Los barrios de València enfocados al Mediterráneo (Grau, Canyamelar y Cabanyal) son, en estas semanas, terreno de las hermandades. Esto es lo que almuerzan en uno de los días de penitencia
«Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa». La frase es de Corintios 5:7, pero podría ser el lema de alguna de las panaderías que en estas fechas disponen en sus mostradores y vitrinas redondos panquemaos y divertidas monas; de los restaurantes que sacan pecho por sus torrijas (Taska La Reina, por ejemplo) y de locales en los que se recuperan recetas de pepitos (La Sastrería) o que nunca perdieron los llamados ximets en otras partes de la geografía valenciana (Casa Montaña).
Aunque la Cuaresma se relaciona con ciertas restricciones alimenticias, la práctica de la venta de indulgencias que activó el papa León X en el siglo XVI le quitó peso a eso de la abstinencia y el ayuno. La prohibición del consumo de carne en miércoles de Ceniza, Jueves Santo, Viernes Santo y los viernes de la Cuaresma, se podía arreglar con un nada modesto donativo. Reformas, contrarreformas y laicización de la sociedad aparte, la tradición católica de las fiestas que nos ocupan, la Semana Santa Marinera, tiene cuadros tan visuales como esa procesión en la que las representaciones de Cristo se conducen hasta la playa «donde se elevará una oración en memoria de los marineros fallecidos, mientras en la orilla, el personaje bíblico representando a la Madre Dolorosa depositará unas flores sobre las olas», en palabras del programa de festejos. Quienes se encargan de las escenificaciones y liturgias son las hermandades: una treintena de cofradías, corporaciones y germandades como la que visitamos hoy, que es Jueves Santo y van a almorzar pura tradición con buen pan de nueva levadura.
«La Corporació de Granaders de la Verge se funda en 1869 a los dieciocho años de ser erigida la antigua Ermita de los Ángeles. La entidad es una de las más históricas y señeras de la Semana Santa Marinera, y presenta la peculiaridad, dentro de las Semanas Santas de España, de tener características propias de su origen militar. Dicho origen se debe a la escolta del Tercio de Granaderos del Ejército Español a la imagen de la Virgen de los Dolores. Uno de los actos más singulares de la Corporació tiene lugar la mañana del Domingo de Resurrección. La Dolorosa, portada a hombros por los cofrades Granaderos, realiza el Encuentro Glorioso con Jesús Resucitado, celebrando así la Pascua de Resurrección. Desde 2013 la imagen titular es portada por una cuadrilla mixta de 25 costaleros, siendo así la primera Virgen que procesiona de esta manera en los Poblados Marítimos. Dicho acto acontece el Viernes de Dolor, día en que la Corporació celebra su presentación en la Semana Santa Marinera», reza la explicación oficial. Las hermandades como esta cuentan con locales donde guardan sus imágenes —la titular en este caso es Nuestra Señora de los Dolores—, se reúnen para celebrar actos culturales y lo que más nos interesa, comer en hermandad, valga la redundancia.
«De esta vida sacarás, tripa llena y nada más», dice uno de los granaderos mientras alarga la mano para alcanzar un recipiente de barro con ajoarriero de patata y bacalao. También de patata y bacalao son las croquetas, y también fritos son los pepitos. ¿Dan mucha faena? «Lo que da faena es hacer la titaina, freír bien las verduras…y todas las colas que había ayer en el Mercat del Cabanyal». Al habla están las clavariesas de la corporación, las mujeres que han preparado este almuerzo no planificado («lo hemos preparado para vosotros, así que tenéis que probarlo todo») para el reportaje. No solo ellas cocinan: los hombres preparan paellas y guisos, de hecho, mientras picamos de un plato a otro (calamarcitos con habitas, sepia en salsa, esgarraet con bacalao y compañía) en una esquina hay un hombre y un chico joven pelando patatas para el all i pebre que comerán en unas horas.
«Desdejunis, esmorzars, dinars, berenars, sopars… amb l’excusa estem tot el dia menjant. I així estem, amb la cara rodona. A un home li tingueren que fer un apanyo d’última hora perque no li venia la jaqueta», dice una de las mujeres mientras ríe y me tiende un trozo de panquemao y un vasito de papel con mistela «si no el vols sencer, el compartim com amigues». La Verge dels Dolors sale llorando en su imagen, pero en los rostros que almuerzan hay alegría y emoción, y saltos de valenciano del Cabanyal a castellano y a la inversa. Muchas son de tota la vida del Cabanyal, pero también las hay de fuera, que por trabajo han recalado en el barrio y ahora que se han jubilado, después de años sin poder disfrutar la fiesta, se han apuntado a la Corporació de Granaders de la Verge.
«Aquí se mantienen las tradiciones. Hay relevo tradicional, porque les dije que si no, chapo» cuenta Ramón Ramírez, un histórico granadero, descendiente de esos pescadores que ya no hay en el frente marítimo. «Aquí dentro hay chavales muy jóvenes de los que estoy muy orgulloso. Es cultura del Marítimo, hay que mantenerlo, si no se mantiene se pierde. Y que se esté salvando es en gran parte por las mujeres. Costaleras, clavariesas, figuras bíblicas… Mira, hace cinco años quería trasladar parte de la Semana Santa Marinera a València capital. Y no, la Semana Santa Marinera es de aquí. Y de aquí no sale».