En el Siglo de las Luces los franceses llamaban al tomate pomme d'amour. ¡Cuánta razón tienen estos galos!
Empecemos dando la matraca con lo de siempre: los tomates son un amor estacional, una pasión efímera, el producto de un largo, cálido, tórrido y ardiente verano. Y todo lo demás -salvo elaboradas bioquímicas excepciones-, invernadero y porexpán.
Tras escribir la cantinela de rigor, llamamos a COARVAL -Cooperativa Valenciana Unión Protectora del Perelló- y tras una voz con acento chino que nos saluda preguntándonos si el motivo de nuestra llamada es “verduras chinas” (¿?) hablamos con Pepe Herrero, que nos ilustra sobre el fruto en cuestión.
Tomate valenciano
El astro más brillante del firmamento valenciano de los solanum lycopersicum. Este fruto es grande, carnoso, con poca semilla y piel fina. El sex symbol de la frutería. “Feo pero muy bueno” según algunos puestos del Mercado Central.
En la pequeña población de El Perelló, su época de cultivo comienza a finales de invierno y se extiende durante toda la primavera para eclosionar en el estío. Destaca por su punto de salinidad adquirido por las aguas con las que se riega, tiene una acidez bajísima y gran dulzor. En esta liga juegan los ‘chatos’, de gran tamaño y redondos junto a los muy patrios ‘masclets’, alargados, acabados en pico y algo más pequeños.
¿Tomate valenciano fuera de la Comunidad? Difícil. Salvo que se cojan verdísimos, suelen perecer en cuanto cruzan las murallas del reino.
Raf
Tras el acrónimo ‘raf’ (Resistente Al Fusarium) se esconde el superpoder de esta variedad de tomate patentado. Su antepasado es el tomate marmande, un tomate de verano al uso que con un poco de ingeniería por aquí y por allá logró superar el ataque del hongo fusarium. Su retrogusto es más ácido, su carne dura y prieta, y aguanta los embates del tiempo de maduración.
En el Perelló se las ingenian para abastecer al mercado con cierta regularidad antes del verano: planes quinquenales, ciencia organizativa, cooperativismo y “agricultores con ADN tomatero”. Que no le falte tomate a las tostadas matinales del pueblo.
Tomate rosa
La nueva moda es el tomate rosa. Es un tomate de tipo valenciano, consistencia tradicional, sabor y textura del terreno, fácil de morder, con 0 acidez y aún más dulce.
Tiene su génesis en variedades híbridas que se seleccionan por su color rosa o violáceo a partir de semillas autóctonas protegidas en el banco de germoplasma Instituto Universitario de Conservación y Mejora de la Agrodiversidad Valenciana, entre otras guaridas de la biodiversidad.
Tomate de pera
Tomates de cultivo agradecido, que por lo general no necesitan ser entutorados -no requieren una estructura para que crezcan sus tallos-.
Josu, de la tienda de productos ecológicos MareMandala, nos advierte de que “no es lo mismo el de ‘pera pera’ que el de pera canario redondeado, que tiene mucha agua y menos sabor. Con el de aquí te haces un gazpacho ideal, una ensalada que mueres’.
Ya que estamos, nos cuenta la marca de la casa para producir hermosos tomates valencianos y de pera: “purín de ortiga, compost que elaboramos nosotros, 0 herbicidas y todo manual”. Añadimos: y todo con un precio coherente.
¿Y los cherry?
Desterremos la idea de que los tomate cherry son unas perfectas esferas rojas que pueden sobrevivir lustros en el refrigerador. En los aledaños de Sueca cultivan una variedad seleccionada de cherry de pera de gran dulzor y producción limitadísima. “Reducimos la producción para estresar la planta. Es decir, si la planta está muy bien regada y abonada da mucha producción pero no se esfuerza, si está más atada sufre, en sentido orgánico, y expresa más el sabor. Cualquier condicionante ayuda a mejorar la calidad”. Para lucir hay que sufrir.