Hoy volvemos al jerez, que tenemos novedades y me las quitan de las manos, oiga. Porque el Marco ha ampliado sus ángulos para acoger lugares, uvas y otras cositas que prometen ser bonitas. Con el agradecimiento a Los Generosos por ilustrarnos en este viernes.
Sobre una nueva regulación que, aunque podría parecer regular por aburrida, nos sorprende siendo de lo más entretenida. Interesantes cambios que se adaptan a lo que los tiempos requieren con innovaciones que en muchos casos son regreso a tradiciones de las que despiertan emociones. Empezando por las nuevas poblaciones que se unen a la Denominación de Origen como zona de producción y crianza. Con Lebrija como muestra de que una localidad sevillana puede sumarse a esta lista porque es una tía lista. Trebujena asegurando que es la mar de buena desde siempre en jarra, con angulas ya ahora tan en serio como para echarnos a su perruno a la copa. Esa Chiclana de sobra conocida por su socairismo que ya nos enloquecía por sí mismo y ahora con su salinidad llena de matices y la uva rey haciendo bises. En Chipiona, patria de las reinas de lo de cantar en escenario o karaoke. Punta que mira a océanos desde la arena entre moscatel y tintilla de rota. Y Puerto Real con San José, que en pequeñito y con voz baja alcanza el pago más alto de albariza pura pureza.
Legislación con uvas que entran por la puerta grande llamándose mantúo castellano, mantúo de pilas, perruno, bebe, vijiriega y cañocazo. Que incluye tiempos definidos para ser fino viejo o manzanilla pasada con un mínimo de siete añitos. Pagos que saltan a las etiquetas con sus nombres presiozos. Y con los nuevos Jerez Superior allá donde los jefes vean que hay magia. Así, hechizados, nos sumergimos en el Lacos Ligutinus, que empieza la inmersión con el Fino Club del Mar (César Florido). Un chipionero con aspiraciones de Ángela Channing para montar el culebrón. Bota que rebota y va dándose la vuelta del derecho y del revés para despiste de boquitas revoltosas. Poderío contundente hasta lo fundente de calidez que se convierte en alegría cuando le ponemos una tapita de güebas aliñás. Tristrás.
Lebrijeamos con el Fino El Marqués (Bodegas Halcón) para sentirnos como ídem. Peritas urbanas que se hacen las interesantes porque lo son. Acideces glicerosas y hasta hermosas. Frutales que crecen entre la cal sin nada de arena. Y oye, nena, que es hora de soltarse la melena mordisqueando una tortillita de camarones.
El Fino Chiclanero (Cooperativa Vitícola Chiclanera) es trabajo bien hecho. Naricilla respingona de goler manzanas aunque sean de supermercado. Algas que sorprenden al fondo de un océano de cítricos salvajes. Clasicismo que fluye dando mucho por casi nada y que es demasiado con esa ensaladilla con ventresca.
El Amontillado Castillo de Guzmán (Cooperativa Albarizas de Trebujena) se presenta con una finura de no agotarse nunca. Caminos naturales que se escriben en libros de biología de esas clases adolescentes cuando cada suceso era sentimiento profundo. Tormento en positivo, porque es diluvio de locuras divertidas. Con sus almendritas muy queridas y una mojama top.
El Amontillado Fossi (Primitivo Collantes) nos devuelve a veranos soleados y de bodegueo. Escapadas de amistades inmutables. Delicados paseos por carriles que terminan por juntarse. Con sutileza, elegancia y constancia. Placer envuelto en montones de mimos en hamaca con la noche cayendo sobre la playa. Postal ideal para ponernos tibios a ortiguillas fritas.
El roteño Oloroso Calima (El gato de Rota) nos lleva a dar una vuelta en taxi por sus calles. Mirando al sur, sin miedo a oxidarse y concentrado en su ser más goloso. Junto a un puesto de nueces garrapiñadas y jóvenes que van de feria. De los que te enganchan cuando te invitan a unas hamburguesas ricas ricas donde nuestro pequeño Juan.
El Palo Cortado muy viejo Chano Aragón (Chano Aragón) es otro natural de Chiclana y casa con historia pintada de caoba oscuro. Mares concentrados en conseguir un ramo de rosas que, aunque estén algo pochas, serán amor igualmente. Para amanecer con desayunos de pan recién hecho y mantequilla delisioza. Y se vuelve combinación sabrosa con un rabo de todo para mojar esa hogaza.
No nos movemos de lugar con el Oloroso Chano Aragón (Chano Aragón) que vuela entre volátiles, volantes y mutantes. Piedros rollo calizo con volumen y fuerza. Con esa barbita de varios días que rasca sin hacer daño porque es ternura hasta alcanzar un punto dulce e irresistible con una sangre encebollá.
Vamos a lo realmente azucarado con el Moscatel Solera Matías (Cooperativa Vitícola Chiclanera). Parajes amielados escoltados de naranjos, limoneros y hasta algún mandarino mandarín. Presentes envueltos en oros que esconden botellita de la de poner chupitos con toda la libertad. Postres que no cansan con un montón de quesos de cabritas gaditanas.
Terminamos con el Moscatel Oscuro de Los Madroñales (Católico Agrícola de Chipiona). Uva pasificada que es pastelito de canela de gustar a lameruzos. Vinagrillos pillos y amargores amargosos, que sé que os encanta, fermosos. Un cierre de jornada que no necesita de tarta para celebrar tan estupenda cata. Y las que te rondaré, moreno. En dos semanitas mismo.