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¿Y SI LA RUTA PUDO DERIVAR EN UNA INDUSTRIA SOSTENIBLE?

¡Bacalao! Así suena la historia oral de la Valencia que fue capital de vanguardias

El periodista y dj Luis Costa reúne a más de 40 voces en un libro que alumbra el primer legado documental sobre los precedentes durante toda la década de los 70, además de la historia de los 80 y 90 parcialmente conocida

9/12/2016 - 

VALENCIA. En Spotlight, la película de Tom McCarthy, uno de sus personajes deja caer la idea de que la revelación sobre el 'sistema de pederastia' en la Iglesia Católica de Boston ha sido posible gracias a que un judío ha acabado dirigiendo el periódico más importante de la ciudad. Salvando las distancias, que son todas, a veces es necesario que un agente exógeno se asome a una realidad para ejercer de testigo documental. Especialmente si esa realidad es turbia (o ha sido enturbiada). Especialmente si esa realidad ha sido manoseada desde dentro con todas las intenciones para ser deformada en todas direcciones. 

 En este viaje el octavo pasajero es el conocido periodista y dj Luis Costa; la Nostromo del asunto es la Ruta; el resultado: ¡Bacalao! Historia oral de la música de baile en Valencia, 1980-1995 (Contra, 2016). Él mismo, en el prólogo, advierte que las casi 50 voces propias del fenómeno "tuercen el gesto" cuando suena el término. Con un punto de chulería y -quizá- amor propio a las decenas de entrevistas y cientos o miles de horas de trabajo, Costa no esquiva el sustantivo y cambia la ka por la ce recordando las muchas expresiones del castellano que acabarían sirviendo para definir los años en los que Valencia fue la capital de la vanguardia musical en Europa. El libro documenta que así fue, al menos durante buena parte de los años 80.

¡Bacalao! es un relato oral en su máximo esplendor. Costa alterna las voces que ha "perfilado" con la técnica periodística. Están crudas (Carles Simó, Juan Santamaría, Toni 'El Gitano', Juan 'Torpedo', Fran Lenaers, Vicente Pizcueta, José Conca, Kike Jaén, Arturo Roger y tantas otras). A cada párrafo de información le precede su autor y para el lector especializado o el valenciano, el libro sirve para empastrar -en el gastronómico y mejor sentido del término- un gran número de nombres propios, casi todos, y los lugares y mitos del pasado. 

Lo más curioso es que su aportación más preciosa tiene que ver con una horquilla en el tiempo que no se incluye en el título. La década dorada de la ruta, entre los primeros 80 y los primeros 90, es la consecuencia de una serie de influencias en las que son determinantes el rock, la llegada de extranjeros a través del boom turístico y el sistema de prescripción a través de vendedores de tiendas de electrodomésticos y cabinas de escucha (de almacenes Vda. Martínez Roca hasta Lanas Aragon a El Corte Inglés). Conciertos de Led Zeppelin en Benidorm, de Triana en Quart de Poblet o de Soft Cell en Llombai son cronológicamente las piedras de toque de un conocimiento musical imprescindible para comprender los riesgos que se asumen musicalmente en las discotecas.

La publicación describe cómo los casales falleros destapan la necesidad práctica de que alguien ponga la música, de la influencia de los pases por estilo, los lentos y las rumbas, de un ecosistema de discotecas previo sin rastro documental (Las Vegas, Quart de Poblet; Club 61, Xirivella; Bony, Torrent; Tres Tristres Tigres, Valencia; etcétera) o de los años en los que las ahora icónicas salas de baile no estaban ni medio llenas, silbaban a los dj's y se mezclaban bajo un mismo techo los llamados 'sieniestros' con los llamados 'cañeros'. De todo ello hablamos con el autor del volumen:

-Eres de Barcelona, vives y trabajas allí. Por tu edad, tampoco estuviste en la Ruta. ¿Ese punto de vista externo te motivó a iniciar la investigación? ¿Ha sido un obstáculo en algún caso?
-Es algo que había reflexionado previamente. Ninguno de todos los que participan me conocen directamente y lo vi como algo positivo: podía hacer mi aproximación al fenómeno desde fuera. Mi intención era, a partir de ello, tener una visión de lo sucedido poco o nada condicionada. Un relato fresco en ese sentido. Lo que sí puede haber influido a su favor es que todos aquellos con los que he hablado saben que soy periodista, que tengo ciertos conocimientos tanto musicales como del contexto y, sobre todo, que soy dj desde 1994. También ha podido influir que sea el jefe de prensa de Razzmatazz y que, con todo lo dicho, supieran que de alguna forma entendía el entorno en el que se trabaja en una cabina o en la noche. Al fin y al cabo, en el caso de los dj's, hablaban con una persona que conoce el oficio.

