El 14 de julio es (junto al de febrero) el día que más Champagne se bebe en Francia. Y es que ya se sabe, los franceses celebran igual el amor por sus parejas que por su nación: a golpe de sabrage.
La fête nationale, sin embargo no parece del todo completa, especialmente para las Grandes Maisons y vignerons de la región de la Champaña Ardenas, ya que desde Moscú parecen empeñados en aguársela.
La relación entre Rusia y el Champagne se remonta hasta los albores del s. XVIII cuando una vez tomada la bastilla y realizada la revolución, un simpático general corso decidió que era hora de montar un imperio al estilo clásico para propagar los ideales franceses por Europa. Precisamente otro 14, esta vez de junio, Napoleón derrotó a los rusos en Kaliningrado, y posteriormente ya se sabe: retirada gabacha por el frío, asedio cosaco, toma de París en 1814 y voilà! Madame Clicquot, la viuda más célebre de Europa, aprovechando que el Neva pasa por Leningrado, envía por mar una ingente cantidad de vino espumoso de sus mejores viñedos a Rusia.
Luego lo de siempre, que si al Zar no le convence la producción, que si cámbiame ese sello imperial del etiquetado, que si el carbónico no está bien integrado, que si los tostados marcan demasiado y le restan tipicidad, que si par favaaar… ¿qué conato de botella premium es eso? Total, que el Zar Alejandro II decide llamar al Miguel Strogoff de turno para que contacte con Louis Roederer y le extienda la siguiente misiva: Me reservas la mejor parcela, me preparas el mejor champú y me lo embotellas en cristal fino y transparente. ¡Ah!: la base plana. En 1876 (cien años después de su fundación) y debido a la voluntad del Zar de Rusia, nació el famoso Louis Roederer Cristal.
Pero todo lo bueno se acaba, y esa joie de vivre de la corte del Zar con sus opíparos y pantagruélicos homenajes a base de salmones fumés del báltico, caviar de esturión albino siberiano, ensaladas Olivier, faisanes asados de la Cólquida, liebres a la royal y por supuesto Champagne francés se transformó a golpe de hoz y martillo en el soviet way of life.
Otra vez un divertido y simpático general, esta vez mostachón y georgiano, seguramente marcado por sus orígenes vinícolas, tuvo, bajo el lema “Ningún soviético sin su Champagne”, la brillante idea de producir Sovetskoye Shampanskoye (Champagne soviético) de borgoñona aligoté y chardonnay en la vieja fábrica de Novyi Svit (nuevo mundo) en Crimea, cerca de Krasnodarskiy Kray. Debió pensar que con 4 planes quinquenales, dos colectivizaciones agrarias en koljós, la férrea voluntad de un pueblo unido y algún que otro comisionado del politburó diligente, serían capaces de reproducir el secreto mejor guardado del Vallée de la Marne a la Côte des Blancs.
Es más, con el objetivo de mostrar al mundo las ventajas del modelo soviético decidió sustituir el método champenoise por el estandarizado método contínuo ruso, realizando la segunda fermentación en tanques presurizados. Pues bien, a pesar de que los resultados no alcanzaron el nivel deseado, la potente maquinaria soviética logró inundar la URSS de Sovetskoye Shampanskoye, y hasta su disolución estuvo en todos los hogares soviéticos.
Lo mejor de todo: Stalin no necesitó la realización de carteles publicitarios de estilo art nouveau o déco como los que firmaron Mucha, Mauzan, Falcucci, Cappiello o Ernst Deutsch-Dryden para Perrier-Joüet, Taittinger, Moët & Chandon, Ruinart, etc. ni tan siquiera utilizar como prescriptores a grandes actores de Hollywood discurriendo por la grande corniche hasta llegar al Boulevard de la Croisette. ¿Monopolio? ¿Qué monopolio? ¡Es el mercado amigos!
Krasnodarskiy kray además de ser la zona turística por excelencia rusa (por detrás del medio Levante Español y la Costa del Sol) es hoy una próspera región vinícola y alcanza el 60% de la producción rusa. Desde la península de Crimea pasando por Fanagoria, Abrau-Durso, Vytiazevo o Myskhako, diversas bodegas producen y comercializan vino espumoso. Marcas como Myskhako, ZB Wine, Abrau-Dyurso y Balaklava copan los primeros puestos en las preferencias de los paladares rusos según la guía de vinos rusos elaborada por el Ministerio de Industria y Comercio y el Ministerio de Agricultura de Rusia.
Pues bien, parece que Putin, ex espía del KGB y el gobernante más longevo en Rusia desde los Romanov, ha decidido que es hora de volver a la época de esplendor soviética: esa en la que competían con los americanos por alcanzar las estrellas, sin saber, quizás, que un monje Benedictino las había bebido hacía más de 300 años. De momento las casas francesas no podrán lucir en sus etiquetas el apelativo Champagne, que será destinado únicamente al espumoso ruso. No hay (todavía) restricciones en la apelación para otros espumosos como el crémant, el cava, el prosecco (líder absoluto de consumo), o el moscato d’Asti.
A ver quién le lleva la contraria a un tipo que es capaz de cazar osos con sus propias manos, recorrer la estepa a lomos de un corcel con el torso al viento, aguantar estoico un diluvio universal o calzarte un par de uppercuts que ni el ruso de Rocky. Los franceses están que trinan, pero ya lo decía Billy Wilder en 1, 2, 3: A Rusia no se entra, de Rusia hay que salir.