A Oscar Casasnovas le gustan los espacios señeros por lo mismo que le gustan los platos de siempre, los que han acompañado parte de nuestra cultura gastronómica, de padres a hijos: porque son el vínculo resistente con lo que somos.
En la era de los cambios ultrarrápidos, del tiempo acelerado, es buena receta: agarrarse a lo que nos enseñaron para renovarlo. Si lo hizo con el Bar Congo, recuperándolo para la vida civil, con esa terraza que es síntesis de la primavera urbana, si lo hizo con Ultramarinos Huerta, la antigua mantequería (después Coloniales Huerta), en Maestro Gozalbo, ahora Casasnovas va más allá del barrio.
Ultramarinos Huerta acaba de abrir en Mercader Cabanyal, sin dejar l’Eixample, ocupando el espacio antigua oficina -entrada, a la derecha-. Un entorno que parece hecho a medida para su carta. Una propuesta similar a la del primer local, con pequeños cambios, que alumbra esas mismas maneras de clásicos que funcionan confortablemente, repletos de guiños al ecosistema propio del ultramarinos, con cierto regusto ochentero: salmorejo de mango con Ferrero Roché de atún; bomba de la Barcelona con blanquet; bikini de jarrete con queso de Mahón; huevos rotos con camot de Menorca. Y, claro, pomada menorquina granizada para atemperar el cuerpo. Porque Casasnovas es menorquín, aunque también catalán, y también valenciano. Por eso su restaurante es una oda a la mediterránea cercana. Pepa y él hacen posible un regreso divertido a nuestros pasados.
Ahora que todo el entorno de la estación de Serrería ultima su nueva cara, el Ultramarinos Huerta del Cabanyal es brisa nueva para el verano. Una contribución repleta de discurso, una pequeña buena noticia para la ciudad.