-¿Cómo surgió la idea de hacer el libro?
-Desde hacía tiempo tenía ganas de centrar en un libro parte de mis estudios e investigaciones de música. Desde que nació la editorial Contra he reseñado sus libros, nos conocemos y hablamos de la posibilidad de hacer algo juntos. Yo sabía que 'aquí' había un tema con necesidad de ser estudiado y nos cuadraba a ambas partes. Avancé un poco para ver si había la posibilidad de que pudiera convertirse en libro y me di cuenta de que la primera parte cronológica apenas estaba documentada. Pocas entrevistas, algunas sesiones por internet y sin más referencias. A poco que me puse a indagar me di cuenta de que había un tema gordo por resolver. 

-¿Por qué ese estilo de narración indirecta? ¿Fue premeditado? ¿Tenías alguna referencia concreta?
-Es un estilo que me encontré por el camino. Es cierto que es un tipo de estructura que me gusta y que he leído en otros libros de música. O por ejemplo en El otro Hollywood: Una historia oral y sin censurar de la industria del cine porno (Es Pop, 2008). Cuando hice las primeras entrevistas me di cuenta de que era la mejor opción. 

-¿Cómo preparaste ese itinerario de entrevistas?
-Traté de encontrar todas las referencias periodísticas al respecto. También fue fundamental el libro de Joan Oleaque, que como digo es el de referencia (En Èxtasi, Ara Llibres -2004). También el libro autoeditado de David Sáenz (La Ruta. Una historia a ritmo de música bacalao). A partir de ahí hice una lista y, en cualquier caso, estaba claro que todo iba a empezar por Juan Santamaría, Carlos Simó y sus coetáneos. Con sus relatos también me di cuenta de que había una historia musical previa absolutamente desconocida.

-El libro se divide en 'Cara A' y 'Cara B'. Quitando el capítulo de A.C.T.V. en esa segunda parte, ¿querías reflejar de una manera clara la parte de crecimiento y creatividad y la decadencia y final con ese corte?
-Sí, es exactamente eso. Aunque A.C.T.V. esté en esa segunda parte, para mí es la discoteca bisagra para la vanguardia. Es la última gran discoteca, por así decirlo. Es un proyecto que nace para mantenerse en la vanguardia, para seguir arriesgando y generar un foco de atención a nivel europeo. A la vez es de las primeras que va perdiéndose por ese camino. Pese al esfuerzo de sus impulsores, a su gran aportación estética y a su programación genial, se ve atrapada en la rueda colectiva de las salas atenazadas por los controles policiales y la presión mediática y social.

-¿La presión social, mediática y policial, en el orden que se sucediera según el caso, es la que marca el final de la Ruta?
-No. Sin duda es un factor importante, pero no es una consecuencia de esto. Es la consecuencia de muchos factores. Por ejemplo, el cambio generacional de público. Es algo lógico: la gente que lleva 10 años saliendo va dejando de acudir con frecuencia a las discotecas. Aparece un público nuevo que no tiene el background musical del primer público. No ha acudido a esos conciertos de grupos extranjeros que tienen en Valencia incluso más repercusión que en su país. No es un público que entiende de dónde viene esa música, cómo ha evolucionado, que baila y disfruta, que llena las salas. Se generó un ecosistema original que se iba retroalimentando y que nutría a nuevas discotecas. Pero ese público languidece por edad y hay un cambio musical importante.

-¿En caída?
-En mi opinión, sí. Se pierde calidad. Las salas no saben reinventarse lo suficientemente rápido o de la manera más inteligente desde el punto de vista de la gestión. Algunos dj's se quedan solos intentando apostar por las vanguardias del hardcore porque los jóvenes demandan música más acelerada, pero a Valencia no llega ese hardcore más acelerado que está cogiendo el relevo de vanguardia y que suena en Bélgica o Alemania. Valencia pierde esa 'capitalidad' por así llamarla habiendo música tan acelerada como esos jóvenes demandan. Descerebradamente acelerada, diría yo, pero que existe y que no llega a Valencia. Llegan un hardcore de tercera o cuarta calidad, el conocido como pitufeo porque aparecen las canciones de Los Pitufos Makineros. Poco después, Valencia se recupera a través de discotecas como Le Club y de repente vuelve a iniciar una actividad de gran nivel, pero ya será una más en Europa. No volverá a ser el centro de atención ni a marcar el ritmo de lo que suena en el continente como sí sucedió durante años, aunque muchos de sus protagonistas no eran de todo conscientes del impacto exterior.

