AGUAS DE VALÈNCIA

Aguas de València

Las reales, las aguas de los ríos locales que van a parar al grifo de nuestras casas. Dan menos resaca que el cóctel ese con zumo de naranja. Y no generan plásticos de un solo uso. Prometido.

| 02/07/2021 | 8 min, 53 seg

El fotógrafo que firma las imágenes de este reportaje dijo en una entrevista que su superpoder es beber agua del grifo en València. Supongo que por impregnación, y por cierta conciencia respecto a los plásticos de un solo uso, yo hago como Kike Taberner y me hidrato con lo que sale del grifo —amén de con Veuve Cliqcot, bebida isotónica y Godello, pero esa es otra historia—.

Al echar una lectura rápida al índice de países con acceso al agua potable o haber viajado a alguno de ellos, es fácil que se nos forme una apreciación: Abrir el grifo y beber directamente sin tener que hervir el agua, ni echar pastillas potabilizadoras, ni exponerse a un poupurri de bacterias, es un lujo cotidiano. Se estima que 4.000 millones de personas viven en áreas que sufren una grave escasez de agua física durante por lo menos un mes al año. Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, casi todos los grandes ríos de África, Asia y América Latina la calidad del agua se ha deteriorado a causa de la contaminación. En el 2021, aún hay 2.200 millones de personas, el 29% de la población mundial, que no dispone de agua limpia para beber.

Pero.

Pero el agua de València no es como la de Madrid, tiene algo de sabor. Cierto es, algo de sabor tiene, aunque ese regusto no es un indicativo de que sea nociva para la salud. A continuación, datos y argumentos sobre el más doméstico y básico de los líquidos.

Teoría del agua

Lo que sale de las tuberías de la ciudad de València proviene de los dos ríos que serpentean, aparecen y desaparecen por la provincia: el Júcar y el Turia, además de algunos pozos subterráneos. Antes de llegar al vaso, pasan por un proceso de potabilización en estaciones de tratamiento de agua potable. De ahora en adelante, ETAPs. «Las características organolépticas del agua de suministro a València son las propias de un agua potable, estando regulados sus parámetros indicadores en la normativa española, a través del Real Decreto 140/2003, por el que se establece los criterios sanitarios de la calidad del agua de consumo. Se trata, por tanto, de un agua con valores óptimos en color, olor, sabor y turbidez, muy por debajo de los límites máximos admitidos por la legislación», indican desde la Entidad Metropolitana de Servicios Hidráulicos (Emshi).

El “sabor” de nuestro líquido elemental viene dado por los terrenos calcáreos por los que discurren los ríos. Esto aporta sales minerales como calcio, magnesio o bicarbonatos. «En el proceso de potabilización, donde se elimina cualquier riesgo potencial para la salud gracias a los sistemas más avanzados de desinfección, como son la radiación ultravioleta y la oxidación avanzada, que garantizan la eliminación de microorganismos como virus, bacterias y protozoos, no se eliminan estas sales minerales del agua de captación. Son consideradas como nutrientes esenciales, por lo que el consumo de agua potable puede ayudar a alcanzar las cantidades diarias recomendadas».

«Por su concentración en calcio y magnesio, el agua de consumo de Valencia y área metropolitana, se clasificaría como un “agua dura”, representada por su valor de dureza. Esta concentración tiene un efecto directo sobre la percepción organoléptica del consumidor, principalmente en el sabor».

Desde la Emshi, y con un lenguaje más distendido, lo resumen: «El agua de València tiene un estigma de campeonato».

La Presa, una potabilizadora pionera

A mitad del siglo XIX, las ideas ilustradas respecto a la higiene impulsaron la observación y mejora de los sistemas potabilizadores hídricos. En València fue el canónigo Mariano Liñán quien denunció la insalubridad del agua y propuso soluciones para mejorar la calidad del agua de la ciudad, urbe que por su particular orografía, cercanía al mar y veloz crecimiento poblacional, era propensa a enfermedades relacionadas con la falta de higiene y de suministro de agua. Liñán no pudo asistir a la inauguración de la presa, pero su empuje hizo que se creara una comisión conjunta que implicaba al Ayuntamiento y la Sociedad Económica de Amigos del País. El alcalde José Campo Pérez fue esencial para que se construyera La Presa de Manises, que fue la primera potabilizadora de Europa. El apoyo a las ideas ilustradas que hizo el edil permitió conseguir una parte de financiación pública del futuro proyecto.

