Este año cumplen una década: Mayte Pardo y Jorge Sánchez llevan desde 2014 elaborando premiadas cervezas artesanas no filtradas ni pasteurizadas, naturales y locales bajo la marca Althaia. Desde hace tres años, y crowdfunding mediante, su centro neurálgico y productivo es su fábrica ubicada en Altea, que también es tienda, bar, sala de catas y de conciertos.
Cuando se conocieron, Jorge hacía cerveza en casa y Mayte, enóloga, iba a empezar a trabajar en una bodega. A los tres meses ya vivían juntos y después de un año, ya habían montado la empresa. Ambos dejaron sus anteriores trabajos para dedicarse en cuerpo y alma a Cervezas Althaia. Era agosto de 2014 y comenzaron produciendo unos 1.500 litros mensuales. “Lo nuestro es una historia de amor, porque nuestra relación ha sido amorosa y laboral”, nos explica Mayte. A ambos les unía la pasión por las bebidas fermentadas. Ahora, con una marca ya muy consolidada, rondan los 10.000 litros de producción al mes, aunque tienen capacidad de llegar a los 15.000. “Siempre hemos tenido muy claro que queremos tener un crecimiento basado en las ventas”, justifican. Por eso la progresión ha sido lenta pero constante y consciente, con una mudanza de espacio productivo incluida.
En su historia, como ocurre en casi todos los casos de emprendimiento, también hubo un punto de inflexión: en su primera ubicación tenían un máximo productivo de 5.000 litros mensuales y necesitaban seguir creciendo. Por eso en 2019 decidieron hacer un crowdfunding. “Somos una pareja de entusiastas de nuestro trabajo pero no teníamos capital detrás, por lo que tuvimos que plantear una financiación”. ¿Su golpe de suerte? Lo finalizaron unas semanas antes del confinamiento de 2020, justo a tiempo. Llegaron a un 115% de captación, por lo que pudieron apuntar aún más alto: consiguieron 535.000 euros gracias a 106 personas que se convirtieron en socias, aunque Jorge y Mayte mantienen la mayoría. “Obtuvimos también una financiación pública del Instituto Valenciano de Finanzas y con eso pudimos montar la fábrica que tenemos ahora: nos pasamos al isobárico, anteriormente producíamos con una presión no controlada, por lo que teníamos que hacer una segunda fermentación y acondicionamiento en botella para el gas. Esta nueva maquinaria era más cara, ahora ya en isobárico tenemos una presión controlada y las cervezas las envasamos ya con su gas natural, no tiene que hacer una segunda fermentación en botella. Así nos evitamos los posos, que muchas veces al consumidor más neófito le pueden resultar más desagradables, por lo que ganamos en estabilidad y longevidad”, explican a Guía Hedonista. Nos surge otra pregunta. ¿Sus cervezas artesanas tienen fecha de caducidad? “Indicamos fecha de consumo preferente, que siempre oscila entre uno y dos años desde la de fabricación, porque van perdiendo sus propiedades organolépticas, así que animamos a que se consuma lo más fresca posible”.
No solamente ganaron en capacidad productiva, sino también en propuesta experiencial: han sabido aprovechar el valor turístico y cultural de Altea, generando otro foco visitable con su fábrica. En 2023 recibieron a más de 3.000 personas en sus catas maridaje, sin contar con el tap room, en el que sirven una decena de sus cervezas directamente del barril y que abre de viernes a domingo. Su equipo ya lo forman siete personas, contando con ellos dos. Su espacio, que cumple tres años este 2024, también es un proyecto cultural: organizan un concierto al mes, que anuncian en sus redes sociales.
Y mientras tanto, siguen creciendo. En 2016 se presentaron por primera vez a un certamen internacional (Barcelona Beer Challenge) y, desde entonces, han sido un cohete. En aquel año ya consiguieron medalla en sus cuatro referencias. A día de hoy ya suman más de cuarenta reconocimientos, de los cuales una treintena son internacionales. Aunque, insisten, para ellos es importantísimo ser profetas en su pueblo, ser reconocidos en la zona. Por principios pero también porque quieren vender la cerveza lo más fresca posible. “Desde 2017 trabajamos muy bien todo el Levante en general para el tamaño de empresa que tenemos, desde Cataluña hasta Murcia”, nos cuentan.