-Antes mencionabas la presión policial, derivada también a causa de las muertes, tanto por accidentes de tráfico como por sucesos derivados del consumo de estupefacientes. ¿Hay una crónica negra en paralelo a la historia de la Ruta?
-No la he advertido como tal, pero creo que no habría problema en seguirla.

-En el libro citas el icono mediático para el periodismo de sucesos que es  el incendio de la discoteca madrileña Alcalá 20. De ahí hasta el crimen de las niñas de Alcàsser pasando por otros tantos hechos luctuosos intermedios, ¿cuánto influyen todas estas historias y la propia nueva realidad de los medios de comunicación en España sobre el fenómeno?
-Es cierto que en los medios existe esa apertura a la crónica negra. Es el momento previo a la telebasura que se acuñará con el citado crimen de Alcàsser. Van brotando programas y reportajes cada vez más sensacionalistas que buscan los momentos de impacto y en prime time. Un prime time que había que copar a toda costa, llevándose por el camino lo que se llevara. La Ruta encaja perfectamente en los estereotipos de lo que se puede denunciar. Esa imagen de sodoma y gomorra que transmiten los medios y que también ayuda en cierto punto a ver el fenómeno de una manera más amplia. 


-El libro es, seguramente, el bestiario más extenso que se ha compilado de la Ruta, desde los años 70 hasta A.C.TV. pasando por la Movida valenciana o los años de apogeo en Chocolate, Barraca y Espiral. La cantidad de nombres propios es ingente, pero sale a la palestra el de German Bou, autor de 'Así me gusta a mí' o 'Dunne'. ¿Sabías hasta donde calaba su relevancia en el 'Sonido de Valencia'?
-Sí, llegaba más o menos hasta donde suponía. Es uno de los protagonistas de otro de los momentos más potentes de la historia, el de la producción musical. Junto a Meagabeat es quien está a inicios de los años 90 dejándonos otro de los interrogantes en los que abunda el libro: ¿por qué no se estableció una base de producción musical en Valencia como referente en Europa? Tuvo algunas canciones de marca, pero cuando fue a levantar cabeza quedó todo fagocitado por ese hardcore de tercera generación del que ya hemos hablado. Bou es el primer productor en España que crea un estudio completo destinado a la electrónica, tanto para la música como para la publicidad. Es, seguro, una de las primeras personas en todo el Estado que maneja ese lenguaje, que es pionero absoluto tecnológicamente, está a la vanguardia y la usa.

-Además del de Bou, ¿hay algún otro nombre que tú consideres que es trascendental en toda esta historia?
-Hay muchos... por ejemplo, el de Juanito 'Torpedo' cuya historia me sorprendió gratamente. Es trascendental el papel de Toni 'El Gitano', más conocido, como puede pasar con Carlos Simó. También me parece un nombre muy relevante el de Quique Serrano, otro pionero capaz de crear una escena, con una apuesta musical muy valiente que genera un público propio (Espiral), un lenguaje propio para sus pistas de baile con difíciles símiles en Europa antes de su existencia, pero sí posteriores. También el caso de José Conca, por ejemplo. Hay nombres totalmente reconocidos como dj's en la Ruta, como puede ser el caso de Fran Lenaers, pero para mí lo que hace Conca en Chocolate está a un nivel altísimo en cuanto a técnica o a selección musical. Hay muchos nombres importantes en el libro por distintos motivos, como pueden ser Arturo Roger o Kike Jaén, pero creo que estos son más conocidos.

-En el prólogo adviertes que Chimo Bayo no ha querido participar. ¿Intuyes por qué?
-No. Estuvimos en contacto. Estaba previsto que participase e incluso me habló hace meses del proyecto de libro que ahora ha publicado. Llegado un día me dijo que no tenía tiempo y que tenía otras prioridades. Yo lo achaco a la falta de tiempo, no puedo intuir nada más. 

