VALÈNCIA. A Valeria Ros (Guecho, 1986) puede que la hayan visto, o la hayan escuchado. Lo primero, en Zapeando, donde protagoniza la sección “Lo que pides y lo que te llega”; lo segundo, en la cadena SER, donde es parte de La lengua moderna. Esta comunicadora de formación se subió un día a un escenario y decidió hacer del humor su compañero de vida. Y hasta hoy.
A la cómica no le faltan las ideas, ni le sobra el tiempo. Tiene en mente un podcast del que pronto sabremos más, y está conociendo toda la geografía española con su gira Sin filtro, que recalará en la Rambleta de València el próximo 25 de enero, y donde muestra sin tapujos sus obsesiones y fracasos. “El fracaso es aprendizaje. Siempre saco la comedia de algún fracaso que he tenido. Concretamente, cuando te subes a un escenario y el público no se ríe; eso es un minifracaso: aprendes que tienes que modificar ese chiste o, que, directamente, es una mierda”, puntualiza la cómica.
Y es que parece mentira, pero todas las historias que Valeria Ros desgrana en sus monólogos tienen su origen en la realidad. “No cuento nada que no me pase: lo que hago es exagerarlo todo. Alguien pasaría por alto ciertas cosas a las que yo les saco el juego. De todas maneras, en lugar de qué contar, creo que es más importante cómo lo cuentes”, señala la monologuista, que se nutre así de su vida para provocar carcajadas. Fracasar y reírse de uno mismo tienen más en común de lo que podríamos pensar.
-Una de las reflexiones del monólogo que traerás a la Rambleta es la de hacerse mayor. ¿Cómo crees que has cambiado en los últimos años a medida que has ido creciendo en el escenario?
-Antes de “hacerme mayor” [ríe] no podía decir que “no” a nada, estaba expuesta a caer bien a los demás, y dejaba en sus manos, de alguna manera, mi propio destino. Me agobiaba sentirme sola. Con el paso del tiempo, tengo menos miedo a decir que “no”, y soy más transparente a la hora de relacionarme con los demás.
Cuando empecé, no sabía ni lo que era un chiste: era, más bien, una cuentacuentos. En mi primer monólogo subí al escenario sin saber muy bien lo que hacía. Ahora lo veo y pienso que tenía una actitud muy arrolladora, pero de chiste… poco. Si se rieron, fue por mi actitud. Hay un punto de bis cómico y, aunque no haya un chiste con una técnica depurada, sí se sabe qué es comedia.