Esta es una de esas veces que te vas de viaje pero que sabes que a lo que vas es a comer, a ponerte fino, a zampar sin fin.
Sí, una de esas veces que te organizas la ruta según los restaurantes y no por zonas de interés (que ojo, al final, las acabamos pisando todas). De esas que el lunes llegas y solo quieres enlasadita light, por favor.
Pues bien, nos fuimos a Barcelona a descubrir todo su mundo de restaurantes vegetarianos, que no es poco. Aunque más que vegetarianos, muchos eran flexiterianos, esos en tierra de nadie y a la vez en la de todos, tan de moda en ciudad.
Empezamos abriendo boca con un desayuno en Flax & Kale, un local enorme, precioso y muy bien organizado ubicado en el barrio del Raval. Este fue el primer restaurante flexiteriano de Barcelona, todo un boom en aquel momento. Su carta es 80% basada en plantas (“plant based”) con un 20% de pescado, a parte de las opciones sin gluten. Si te gusta empezar el día con el estómago bien contento, no te lo pierdas, seas o no seas veggie, es un imprescindible en tu lista. Pedimos la “Avo toast 2.0”, ¡2.0! ¿Cómo no elegirla con ese nombre? Resulta que llevaba pan de molde integral, aguacate, salsa de yuzu, salsa de açaí, pistachos y levadura nutricional. Es la madre de las tostas de aguacate, no hace falta que diga cómo estaba.
El punto dulce lo puso un plato nuevo en carta. Prepárate porque lo vas a querer en València. Es el “Açaitella Bowl”. Está hecho con açaí, cacao, crema casera de avellanas, crumble gluten-free, fresas, kiwi, plátano y cobertura de cúrcuma. Increíble. Imagina juntar el sabor de la nutella con el del açaí, otro nivel. Si lo pruebas, vuelves.
Si te van los sitios más recogiditos a primera hora del día, porque eres de esos que va con sueño y no quiere mucho ruido, pon rumbo a Manglar. Su lema es “Nuestra comida debería ser nuestra medicina y nuestra medicina debería ser nuestra comida.”
Es un local precioso, con un rollito nórdico muy guay, súper acogedor y con un gran cuidado por el detalle. No es vegano ni vegetariano pero ha pensado en todos al hacer su carta. Pedimos una tostada integral doble de masa madre con mousse de berenjena asada, mousse de aguacate, agave y requesón de anacardos. Qué maravilla. Seguimos con unas tortitas veganas hechas con avena, chía, chocolate y fruta fresca.
Llega la hora de comer y quieres comer en condiciones. Después de darte un paseo por el puerto, nos vamos a The Green Spot, ahí, al ladito de la Barceloneta.
Un restaurante “veggie for non veggies” (como ellos dicen) de estilo escandinavo. Espacioso y luminoso, con un patio central acristalado y lleno de plantas que puedes admirar desde la barra de su coctelería. La cocina a la vista y las mascotas bienvenidas.
Vemos la carta y qué alegría es poder pedirlo todo. Nos llaman la atención los tagliatelle de boniato con salsa de nueces de macadamia y trufa negra. Allá que nos zambullimos. Impresionantes, el mejor plato crudivegano de nuestras vidas.
Otro favorito para comer si vas con prisa, es Honest Greens. Es un restaurante de comida sana, rápida y asequible, además de deliciosa. Damos fe. El lema que rezan sus paredes es “comida real”, es decir, fresca y de temporada, sin procesar y libre de conservantes o azúcares añadidos. Les gusta la proximidad, por lo que apoyan la agricultura local. Además, ofrecen opciones para todos, ya seas vegano, vegetariano, o incluso paleo. Entras y te lleva a plena naturaleza, con un árbol en medio de la sala, mobiliario de madera y repleto de plantas. Lo primero que ves son sus postres veganos y la larga cola que se forma para pedir, porque, ¿Cómo funciona? En la carta puedes elegir una ensalada ya confeccionada por 6’90€ o sino, elegir una proteína que siempre va acompañada de algo de verdura y añadir todos los extras que te apetezcan.
Nosotros elegimos tofu como proteína que venía acompañado de rúcula, espinacas, pico de gallo y pan, a lo que añadimos aguacate y boniato con salsa romesco de almendras. Además, un hummus de albahaca que estaba para chuparse los dedos. Ahora sí, si algo nos conquistó, fue la bebida. Vale, pagas 2’50, pero puedes servirte todas las veces que quieras de sus aguas infusionadas. Barra libre. Sin duda este es nuestro favorito, por la calidad, por el sabor, por el precio y por lo bien que se está dentro.
Si te va el momento dulce a media tarde, ahí va un imperdible. Mientras caminamos por Las Ramblas nos encontramos con Rocambolesc. La heladería de Jordi Roca que hay que probar sí o sí. El único helado vegano, el sorbete de cereza. Aunque sea una sola opción, no te hacen falta más porque está brutal. De toppings elegimos fresas, arándanos y pepitas de cacao.
Se dice que las cenas sean ligeras, aunque quizá alguno de vosotros lo que quiera es una buena hamburguesa contundente. Para eso Vacka, allí que caímos la primera noche después de sufrir de hambre en el tren. La cosa se ponía seria, había que elegir entre la “Bad Vegan Mother Burger” o la “Mexican Burger”. Un par de bombas. Al final nos recomiendan la mexicana y hemos de decir, que es la mejor hamburguesa vegana que hemos probado hasta ahora y además el plato iba hasta arriba de boniato asado. Está hecha con guacamole, jalapeños, cebollas encurtidas, tomate… Increíble con ese toque picante.
Vacka es un restaurante 100% plant based, es decir, vegano. Tienen hamburguesas, postres, ensaladas y hacen sus propios quesos veganos. Es un local pequeño pero muy acogedor, perfecto para ir una noche cualquiera.
Y por último, el souvenir. Antes de coger el tren no acercamos al barrio de Gràcia a por los mejores dulces de la ciudad, a la que fue la primera pastelería vegana de Barcelona, La Besnéta. Si vas a la ciudad, no te puedes marchar sin probar su tarta de zanahoria o su tiramisú, el mejor de nuestras vidas. Además no hace falta que te lleves la tarta entera, preparan tarros con porciones pequeñas que vienen genial para el viaje de vuelta.
¿A que te apetece un poquito de esto en València? Porque a mí desde luego que sí.