Buenos vinos y tapas en consonancia en el casco histórico. No todo van a ser pisos de alquiler turístico.
Lo malo de Vinostrum: los horarios de apertura limitados de Mossen Sorell, incluso para los establecimientos hosteleros que hacen que este mercado permanezca abierto.
Lo bueno: todo lo demás. Lydia Palomar, hija del hostelero Luis Alberto Palomar, es la responsable de este proyecto que los jueves y viernes por la tarde —las tardes ya son más largas, hacerse unos vinos apetece como nunca— explota un tipo de gastronomía de la sencillez y el producto donde la parte líquida manda.
Cultura del vino, de etiquetas reconocibles y de novedades. Tapas mediterráneas que se mueven en el binomio tradicional y las sugerencias más capa de innovación que esta familia, dedicada a la restauración en sus distintas vertientes, domina. La materia prima, por supuesto, proviene del mercado.
De nuevo: que abran más vinotecas. Solo así se aprende a querer el vino.