VALÈNCIA. La memoria, el recuerdo y el olvido constituyen frágiles y quebradizas sendas emocionales que se entrelazan, se bifurcan y se funden a lo largo de la existencia. Aquello que decidimos preservar en nuestro imaginario propio logra, al menos durante un tiempo, imbuirse del aura de la trascendencia, mientras que lo que desechamos adquiere el estatus de prescindible o irrelevante. Sin embargo, no es extraño que lo que un día creímos eterno se vuelva efímero y, en muchas ocasiones, esa vivencia que en su momento almacenamos primorosamente como algo fundamental acaba convirtiéndose en un cachivache inútil que sobra en el inventario de nuestras neuronas. Todas estas cuestiones, y otras muchas, aparecen contenidas en Hipermnesia vaga, imprecisa o aleatoria, la muestra de Noé Bermejo con la que se inaugura El Cubo, el nuevo espacio expositivo acristalado situado en la explanada del MuVim.
A la presentación en público de esta instalación – que podrá verse hasta el 25 de noviembre- acudieron el Diputado del Área de Cultura, Xavier Rius i Torres, el director del MuVIM, Rafael Company , el jefe de exposiciones del centro, Amador Griñó y el periodista Eugenio Viñas, quien ha sido el responsable de confeccionar una publicación desplegable sobre su visión respecto a la labor de Bermejo y también un vídeo documental que recoge el proceso de creación del artista. El título de la obra hace referencia a la hipermnesia, un trastorno por el que algunos individuos recuerdan con gran precisión la mayor parte de vivencias que experimentan.
La instalación está confeccionada a base de pequeños marcos fotográficos que el artista ha ido encontrando durante sus incursiones en diversos rastros (por el momento lleva 500 artículos acumulados) colocados sobre una estructura de metacrilato que representa las conexiones neuronales que se suceden al evocar un recuerdo. Portarretratos que un día albergaron imágenes nupciales, estampas de las vacaciones o celebraciones de cumpleaños, pero que han acabado desahuciados en un puesto de venta callejera. Bermejo los despoja de las imágenes que contenían y, por tanto, de esos recuerdos que habían ido acumulando silenciosamente desde los altares hogareños. El artista plantea así un juego liberador sobre nuestra propia percepción del momento presente y su trascendencia, sobre aquello que nuestro cerebro conserva o destruye. “Eso que en el aquí y el ahora parece tan importante, quizás no lo sea tanto y lo acabemos devaluando en un futuro”, expone Viñas. Todos esos marcos, vacíos de contenido, ciegos, se concentran en el centro del cubo transparente acompañados por receptáculos y material fotosensible. Es conjunto compositivo acaba creando un juego de luces y sombras, presencias y ausencias, que invitan a la reflexión sobre los límites de la memoria.
También se incorpora aquí el concepto de archivo y catalogación, esa concepción de la memoria como un almacén infinito en el que podemos tener minuciosamente etiquetadas nuestras experiencias más íntimas. En ese sentido, desde el MuVim señalan que el proceso de “recoger, inventariar y poner en orden se encuentra en el origen mismo de los museos, “en sus bases ideológicas”, apuntan desde la entidad.
Nos encontramos ante una instalación que experimenta dos vidas: una diurna y otra nocturna. Bajo la luminosidad solar, se puede observar toda la estructura de la pieza, lo que permite establecer una "reflexión de la catalogación de la memoria, del orden", apunta Viñas. Pero, con la llegada de la noche, comienza su segunda fase: es entonces cuando se enciende una luz en el cubo, comienza a girar y se pone en marcha un flash que comienza a repetirse de forma encadenada. "Todos los marcos que de día parecen vacíos emanan luz. Los portarretratos, las fotografías, dejan de ser algo que fija la luz para ser algo de lo que emana luz", remarca el periodista.
En Hipermnesia vaga, imprecisa o aleatoria Bermejo plantea un work in progress que consta de tres etapas. La primera tuvo lugar en Pamplona y en ella solamente aparecía la vertiente de la obra que se reproduce en la oscuridad, ya que estaba ubicada en un horno antiguo que hacía las veces de cueva creativa. La segunda fase es la desarrollada actualmente en València: crece el volumen de material expuesto, se añaden unos brazos metalizados que ejercen como alegorías de las neuronas y se suma la posibilidad de ser contemplada por los viandantes durante el día. En su tercera entrega, Bermejo realizará una simulación de un textil de grandes dimensiones a partir de los portarretratos.
Teniendo en cuenta la dimensión que adquiere la obra al caer el sol, las amplias horas de luz que bañan València durante gran parte del año podrían convertirse en un hándicap para su completo disfrute. En ese sentido, desde el Muvim señalan que se ha querido “esperar a lanzar ahora esta instalación porque necesitábamos llegar a ese momento otoñal en el que València tiene más oscuridad”. Sin embargo, esa misma climatología también corre el riesgo de convertirse en una amenaza para la supervivencia del propio cubo – de hecho, ya ha sufrido algunas filtraciones debido a la lluvia- “hemos sufrido mucho con las tormentas tan fuertes que ha habido hace tiempo. Se trata de una construcción efímera pero con materiales muy fuertes, estas últimas semanas nos han servido para testar el espacio”, señalan desde el museo.
La galería acristalada que acoge a Bermejo se presenta como un contenedor “polivalente y móvil” con el que el museo aspira a expandirse más allá de sus imponentes paredes para ofrecer propuestas culturales en plena calle y visibles las 24 horas del día. Eso sí, no está diseñado para que los espectadores penetren en su interior, sino para que lo contemplen y rodeen durante el transcurso de su vida diaria. Este enclave transparente apuesta por convertirse en el hogar temporal de formatos innovadores que atiendan a los tiempos y hábitos del consumo cultural contemporáneo. Así, el paseante descuidado, el flâneur de espíritu mediterráneo, puede toparse de forma imprevista con un fragmento de arte efímero. Sin embargo, su estreno se ha hecho esperar pues, pese a que llevaba instalado desde el pasado abril, todavía no había sido nutrido con material artístico. En palabras de Rius, se trata de un "espacio efímero abierto en el exterior que permite admirar una obra, una reflexión, al conjunto de la ciudadanía", y que se enmarca en la filosofía de no concebir los museos como "espacios cerrados a las personas", sino tomar una dirección "fresca" con "ideas que nos oxigenen como sociedad”.
"Nos ha resultado muy gratificante observar a las primeras personas que se han encontrado de repente con la obra en El Cubo, que se la han encontrado mientras paseaban al perro, iban a clase, a la biblioteca o se besaban", indica Company. Además, para el director del MuVIM, "si, además de interesarse por El Cubo, se sorprenden y cogen el desplegable con el texto de Eugenio Viñas, la fiesta de la cultura será una fiesta completa".