En su caso, lo personal y lo profesional caminan de la mano, como ellos. Cuando Mayte se quedó embarazada, Jorge creó una cerveza ad hoc, la Mediterranean IPA sin alcohol. Aunque, aclaran, no es 0,0%. “Estos dos años de maternidad me ha salvado. También nos hacía ilusión tener una referencia de cerveza sin alcohol que sabe a cerveza”. Ellos elaboran con la técnica del dry hopping, propio de las cerveceras artesanales. “Pero somos de los pocos que tenemos cervezas de estilos IPA e Indian Pale Ale realmente expresivos porque al no pasteurizar podemos mantener todos los aromas del lúpulo: están lupuladas en seco, cuando termina la fermentación hacemos infusiones de lúpulo en frío, y como ya hay alcohol nos va a ayudar a obtener esos aceites esenciales”. Las suyas son cervezas aromáticas, afrutadas y expresivas en aromas.
Sus referencias más vendidas son las de su gama de “Imprescindibles”, su línea de básicos, como la Mediterranean Lager, la líder en ventas. “Es una reinvención de nuestra cerveza rubia primigenia, que la hemos transformado en fermentación lager, una baja fermentación. Tampoco está filtrada ni pasteurizada, tiene una gama de sabores mucho más rica y es mucho más compleja, y la maduramos en depósitos horizontales durante un mes para que se unan todos los sabores, por lo que se vuelve más brillante y limpia, es una especie de acondicionado natural”, nos cuentan. La segunda más vendida es la Mediterranean IPA, y la tercera, la Mediterranean Marzën, una tostada sin gluten. “Se le añade una enzima que capta el gluten y por peso molecular cae, sedimenta de manera natural y el resto de depósito se queda libre de gluten”, justifican.
Aunque sus cervezas más peculiares, las líneas de “Ilustres” e “Inimitables”, también ayudan a entender su personalidad inquieta e innovadora. Todos los años, a principios de primavera, elaboran la Heliodora. Y lo hacen con las naranjas de la variedad sanguina del bancal más antiguo de la provincia de Alicante, que está en Altea. Es berliner weisse, achampanada y rosada, con poca graduación (4,2%).
Algo que también les define es su apuesta por una identidad visual diseñada por mujeres ilustradoras, que les han ayudado a contar la historia de cada cerveza a través de las etiquetas: “Desde 2017 hasta 2020 trabajamos con la artista Martutxa Casares, que nos ha diseñado la línea de las Ilustres, como Mistral y Barlovento, Posidonia o Batiscafo. Celia Arellano nos hizo el rebranding cuando nos cambiamos a la nueva fábrica y la línea de Imprescindibles: tiene un punto naíf, colorido y mediterráneo, nos gusta mucho cómo trabaja. Y últimamente estamos trabajando con Elia Sanmar, que nos ha hecho las referencias más nuevas, las Inimitables, y tiene una gran sensibilidad”.
¿Sus retos de futuro? “Tenemos ganas de seguir creciendo y mejorando, también de ser cada vez más conocidos en nuestra zona”. Ya están presentes en varios restaurantes de renombre, como Beat, El Xato o los del Grupo Gourmet Alicante. Les gustaría que el grueso de su producción se quedara en “casa”. Por algo el nombre de esta marca de cerveza artesana es un homenaje al territorio donde nacieron: “Althaia”, el nombre antiguo de Altea como municipio, es una palabra griega que significa “yo curo, yo sano”.
Antes de despedirnos, les pregunto cómo compatibilizan la paternidad y maternidad con su vida como emprendedores y empresarios, porque desde las 8 de la mañana ya están en la fábrica. “Como podemos, tirando de abuelos y gracias al equipo que tenemos: solamente nosotros dos no hubiéramos podido”, se sincera Mayte, que se va ahora a recoger a su hija Lola al colegio. “Siempre hay un punto de culpa”, confiesa. El mail que tiene pendiente ya lo enviará mañana.