El economista ha dirigido el documenal Il vilani, sobre los peligros que acechan a la cocina tradicional italiana
Los vinilos de Daniele de Michele están cubiertos de salpicaduras de aceite, motas de harina y restos de salsa. Son los estragos de su activismo en pro de una gastronomía tradicional, respetuosa con el medio ambiente y con las personas. Y es que este economista italiano tiene un alter ego dj, Don Pasta, que pincha sus discos al tiempo que cocina. Este pasado viernes visitó València en su faceta más formal, para presentar su primer documental, Il villani, en el contexto del ciclo programado por la Filmoteca hasta el 29 de diciembre con motivo de la apertura en València del Centro Mundial para la Alimentación Urbana Sostenible. Su película está protagonizada por cuatro campesinos, Luigina, Modesto, Totò y Santino, que hablan sobre agricultura, pesca, queso y fogones. Son la resistencia popular frente a la adopción de un modelo cultural uniforme en todo el mundo.
- Este tipo de documentales suelen dar voz a los intelectuales, pero tú has priorizado a los campesinos. ¿A qué responde este cambio?
para tener una respuesta clara de qué es el acto político en la agricultura no le he preguntado a los universitarios, sino a los campesinos
- El problema es que los intelectuales han abandonado al pueblo. Este trabajo ha sido provocador porque subraya que no necesitamos a los pensadores para hablar de la agricultura. Las personas que protagonizan Il villani utilizan el dialecto, no están instruidos, pero hablan la misma lengua que los que les escuchan. Si yo hablo, la gente no me comprende. Modesto dice lo mismo que yo pienso, pero a él lo entienden. Todos los retratados en el documental tienen una noción política y ética. Lo apasionante es que para tener una respuesta clara de qué es el acto político en la agricultura no le he preguntado a los universitarios, sino a los campesinos. De hecho, la gran cultura italiana ha nacido de la observación del pueblo. Ahí tienes a grandes directores como Visconti, Monicelli y Rossellini. Todo acto político ha de estar ligado a la historia de tu gente.
- No obstante, todos ellos se sienten incomprendidos por sus vecinos. ¿Son los nuevos quijotes?
- No es sólo que las personas coman bien o mal, sino que el mundo ha dejado de prestar atención a los valores universales, así que si se señala a la gente un valor universal, al principio te toman como un loco, un quijote, pero al tiempo se dan cuenta y cambian su punto de vista. Es todo una cuestión de perspectiva, la gente ha de dejar de mirar el dedo y observar la Luna.
- Cuando concebiste el documental ¿ya tenías en cuenta su connotación política?
- Este proyecto vino impulsado por la fascinación por el arte culinario de mi abuela. De ahí surgió una webserie basada en mi gira por las 20 regiones de Italia visitando las cocinas de las nonne. Fue entonces cuando me di cuenta de que la tradición no pasa tanto por los fogones como por producir alimentos: por la agricultura, la ganadería y la pesca. El problema es que ahora no puedes hacer una buena cocina familiar y popular, porque los productores están desapareciendo. No me interesa la alta cocina, ni su excelencia, sino que todo el mundo coma bien. Y la gente hoy en día no se lo puede permitir, porque es caro.
- Entre las razones de esa desaparición, el documental apunta a las directivas de la Unión Europea.
- Las leyes de la UE son muy duras para los pequeños productores. Te pongo un ejemplo, el de la ricota. Este queso es producido por los pastores de ovejas, cerca de donde tienen al rebaño, así que forzosamente no hay condiciones sanitarias como las que la Unión Europea demanda. Esas normativas están diseñadas para los grandes, porque necesitan meter conservantes para poder mantener un millón de litros de leche de oveja. Y eso implica que para hacer ricota sea necesario realizar una inversión de 30.000 a 50.000 euros a fin de poder montar un laboratorio bien hecho. Así se destruyen las posibilidades de la producción porque quien hace la ricota son pequeñas economías un poco ilegales. Y si no haces ricota ya no haces canelones ni cannoli, bases de la gastronomía italiana. La paradoja es que para que la cocina de mi país sea buena y duradera, ha de ser pequeña. Así se concibió por el pueblo hace cientos de años.
- Otro problema que se señala es el de los monocultivos. ¿Qué ha llevado a los agricultores italianos a abandonar la variedad de las semillas locales?
- Antes tú no eras un agricultor de verdad si no producías tus semillas. De hecho, desde que el ser humano existe, selecciona sus semillas para la familia y las intercambia con la comunidad. Entrevisté a una mujer de 85 años que para el matrimonio recibió semillas de tomate como dote. Pero los últimos 50 años, tras la II Guerra Mundial, toda la actitud ha cambiado. Las leyes han roto esta conciencia colectiva.
- ¿A qué responde la ambigüedad del título, Los villanos?
- A que me parece paradójico que la palabra que originariamente definía a los habitantes de los pueblos ahora se use para referirse a las malas personas. Cuando la agricultura moderna entró como un acto capitalista y normativo, los campesinos no la siguieron, sino los funcionarios, los legisladores, los comerciantes. Así que ¿quién es la víctima y quién el villano? Me parece que está muy claro. Los campesinos se han visto obligados a seguir una nueva conducta. La cocina es un conocimiento colectivo, si entras por la ley en esa conciencia, la rompes y haces lo que quieres del pueblo.
- ¿Dónde reside la esperanza frente a esa dinámica avasalladora?
- En este momento, si tú vas al supermercado y compras una naranja, piensas que es una basura, mientras que a alguien más joven y barbudo le sabrá bien. Con este ejemplo quiero explicar que la escisión se ha producido de manera reciente, no es como en Inglaterra, en EE.UU. o incluso en Francia, donde ya llevan varias generaciones. Así que todavía existe la esperanza de construir un puente. Totò es un agricultor del presente muy consciente, muy político y muy comprometido, que a la vez es el sobrino de un agricultor puro, así que es un puente perfecto. En Italia, para salvar la tradición, se ha decidido construir nichos de excelencia, por eso se ha creado el gran mercado de calidad made in Italy, pero no es suficiente. Esos nichos sólo suponen un 3% de la producción y eso no tiene ningún interés para el cambio climático, de mentalidad y comercial. Los vanguardistas van a permitir ese ciclo monetario que permite comprar las naranjas a 1,50 euros. La agricultura biodinámica no puede ser una alternativa. El objetivo debe ser más amplio, aspirar a un cambio de comportamiento colectivo. Lo que es interesante es permitir que la gente normal pueda comprar productos de calidad a un precio bajo, y para eso es necesario crear una nueva narrativa ligada al pasado.
- No puedo resistirme a preguntarte con qué música maridaríais la paella en una de tus sesiones.
- (Sonora carcajada) Con Mano Negra, porque es una mezcla colorida y una fiesta compartida entre todos.