BERLÍN. Hay un festival internacional de primer nivel donde el cine underground y abocado al riesgo encuentra su mejor plataforma, la Berlinale. Este escaparate escogió entre las propuestas más transgresoras de su 67 edición, la ópera prima de Eduardo Casanova, Pieles. El director debutante, conocido por la audiencia televisiva por su papel de Fidel en la serie Aída, removió las mentes y los estómagos del público de la sección Panorama, y a partir de este viernes, se dispone hacer otro tanto con los espectadores patrios. Su ópera prima es una apuesta por la estética kitsch y el mal gusto, donde el horror se edulcora con una estética saturada en tonos pastel. La película ha sido producida por Carolina Bang y Álex de la Iglesia, quien se refiere al resultado como “un cuchillo dentro de una tarta de cumpleaños”. En su elenco se alternan actores conocidos como Macarena Gómez, Carmen Machi y Candela Peña, con el top Jon Kortajarena e intérpretes físicamente diferentes.
- ¿Cómo acogió el público de Berlín una propuesta tan bizarra?
- Cuando decidí hacer una película sobre losers y personas excluidas de la sociedad, fue porque para mí dirigir cine es una necesidad. Nunca pensé que Álex de la Iglesia la produciría; que Carolina Bang se dejaría la piel, levantándose a las siete de la mañana, para conseguir la financiación; que todos estos actores aceptarían y me lo darían todo, que se estrenaría en la Berlinale... Si me hizo ilusión estar en el festival fue porque en el colegio, los freaks, estábamos apartados, pero me he dado cuenta de que el cine es el único lugar donde los outsider tenemos nuestro lugar. Y eso me emociona.
- Tus seis cortometrajes previos comparten puntos en común con Pieles, como la deformidad, las madres desquiciadas y los colores pastel. ¿Por qué vuelves una y otra vez sobre estos elementos?
- Todos mis trabajos sitúan a gente que esta malformada física o internamente en un espacio precioso. Mi cortometraje Amor de madre es la historia de una madre y de un padre zombies desesperados porque acaban de perder a su hijo. Y la historia transcurre en una casa de un verde maravilloso. La hora del baño es sobre una madre trastornada, con un quiste en la cabeza, rodeada de color rosa. Tenía otras historias de gente malformada, así que cuando me junté con Álex de la Iglesia, decidimos hacer un guión de multitrama.
- Estéticamente me has recordado a David LaChapelle y a Pierre et Gilles. ¿Qué otras influencias plásticas has destilado en Pieles?
- Pierre et Gilles me flipan, y LaChapelle me interesa, pero no tanto en su interés por lo queer y lo LGTB, como plásticamente. Mis grandes referencias estéticas son el fotógrafo de las caras que nadie quiere ver, Mark Ryden. También Bruce Gilden y Christian Rex van Minnen. A nivel de discurso, me interesa mucho Todd Solondz, David Lynch, David Cronenberg y Roy Andersson, un director de publicidad sueco que ha hecho cinco películas. La última es Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia. Es brutal, la recomiendo. Me encantan los planos generales donde muestra a un personaje y todo lo que le rodea, son fotos en movimiento.
- No puedes negar tampoco la influencia de John Waters. ¿Qué ha significado su cine en tu vida?
- Empecé a ver su cine con 14, 15 años y se convirtió en un referente vital, pero no tanto por su cine como por su discurso. John Waters mostró a la mujer no femenina, no educada, no guapa e, incluso, no biológica. Su trabajo fue una transgresión y una revelación en el discurso feminista y en las cuestiones de género. Es un referente vital
- ¿Quién es tu Divine?
- Si te refieres a quién es mi musa, en todos mis trabajos he trabajado con mi mejor amiga, Ana Polvorosa, pero no me cierro a colaborar con nadie. Ana es tan generosa, que hace lo que le pido. Cuando le dije que íbamos a hacer un corto sobre una mujer con un ojete en la cara, me contestó: “Sí, chocho, no te preocupes”. Y a continuación se puso a hablar de otra cosa.
- ¿Por qué decidiste retomar el personaje de la chica con el ano en el lugar de la boca de tu corto Eat My Shit?
- Hubo un momento en el rodaje en el que me di cuenta de que aquello no iba a quedarse en una pieza, sino que iba a ir más allá. Al llegar al rodaje, Ana recortó unos labios de una revista. Le pedí que los subiera sobre su boca, que levantase la cara y dejara caer una lágrima. Lo hizo tal cual y nos encogió el corazón. Luego se quitó los labios y empezó a cagar por la boca. Nadie miraba el monitor. Estábamos todos absortos. En ese momento decidimos que había que enseñarle aquello a más gente.
- Trabajar con Ana Polvorosa, Secun de la Rosa y Carmen Machi, junto a los que has compartido diferentes temporadas de Aída ¿es como jugar en casa?
- Es muy cómodo trabajar con ellos, los quiero muchísimo, pero están en Pieles porque son buenos actores.
