Muchos la recuerdan como uno de los principales espacios de ocio de los 80 y 90. Ese Carmen moderno hoy languidece, pero un puñado de buenos restaurantes todavía recuerdan su antiguo esplendor.
El Carmen se ha transformado tanta veces a lo largo de los últimos ocho siglos, que en ocasiones ha terminado perdiendo su identidad. La de ese barrio castizo, popular y emblemático de Valencia. Recorrerlo de madrugada era el bautismo noctívago de los adolescentes de mi generación que recorríamos inseguros y etílicos sus estrechas calles descubriendo pubs que se nos antojaban misteriosos como el Juan Sebastián Bach en la calle del Mar o el Nou Pernil Dolç regentado por la excéntrica Olga Poliakoff, personaje inmortal de la zona del Carmen. Observen los puristas que me refiero a la zona y no al barrio, ya que lo que administrativamente se conoce como Ciutat Vella está formado por seis barrios: La Seu, La Xerea, El Pilar, El Mercat, Sant Francesc y el Carmen, nombre con el que popularmente se denomina todo el casco antiguo de Valencia. Unos barrios que son asediados día y noche por hordas de turistas que buscan las raíces de la ciudad y un encanto que aunque no sea el de antes, todavía se puede encontrar entre sus plazas, sus restos de murallas y sus edificios históricos.