-Es una constelación de nombres más o menos conocida, pero en referencia a la historia y una vez recopilada, ¿qué es lo que más te ha fascinado?
-Directamente, la propia historia. Es muy potente a nivel estatal y fuera de España. Me ha fascinado como dj la evolución técnica y artística de algo que surge casi como la necesidad de poner discos y cómo evoluciona sin apenas influencia externa. Me fascina la sensación de todo por hacer y por inventar en el mundo de las discotecas, las configuraciones técnicas más rudimentarias o como todo surge de salas en las que ni tan solo había mesas de mezcla. Es también muy importante el relato que tiene que ver con lo que nos influye en este sentido lo que nos llega en verano y por el turismo extranjero. En invierno, como cuentan los protagonistas, las discotecas eran una cosa; en verano, cambia todo y ahí si hay una influencia externa. Hay un triángulo muy interesante que da para una investigación en profundidad: Benidorm, Ibiza y Sitges. Son tres escenarios que sufren escenas de libertad en los 70 que contrastan con la realidad gris del país. Y todo se desata ahí, en esos puntos, que ejercen de principio de todo [de Benidorm por un lado y de Ibiza por otro surgirá la historia del propio Juan Santamaría]. Empiezan a marcar modelos de ocio nocturno y de escena de baile. Santamaría ve allí que el camino es ese y lo lleva a Valencia.

-¿Chocolate, Barraca y Espiral conforman el primer tridente asentado de discotecas con un público masivo y repercutiendo su selección en lo que acaba por escucharse en Europa?
-Cuesta destacarlas porque antes, Santamaría está influyendo ya con salas como Oggi o Metrópolis. La selección que hace es radical y él cuenta cómo, con la sala llena, hay momentos en los que la pista está vacía de gente bailando porque no saben cómo hacerlo. Es una imagen esclarecedora y potente del pincipio de toda esta historial. Simó cuenta lo mucho que costó mover a la gente en Barraca y cómo nadie le hacía ni puto caso cuando pinchaba a Joy Division (a 'El Gitano' le silbaban por pincharles). Era demasiado pronto para casi todo. Serrano cuenta también lo mucho que le costó mover a la gente el primer año de Espiral. Estamos en la horquilla decisiva, entre 1980 y 1983. Entonces todo empieza a engrasarse con los públicos en Barraca, Chocolate y Espiral, con el trabajo de Torpedo y El Gitano. Para mí esas tres marcan el momento en que confluyen éxito y programación aunque luego hay una discoteca que creo que es igual de importante a nivel europeo: Spook Factory. Llegó más tarde, pero hizo una apuesta muy grande y gracias a que Barraca y Chocolate tuvieron que cerrar un corto espacio de tiempo por una cuestión administrativa [una de las mejores anécdotas del libro contada en su contexto de relevancia] pasó a colarse y a competir al menos al mismo nivel. Aun así, me cuesta destacar alguna... Pacha Auditorium [posteriormente Arena Auditorium] aportaría mucho a la ciudad. La Isla también, ambas con conciertos de altísimo nivel que nutren musicalmente al público y que generan la idea del concierto a primera hora y la discoteca como continuación.

-La relevancia de los conciertos no trasciende casi en ningún momento de la historia de la Ruta conocida, ¿por qué?
-Sigue siendo un espacio misterioso de esta historia. Ha sido imposible encontrar críticas musicales sobre ellos que destacaran rasgos de la cultura, del momento...

-Es más conocida la trascendencia de la mescalina. ¿No te resultó sorprendente que los protagonistas se deshagan en elogios, 30 años después, sobre sus efectos e influencia en todo lo que sucedió?
-A veces pienso si es verdaderamente una inflexión o no. Tengo mis dudas, pero no puedo obviar que para que estas voces hablen así de la mescalina 30 años después... algo sucedía con aquella sustancia. Es importante, como apunta Vicente Pizcueta, entender los vacíos legales del momento. La libertad de horarios, la falta de regulación y la ausencia de códigos sancionadores o evaluadores de las sustancias psicotrópicas. Esto se une a una generación de gente joven en Valencia que empieza a disfrutar por primera vez de verdad de una serie de libertades que no se han vivido antes en España. Es un momento de absoluta intensidad juvenil. Todo es nuevo y uno puede bailar en discotecas súper modernas durante días. Pude ver a The Damned con 20 años y luego a las 7 de la mañana ver a A Popular History of Sign. Ahí es donde la mescalina juega un papel de facilitador de horarios, de unión de públicos y buen rollo... no obstante, puede haber un componente de magnificación en todo el asunto.

