El Espacio Inestable acoge este fin de semana la primera obra de la pareja de artistas urbanos, Hito
VALÈNCIA. Entre las distintas acepciones con las que la RAE define la palabra hito está la de “persona o hecho clave dentro de un ámbito o contexto”. El término ha sido el elegido por los artistas urbanos Chey Jurado y Akira Yoshida para invocar ese instante fundamental en el que ambos bailarines y coreógrafos coincidieron bajo las órdenes de Roberto Oliván. Tras un año de gira con la obra de circo, danza y nuevas tecnologías Cuculand Souvenir, decidieron poner a prueba su complicidad y desarrollaron juntos una pieza con un poso biográfico, Hito, programada los días 26 y 27 de diciembre en Espacio Inestable.
“El aliciente para crearla fue que nos llevamos muy bien y tenemos un lenguaje parecido y a la vez, diferente: yo soy más contemporáneo y él, más urbano”, distingue Yoshida en una parada en carretera en su camino a Zaragoza, días antes de que vuelvan a tirar millas, pero esta vez, hacia València.
Su pieza plasma, precisamente, ese espíritu nómada, su vida de bolo en bolo. Es el relato del viaje de dos personas que viven una amistad en desacuerdo continuo.
Sus creadores revelan que más del 60 por ciento de las representaciones responden a la improvisación. Hito tiene una estructura donde caben los momentos sincronizados y otros donde los bailarines se dejan llevar por separado por la intuición.
“Un bolo bueno es cuando ocurren cosas que no nos esperábamos, en el caso de la calle, muchas veces depende de la espontaneidad del público, y en el teatro, todo depende de la energía, pero también hay espacio para que ocurran cosas”, comenta Yoshida, quien asegura que no hay ninguna función igual.
La propuesta consta de tres formatos de duración, de 15, 30 y 52 minutos. En abril de este año representaron la versión media en el claustro de La Nau, dentro de la programación de Dansa València. En el teatro de Ciutat Vella se ha programado la de una hora. “En este formato, nuestros personajes están más desarrollados psicológicamente, a nivel dramatúrgica es una obra más completa”, avanza el bailarín navarro, hijo de madre donostiarra y padre japonés.
Yoshida comenzó a bailar break con un grupo de amigos en Pamplona hasta profesionalizarse y alzarse con más de 60 premios en España, Francia, Argentina y Austria. Con 23 años empezó una transición a la danza contemporánea y las artes escénicas que le procuró la beca Principal Artística de Navarra con la que se instaló en Austria para realizar sus estudios artísticos en la Academia Experimental de Danza de Salzburgo (SEAD). Las danzas urbanas nunca le abandonaron.
“Siempre tenía muy presente la inquietud autodidacta del break, de modo que cualquier información más académica la pasaba por un filtro”, comparte.
La incursión de Chey Jurado en las danzas urbanas también fue a través del autoaprendizaje. En concreto, se decantó por el bboying, el popping y el locking, con cuya práctica ganó en cuatro ocasiones la Red Bull BC One Spain y otros muchos reconocimientos que lo erigieron en uno de los artistas más representativos en el circuito internacional, como el de mejor bailarín experimental en el certamen francés Juste Debout.
Su formación en contemporáneo se gestó en compañías de la talla de La Veronal, en las que fue incorporando a su cuerpo los estilos de otros coreógrafos hasta forjar el suyo propio.
El tándem volverá a encontrarse para una nueva producción compartida a finales de 2023, pero ahora tienen proyectos por separado.
Este año, el extremeño estrenará la versión larga de Por parte de mare, junto a la guitarrista flamenca Antonia Jiménez, y un dueto con Javito Mario titulado Samsara.
Yoshida, por su parte, desarrollará una coreografía para la Compañía Nacional de Corea y girará un dúo de media hora creado durante el confinamiento con Lali Ayguadé.
“En la primera fase de la pandemia, hubo un momento en el que parecía que las artes escénicas se decantaban hacia la representación online, pero ya no. Espero que el teatro siga existiendo, del mismo modo que la calle. Como intérprete y espectador me gusta presenciar la fuerza y la vulnerabilidad de los cuerpos en el momento. En vivo, no hay cámara que pueda borrar lo que has hecho, así que estás expuesto constantemente a cierto riesgo”, concluye Yoshida.