La idea de este diario es más bien sencilla: contar mi vida (gastronómica)
“Y para lo malo”. El lunes pasado comimos en la terraza de un restaurante absolutamente irrelevante, un par de horas antes de una intervención (médica) importante en la familia. No comimos mal (ni bien) pero pudimos evadirnos un ratito bajo este sol que nos merecemos y esta luz blanca que abrasa y reconforta, que calma —sin esta luz cegadora València no sería lo que es, eso lo tengo clarísimo. El servicio fue correcto y los platos sobre la mesa cumplieron, sin más. Pero es que la gastronomía también es pasar un rato agradable y ya está, ¿no?
Un par de días después me acercé, libro en mano (en concreto: Zona de obras de Leila Guerriero que edita espléndidamente Círculo de Tiza) a conocer la nueva etapa de Víctor Soriano en Namúa en El Grao, que ciertamente parece el título de la segunda parte de Moana —de hecho, el nombre se inspira en una isla del Pacífico. Me cuenta, y se le nota, que está feliz con la vuelta al barrio: aquí nació, aquí estudió (con Nacho Romero o Sergio Giraldo) y se intuye que de estas calles de Poblats Marítims nunca debió salir, pero la vida es equivocarse y aprender, ¿no? Le digo a Víctor que ponga el foco en el barrio, en el vecino de toda la vida y el cliente fiel. El resto el ruido.
Diseño, Guillaume y Borgoña. Yo insisto: lo mejor de una comida casi siempre es la sobremesa y doy fe que así fue en la charla que disfrutamos en Entrevins con Pepe Cosín, decano del Colegio de Diseñadores de Interior de la Comunitat Valenciana (CDICV) y un amigo común. Pepe es todo humildad, concisión y timidez; un buen referente de esa València cabal y sentida que habíamos sepultado bajo toneladas de tontería y brilli brilli. Qué gusto ver cómo la estamos recuperando, ¿verdad? Disfrutamos muchísimo de este Entrevins cada vez más sólido (me recuerda mucho a una de mis casas de comida favoritas en Madrid: La buena vida), fabulosa la cocina de Alberto Lozano y fabulosa la chardonnay que siempre le exijo a Guillaume. Nunca me defrauda.
Sábado, tras unas compras en Arturo Sanchis y la feria del Anticuario en Tapinería acabamos en la terraza de Paraiso Travel, qué autenticidad respiran esta panda de locos maravillosos (Junior Franco, Paco Guillem y compañía) y qué bien entienden lo que debe ser el placer gastronómico: ¡alegría! Ostras a la brasa, espárrago blanco (es temporada) con papada, alcachofas con tartar de caballa y un all i pebre sabrosón que no olvidaremos fácilmente. Tuvimos que irnos un poco apresurados, porque la vida no entiende de planes. Ya estamos deseando volver.
Quique toma Neptuno. El camino trae luces y a veces sombras, y desde la nuestra (pasará) no puedo sino ser inmensamente feliz por este foco maravilloso de buena ventura que ilumina estos días a Quique, Andrea, El Capo, Silvia y cada uno de los integrantes del equipo Dacosta en ese Mandarin Oriental Ritz que es desde ya una embajada del Mediterráneo en el Foro, Dénia (y València) vestidas como se visten las diosas entre la sede de La Bolsa de Madrid y la Plaza de Neptuno. La gamba será nuestro caballo de Troya. Saldrá el sol.