La reina Isabel II otorgó a la Comisión un permiso para iniciar las obras. Con él, el edil creó la Sociedad Valenciana de Conducción de Aguas Potables S.A. y comenzó la construcción de una presa en el río Turia, una planta de tratamiento y una red de distribución. En 1845 arrancó la construcción del azud de La Presa, la balsa de decantación y un acueducto. Desde allí el agua se dirigía al Depósito General de la Cruz de Mislata, donde actualmente se encuentra el Museo Histórico de la Ciudad de Valencia. Desde ese espacio salían las primeras cañerías de agua potable que se repartían en media docena de fuentes urbanas.


La Presa es una de las instalaciones más modernas de España. Abastece a hasta 800.000 habitantes y produce una media de 50 hectómetros cúbicos, lo que en litros es 50.000.000.000 unidades de cristalina y perfectamente bebible agua. Por decirlo de otro modo, la planta puede producir 3,5 metros cúbicos por segundo. Si al igual que la que firma este artículo, adolecéis de cierto analfabetismo numérico, pensad que esto es un porrón de agua. Y solo tienes que girar la maneta para acceder a ella.

En la actualidad, antes de llegar a nuestras casas el agua sigue una fase primera de pretratamiento, oxidación y desinfección de cabecera —en el inicio del proceso—. En la segunda fase se coagulan los compuestos sólidos , se realiza la floculación —donde se aglutinan ciertas sustancias como partículas muy finas— y tras esto, se produce la decantación. La tercera fase es la filtración y la cuarta, la desinfección por luz ultravioleta. En la última, la quinta, se desinfecta y se conduce hacia el sistema de suministro.

Lo del plástico y lo epicureísta

Según cifras de Greenpeace, en España cada año se producen 500 mil millones de botellas de plástico. Mientras que algunos líquidos como los zumos o la horchata sí que se comercializan en envases de vidrio, el agua que se vende en supermercados —otra cosa es el canal HORECA— se resiste al envase de cristal. Hace menos de tres décadas era posible comprar garrafas de cinco litros en envases retornables de vidrio. Actualmente se ofrecen algunas alternativas de agua envasada en tetrabrick, pero este recipiente dista mucho de ser sostenible: están compuestos por un 75% de cartón, un 5% de aluminio y un 20% de polietileno. La diversidad de materiales dificulta su reciclaje, además de toda la huella de carbono que se genera con los envíos de las cajas y su posterior recolección para reciclar.

La que firma este artículo conjetura que una de las consecuencias del aceleracionismo es que para mirar historias en Instagram hay tiempo, pero para llevar el recipiente vacío de vuelta al supermercado, no. Al igual que no hay tiempo para esperar en la carnicería a que te fileteen una pechuga, en lugar de comprar otra bandeja de plástico con más gramos de los necesitados. Y mira que la cola de la carnicería es un sitio idóneo para tirar de Tinder. También es cierto que las marcas comercializadoras y las superficies comerciales no ponen facilidades para retornar los envases y el pasillo de los preparados cárnicos está seductoramente iluminado.

Pero esa es otra historia.


Mientras los motores de La Presa bombean incesantemente, Elisa Valía, Presidenta de Emshi y Tenienta de alcalde del Ayuntamiento de València, indica que desde el consistorio quieren «Poner en valor el agua potable de València porque es de muchísima calidad. Se realiza una gran inversión de dinero público para mantener las instalaciones y mejorarlas, estas están a la vanguardia en el mundo en el abastecimiento de agua potable. También porque tenemos un problema importante en los plásticos de un solo uso asociados al consumo de agua. Desde el Ayuntamiento de València nos hemos propuesto rebajar esto como sea y para ello estamos fomentando el consumo de agua, facilitando el acceso a la información y al cambio de hábitos. Por ejemplo, con la instalación de fuentes de agua refrigerada en la ciudad. Queremos transmitir en la sociedad que somos pioneros en el abastecimiento del agua potable, es algo de lo que deberíamos sentirnos orgullosos».

En la sala de reactores de radiación ultravioleta, donde se garantiza que todos los microorganismos que por accidente hayan podido atravesar el tratamiento se eliminen, hay epicureismo racional. Dice esta corriente filosófica que el gusto no solo está en los placeres del cuerpo, sino también en la satisfacción intelectual. ¿Acaso no es placentero saber que aún quedan bienes esenciales, como es el agua, que no están privatizados por completo? ¿Que con un euro tienes 2000 litros de agua del grifo, mientras que la misma cantidad de embotellada cuesta quinientos euros? ¿No es un signo de hedonismo intelectual ahorrarle al planeta los siete litros de agua que se consumen para fabricar una botella de un litro —imagínate la de paellas que puedes hacer con esa agua— y los 162 gramos de derivados del petróleo para producir el plástico PET del recipiente? Sí, lo es, porque con tremendo ahorro de combustibles fósiles, dinero y agua se puede alargar un pelín el goce de la vida aquí en la Tierra. Sino para nosotros, para los que vengan.

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