-De vuelta al momento de los conciertos, ¿es Toni 'El Gitano' el que logra con sus "dos pases" en Chocolate mezclar a 'siniestros' y 'cañeros? ¿Cuándo sucede esa aparición de las dos tendencias de una manera más clara?
-En Barraca es donde predominan las guitarras con un concepto más pop. De ahí que Simó haga sonar la maqueta de Glamour allí, además de los conciertos que se sucederían. Ese pop inglés está más próximo a Barraca, que acaba por acoger los conciertos de The Stone Roses o Happy Mondays, pirrados por saber qué pasaba en ese sitio llamado Valencia. En Barraca había guitarras más limpias, por decirlo así. Chocolate opta por un menú musical más oscuro. Es la música que pinta Toni, cuya mayor referencia vital cuenta en el libro es Ian Curtis (Joy Division). Pero a la parte más siniestra también suma la más cañera. En 1986 es José Conca el que recoge ese testigo y va introduciendo músicas más electrónicas, como el EBM. En Chocolate, desde la etapa de Toni, ya se ven las dos tendencias muy claras: pintas más góticas y pintas cada vez más extremas. El público está mezclado y, en efecto, es un momento brutal. El público se define. En Spook se va generando un público más luminoso y el propio Lenaers también destaca como existen zonas dentro de la discoteca, con gente más punk y gente más pija. Todo está mezclado y la escena de baile se va definiendo en Valencia.  

Juanito 'Torpedo' (izquierda) bromea junto a unos jovencísimos Depeche Mode ante la prensa, en la previa a su concierto en Valencia

-Y, entre tanto, como factor de confluencia, la mescalina.
-Se van generando públicos y tendencias musicales dentro de las discotecas y la mescalina, según todos relatan, genera una suerte de apertura musical. Dicen que les abre las orejas, textualmente. Los dj's aseguran que pueden arriesgar más musicalmente porque la sustancia hace que acepten otros estilos, otras músicas, que se abran a distintas tendencias. Se preocupan más de bailar que de la etiqueta de la canción.

 -Hay una última pregunta que surge a lo largo de la lectura y que quizá puedas responder ahora que has dado voz a una cincuentena de protagonistas de todo aquel periplo: apenas hay nombres o voces de mujer, más allá de lo que añade Ana Curra casi como agente externo a la etapa de la Movida valenciana. ¿La Ruta fue una historia de hombres?
-Pues... me hubiera gustado que no fuese así. Las he echado en falta a lo largo de la investigación y de la escritura y la presencia de Curra, que per se ya es notoria e importante en la música, está justificada, me llena de felicidad, pero desde luego es corta. Y no han aparecido más mujeres al frente de esta historia. En ningún campo: producción, pinchando, en la gestión de empresas, en la venta de las tiendas de discos... durante un largo tiempo, el que aborda el libro y en Valencia, fue un mundo dominado por los hombres. Afortunadamente eso ha cambiado.

 En el libro intervienen con su propia voz y por orden de aparición: Juan Santamaría, Carlos Simó, Alfredo Florito, Miguel Jiménez, Lucas Soria, Toni 'El Gitano', Quique Serrano, Juanito 'Torpedo', Fran Lenaers, Jorge AlbiRemi Carreres, Rafa Cervera, Germán Bou, Estevan Leivas, Steve Hovington, Ana Curra, Vicente Pizcueta, Joan Oleaque, Cristian Martí, Luís Bonías, Jesús Brisa, Javi y Rafa 'Gemelo', David 'El Niño', Mark Burgess, José Conca, Andy Jarman, Toni Garrido, Bernardo Solís, Amable, Nando Dixkontrol, Ramón Moyá, Rafa Pastor, Javier Busto, Rafa Lara, Fernando Fuentes, Shaur Ryder, Eduardo Guillot, Hans Diener, Carlos Aimeur, H4L 9000, Arturo Roger, Julio Andújar, Juan Bataller, Kike Jaén y Clemente Martínez.

Destaca la actividad de las discotecas Cap 3000, Oggi, Metrópolis, Chocolate, Barraca, Espiral, Spook Factory, Éxtasis, A.C.T.V., Distrito 10, Torero, Heaven, La Isla, Villa Adelina, Puzzle, The Face, N.O.D., [Pacha y] Arena Auditorium y Zona.

Suenan, entre muchos otros, Age of Love, Bauhaus, Sisters of Mercy, Anne Clark, Minimal Compact, The Cramps, The Cult, Depeche Mode, Front Line Assembly, Glamour, Happy Mondays, The Waterboys, The Damned, The Stone Roses, New Order, Lords of The New Church, New Model Army, Simple Minds, Siouxsie & The Banshees, The The, Trisomie 21... y las siguientes 10 canciones:

 

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