- Has seleccionado actores con y sin diferencias físicas, ¿en algún momento pasó por tu cabeza que el elenco en su totalidad estuviera integrado por personas con deformidades?
- El problema es que en la industria no existen personas diferentes. No encontrábamos, por ejemplo, una actriz con acondroplasia. Al final dimos con Ana María Ayala, pero fue complejísimo. La única que habíamos conocido con anterioridad me dijo que no tras leerse el guión: “Porque la gente de esta película no era normal”. Al escucharla, se me saltaron las lágrimas. Me di cuenta de cuánta falta hacía esta película. Ni siquiera la gente diferente se acepta a sí misma.
- ¿Cuál es el mensaje que esconde el envoltorio en colores pastel de la película?
- El camino para encontrar nuestro lugar en la sociedad no es fácil. Para mí no ha sido sencillo llegar hasta aquí, me han rechazado mil veces, me han llamado raro mil veces, pero sin pasar por estos malos momentos, no sería quien soy. Y es de lo que habla la película, de que uno es diferente, de que lo va a pasar mal por serlo, pero va a encontrar su lugar. Porque el ser humano es más generoso y empático de lo que parece.
- ¿Qué es lo que tanto te gusta del rosa?
- Mi casa es por entero de color rosa. El rosa se une a la feminidad, a lo cándido, al gay. Y es asqueroso monopolizar un color. Mi cabeza no lo entiende. Así que utilizo el rosa en una mujer que no quiere a su madre, que no quiere vivir con ningún hombre, no es joven y no cumple los cánones estéticos establecidos por una sociedad que exige la hermosura. Vamos a romperlo todo de una vez. Luego, hay otra razón: quiero que el público me quiera. Así que utilizo el rosa como lubricante, para poder hablar de la pedofilia sin que se marchen del cine.
- ¿Has llegado a aborrecer el color rosa?
- Lo odio. Duermo fatal y cuando sueño, lo hago en rosa. No puedo huir de él. Seguiré rodando con él, porque lo detesto. Pero no podemos separarnos de lo que odiamos.
- Has nombrado a las madres, y es cierto que la figura materna está muy presente en tu cine, como también en el de Xavier Dolan.
- No me interesa Dolan. En absoluto. Porque ser gay no es un punto de vista. Y nunca rodaré una historia sobre un hijo gay con una madre sobreprotectora. A mí me motiva hablar de la madre como mujer, de la madre que odia a su hijo, de la que proteger a su hijo y le hace daño, de la herencia del hijo, de cuando el hijo no se puede quitar a la madre que lleva dentro. Me interesa Psicosis, de Hitchcock, y no Mummy, de Dolan.
- En tu película hay dos posturas enfrentadas frente al uso de la cirugía estética. ¿Cómo te posicionas ante esa disyuntiva?
- Es complejo. Cuando estaba escribiendo y montando la película no terminaba de entender al personaje de Candela Peña. Y eso me hace feliz y me da ganas de vivir, porque me doy cuenta de que no tengo las respuestas, porque las personas somos complejas. Quiero que cada espectador haga su interpretación. El humano es un ser cambiante, contradictorio, todo es plural. Todo es mucho.
- ¿Quieres seguir actuando?
- Lo mío siempre fue la dirección. Empecé a dirigir cortos a los 17 años, y el primero lo quise hacer con 14 y no pude. Soy tan feliz dirigiendo… Dejé de intentar buscar novio cuando descubrí el cine. Ahora estoy escribiendo un guión sobre personajes políticos de la historia que tuvieron que ver con el comunismo. Quiero llevar a gran escala los países que se han sentido diferentes.
- ¿Por qué ese sesgo político ahora?
- Me encanta la política. Me interesa la historia de los Kennedy, me fascina la dinastía de los Kim en Corea del Norte, me encanta la revolución cubana… Me fascina Trump como personaje políticamente, no moralmente. Para ser político has de tener un discurso muy sólido, pero para construirlo, has tenido que quebrarte. Todos esos grandes líderes y dictadores han ido contra su discurso alguna vez. Me parece interesante imaginarme a Fidel Castro comiéndose una hamburguesa del Burger King, de ahí que rodase el corto Fidel. Me llama la atención cómo la sociedad los mitifica, los convierte en dioses, sin ser consciente de que son humanos y que también toman decisiones erróneas.
- En tus entrevistas repites mucho que tu cine es una rebelión contra la dictadura de la felicidad.
- Pretender ser feliz todo el rato es negativo. Hay que transitar la tristeza y el dolor para llegar a conclusiones, porque la felicidad continua es una distopía. Pero nos obligan a estar contentos. Vas a los centros comerciales y te asalta Mr. Wonderful con frasecitas tipo “Ten un día maravilloso”. Todo es una invitación al consumo y todo es color rosa. Estás mal y te hacen sentir peor todavía, porque te dicen que tienes que estar feliz. Viva la tristeza y no a la igualdad.