VALENCIA. La complejidad de lo acontecido durante el siglo XX, hace que de entre los artistas que han desarrollado la carrera en Valencia, se haya producido un incontable número de situaciones. Evidentemente es tarea imposible abordar todas ellas en un solo artículo y me veré en la necesidad que ir desgranándolo, sin que sea tampoco esto el inicio de una serie. La figura del antihéroe siempre me ha atraído y el universo artístico está plagado de ellos. Demasiados. Son antihéroes los artistas malditos, los represaliados, los ideológicamente incómodos en una tierra en que los símbolos han sido fuente de conflicto, ah y los injustamente olvidados…
En la carrera de derecho estudiamos eso que se viene a llamar el “concepto jurídico indeterminado”, y que por su naturaleza estaba conformado por contornos difusos, contenido impreciso y en unos momentos históricos podía significar una cosa y en otros otra sensiblemente distinta. El malditismo es un concepto de definición compleja aunque sólo sea porque en ocasiones es pretendidamente buscado y en otras son los otros los que apellidan al artista de tal forma.
(Obras de Anzo. Utilice los cursores laterales para verlas)
A mi entender José Iranzo Almonacid, conocido como Anzo (Utiel, 1931 - Valencia, 2006) podría ser un artista maldito por antonomasia en la Valencia de la segunda mitad del siglo XX. Un artista fascinante injustamente tratado posiblemente por avanzado. Algo así como cuando Gustav Mahler cuando dijo “Meine Zeit wird kommen” (Mi época aún está por llegar). Y no se equivocó. Hace tiempo un galerista importante me llegó a comentar que en Madrid a finales de los 60, uno de los más famosos marchantes neyorquinos, sino el que más, quedó prendado por su obra y le invitó a marchar a la ciudad de los rascacielos donde a buen seguro su carrera habría sido otra bien distinta. Al parecer, Anzo se negó a emprender la aventura americana. Estoy completamente de acuerdo con José Pedro Martínez, responsable de Actividades del Patronato Martínez Guerricabeitia cuando decía en el año 2004: “Es incomprensible que no haya obra suya en el IVAM. Es un sin sentido, pero es la realidad”. Y es que si alguien quiere encontrar algún atisbo de justicia en el mundo del arte, puede pasarse mucho tiempo buscando. En diversas ocasiones he escuchado la frase “si Anzo hubiese sido un artista madrileño o catalán...”. Cierto es que su trayectoria artística no se ha visto del todo recompensada con un reconocimiento que merece. Como decía, el IVAM no le ha dedicado ninguna retrospectiva lo que parece sangrante si tenemos en cuenta que sí que lo ha hecho con artistas mucho menos relevantes (empleando un eufemismo del tamaño de un transatlántico). Anzo fue un visionario que a través de su serie de “Aislamientos” supo ver hace ya medio siglo ¡todavía en la década de los sesenta! hacia donde se dirigía el hombre, recién iniciada su relación con la tecnología y la informática. Siempre que veo una obra de esa serie suena en mi cabeza “Computer Love” de Kraftwerk. Hoy en día la Fundación Anzo (www.fundacionanzo.com) se encarga de poner en valor su obra, circunstancia que me invita a pensar que un día habrá que hablar sobre las fundaciones destinadas a poner en valor la obra de artistas desaparecidos. Me lo apunto.
En el 2014 falleció en Valencia a los 87 años Vicente Castellano (óleo sobre lienzo en la imagen que rodea el párrafo), fundador de los grupos ‘Los Siete’ y ‘Parpalló’. Otro excelente pintor a reivindicar firmemente, cuyo legado va languideciendo si nadie lo remedia. En este caso no se trata de un creador absoluto y clarividente como en el de Anzo que se adentra en terrenos poco explorados, sino de un magnífico plasmador de corrientes artísticas ya existentes.Posiblemente el hecho de no abandonar Valencia tras su periplo parisino merma su proyección. Una obra es de enorme y serena belleza, elegante cromatismo (su producción de la década de los cincuenta es verdaderamente magnífica), para paladares finos, de minorías, que esperemos que el tiempo no lo incluya también en la nómina de “olvidados”. Quien lo conocía, sabe que vivía y profesaba su amor por lo que hacía como si de una religión se tratara Por la nómina de las exposiciones que realizó su carrera tuvo una proyección más exterior que en clave local. El IVAM posee obra suya y la Fundación Chirivella Soriano le dedicó una merecida antológica en el año 2010.
Al tercer artista, Manuel Gil Pérez más conocido como Manolo Gil, hay que achacar su malditismo a la maldita muerte, pues falleció muy joven, a los 32 años de edad. Siempre interesado por las vanguardias, su arte, de fuerte carga iconográfica y de clara impronta clásica, monumental aun en el pequeño formato, tiene también un halo transcendente, panteísta, ético y religioso. Su obra está presente también en forma de imponentes murales en lugares tan emblemáticos como el salón columnario del Ateneo Mercantil. Aguilera Cerni hacía hincapié en ese propósito de recuperar la pintura al fresco con un planteamiento “radical e innovador de lo valenciano”. Cuando se hallaba en su más álgido momento creativo le llegó la muerte de forma repentina en 1957.
Es muy sencillo: muchas veces el viaje más apasionante es el interior el que tenemos más cerca de lo que creemos. No es una cuestión solo de hacer patria, simplemente resulta estimulante conocer y valorar un poco más a grandes artistas que comparten y han compartido nuestra ciudad, sus calles, sus bares, que están en nuestros museos, casas y galerías y no necesitamos a Ryanair para disfrutar de su obra.
(Obras de Manuel Gil. Utilice los cursores laterales para verlas)