Hay bocados que llegan a la vida de uno cuando ya se es adulto y este es un ejemplo.
Que saber disfrutar de las cosas pequeñas es un signo de sabiduría es algo que ya me lo explicaron mis abuelos. Probar un tomate recién cogido de la mata, morder un melocotón de Carlet arrancado con suavidad del árbol en pleno junio. Pero el tiempo avanza y nos hacemos mayores y la lista de cosas pequeñas crece: un café con libro después de la paella del domingo, un paseo por los campos de arroz tras la perellonà, el pastrami del Oli Bar…
El pastrami del Oli Bar (plaza Manolo Granero, 20) tiene dos semanas de vida, me refiero a que hace tan solo quince días que lo introdujeron en la carta. Esto significa que los clientes estamos de suerte, ya que el personal anda de lleno en esa etapa en la que te preguntan “¿qué tal de sabor?” o “¿cómo encuentras la carne?”.
Aunque esto suponga un posible afinamiento de la elaboración, me cuenta Igor S. (uno de los socios) que la receta “es secreta y al 98% inamovible”. Y añade: “El pastrami se hizo famoso en muchos países de Europa por el cine. ¿Conoces el Katz’s? Es un bar de Nueva York donde se rodó una de las escenas más conocidas de Cuando Harry encontró a Sally. De ahí es nuestra receta. Me la dio un cocinero que conocí en mi época de Londres. Solo que el pastrami de Katz’s cuesta 25 dólares y el nuestro, 8 euros”.
El pastrami del Oli se levanta sobre un mollete (de panadería tradicional, de barrio). La carne es de vacuno, roja, y está especiada y pasada por la salmuera para posteriormente ahumarla. Medio mollete lo untan de mostaza y el otro medio, de mayonesa. Le añaden la carne, cortada en lonchas, y encurtidos de pepinillo, también a lonchas.
Y eso es todo. Lo que han conseguido en el Oli es un pastrami de película.