino el cómic, en el que cuentan con el espacio perfecto para recopilar todos los testimonios y entrevistas que les llevan a averiguar más sobre el caso.
Para crear este film conjuntamente, al igual que sucede con su trabajo anterior: Chico y Rita; cineasta y diseñador tienen que pasar mucho tiempo juntos. Tiempo en el que conversan sobre el arte, sus obsesiones, el mundo que les rodea y sobre su amistad. En la mesa, entre un vaso que sirve como cenicero y el café aún caliente de Trueba se cuela la grabadora de Culturplaza que permite conservar una conversación en la que estos dos artistas hablan sin miedo a que sus palabras queden registradas.
-¿Qué supone para vosotros estar en el Salón del Cómic?
-Trueba: Yo me siento un poco intruso, menos mal que vengo de la mano de Mariscal para estar aquí. Él es quien me metió en el mundo de la animación y el que hizo que me aficionara con el tema, cuando era pequeño Tintín me deslumbró y mientras otros niños leían tebeos fachas yo…
-Mariscal: No eran tebeos fachas, eran los que se hacían. Roberto Alcázar y Pedrín, el Capitán Trueno… los que había en el momento.
-Trueba: Bueno, quiero decir que no leía esos tebeos, solo leía de vez en cuando a Tintín y puede que Peanuts. También El príncipe valiente que el otro día descubrí que tenía un fanático muy intelectual, aunque ahora no caigo en quien era…
-Mariscal: Aznar, era Aznar.
-Trueba: Calla, era Guy Debord. Y a mi me interesa mucho lo que lean estos intelectuales.
-Para llegar a ser un intelectual nunca se para de estudiar
-Mariscal: Este ahora está obsesionado con Kant, no te digo más.
-Trueba: A ver… Kant siempre está ahí, como Shakespeare y como Picasso. Son imprescindibles en mi vida que nunca dejan de estar. Yo siento que estoy muy “colgado” con el siglo XVIII, con Denis Diderot y con la historia de la Grecia clásica. Aquella gente inventó la democracia, el teatro y de alguna manera el cine, ¿no? Inventar todo eso es inventar la comedia, la tragedia y a la vez la democracia y la filosofía… ¿Cómo no te vas a obsesionar con esa gente?
-¿Qué tiene el siglo XVIII?
-Trueba: Es el momento de máximo esplendor, luego la humanidad pasa por todo tipo de épocas oscuras y la razón nunca vuelve a estar en el lugar en el que merece estar. Esos son los momentos de esplendor intelectual y desde la actualidad los observo muy apenado, porque tenemos guerras en Ucrania y en Gaza, terribles. Por eso mismo quizás me fascinan las épocas de luminosidad de la humanidad, hemos sido capaces de ver algo tan grande en nuestra vida en vez de estar matándonos como sucede ahora.
-Mariscal, ¿a ti que te obsesiona?
-Mariscal: Con estas preguntas nunca sé que responder, siento que una entrevista es como ir al psiquiatra pero sin pagar… Lo cierto es que yo averiguo a posteriori, pero a priori nada. Ahora mismo te podría decir que mi vida en el campo, voy al bosque a recoger leña y hago mi propio compost. Me gusta mucho recomponer el suelo y crear riqueza, con eso entiendo que algún día voy a morir y me quedo tranquilo con lo que he hecho en el mundo. Hasta cuando un tomate se pudre desprende olor a bosque, sus bacterias hacen que la tierra tenga buen aspecto.
-¿Vivís de vuestras obsesiones?
-Trueba: Yo de pequeño quería ser artista, siempre estaba dibujando pero lo hacía fatal. Tenía mucha teoría en la cabeza pero no la mano, una cosa es saber mucho sobre historia del arte y otra es tener la magia para dibujar como la tiene Mariscal, me quedo como un tonto mirándole.
-Mariscal: Para mí el arte entra directamente por la piel, como pasa a los músicos con lo que escuchan y componen. En mi caso dibujo porque nací estropeado y no sabía hacer otra cosa, no sé sumar ni restar… ni te digo dividir. Me entregué al dibujo porque soy de una familia enorme en la que todos leían y yo no sabía hacer otra cosa. Sé dibujar y hacer un buen arroz, cosas muy simples. Visto así me pagan por divertirme, aunque me paguen poco.
-¿Cómo se plantea vuestro futuro?
-Trueba: No me planteo dejar de investigar en ningún momento. Estoy tan “colgado” que no paro de estudiar sobre lo que me obsesiona. Habiendo terminado ya No disparen al pianista el otro día vi en mi agenda que tengo apuntado un concierto en madrid de Hermeto Pascoal, un músico brasileño que me quedó por entrevistar para la película. Lo tengo apuntado porque iré al concierto y espero hablar con él, siento que nunca paro.
-Mariscal: Yo ahora vivo en un campo y la mayoría de los que me rodean son jubilados. Jubilado suena a jorobado, da mal rollo. Yo cobro la jubilación porque he trabajado y he pagado muchísimos impuestos, pero sigo trabajando. En mi campo me emociono al encender un fuego con un tronco que recogí y me gusta colgar la ropa cuando hace un poco de viento. Cuelgo las sábanas y dentro escondo las bragas de la chica con la que vivo para que no las vea el vecino que está a quinientos metros…
-Trueba: ¿Es un pervertido?
-Mariscal: No, pero a ella le da vergüenza.
-Bueno, al final tender tiene algo de privado… cada uno con sus trapos
-Trueba: Pues yo creo que tiene algo que ver con el arte. Yo tengo una película donde un adolescente ve a una chica tender la ropa y ve las sábanas moviéndose con el viento -se refiere a la ganadora del Óscar Belle Époque- y ahí ocurre un poco su despertar sexual. Cuando fuimos a rodar la escena estábamos en Portugal, en Ponte de lima, a cuarenta grados y no había ni una pizca de viento. El director de fotografía me dijo que en el guion quedaba muy bonito eso del “viento” pero que luego es imposible hacerlo. Yo le dije que, como Dylan, Dios está de mi lado. Le dije: “Vamos a rodar y vendrá el viento”, y fue decir “Acción” y el viento empezó a soplar, él mismo estaba flipando en ese momento.
Mariscal: Las sábanas son también lo que se usaba para la pantalla en una película.
-Y a mí mi madre de pequeña me decía que me iba a poner “la película de las sábanas blancas” para mandarme a la cama
-Trueba: Con todo esto se hace el cine, de alguna manera.
-Mariscal: Y el arte, en el que en el fondo uno consigue sorprenderse a uno mismo. Al final es ir descubriendo lo que se hace sobre la marcha.
-Trueba: Yo cuando creo, siento que me tiro de un precipicio y arriesgo, el nervio está en el arte… Bueno, primero tiro a Mariscal y si se salva sigo probando.
-Mariscal: Primero viene lo de tirarse y luego se perfilan los detalles.
Entre el humo y el café los artistas concluyen esta conversación sobre obsesiones, cine, cómic y arte... los precipicios no son un riesgo para creativos como ellos, y el futuro aún les depara algunos saltos.
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