Entrevistamos a Ferran Torrent tras la publicación de su último libro, Memòries de mi mateix, en el que una parte de la trama acontece en el restaurante Entrevins.
Ferran Torrent (Sedaví, 1951) es uno de los escritores en lengua valenciana más reconocidos y exitosos de la actualidad. Y, seguramente, junto a Rafael Chirbes, sea el novelista que mejor ha reflejado la época de la corrupción en nuestra comunidad. Constructores, periodistas, políticos y comisarios sin escrúpulos se entremezclan con personajes de lo más pintorescos en una València que viaja de lo costumbrista a lo sórdido a través de la mirada ácida y la tinta mordaz que acompaña a Ferran Torrent desde su primera novela, allá por el 83, hasta la última: Memòries de mi mateix. Cuarenta años después y con casi treinta novelas a sus espaldas, Ferran sigue manteniendo la ilusión por contar historias que nos hablen de una sociedad, de un paisaje y de un tiempo.
– Como cronista de una ciudad y de un tiempo ¿cómo ha cambiado la ciudad, desde los años sesenta a la actualidad?
Las diferencias en los pueblos son más latentes que en las ciudades ya que en los primeros ha habido cambios más drásticos. Donde antes había un cine, luego hubo un parking y después un supermercado… En los pueblos se notan más los cambios arquitectónicos. En las ciudades, los cambios arquitectónicos no se ven tanto, excepto en las periferias, porque lo que es clásico se ha respetado y continúa estando ahí. Sin embargo, los cambios más importantes tanto en los pueblos como en las ciudades se observan en el paisaje humano. Han cambiado mucho las costumbres, la estética… Si quieres ver cambios coge una guía telefónica de los años sesenta y otra actual y compara la cantidad de psicólogos que había entonces y los que hay ahora.
– Entonces la manera que habitamos las ciudades para ti es relevante…
Bueno, yo como escritor me dedico a observar. Si estoy en un bar y al lado tengo una conversación, puedo escucharla y me da una imagen o una perspectiva social. No lo hago por cotillear, sino por recoger ese pálpito y ese sentir de una sociedad. Sus preocupaciones y necesidades. Especialmente ahora, en plena post-pandemia, he notado un aumento de estrés mental. Una mayor necesidad de cuidar la salud mental.
– Bueno, las industrias culturales fueron una vía de escape durante la pandemia…
Mucha gente descubrió el valor de la lectura. Yo por ejemplo la aproveché para leer libros que tenía pendientes.
– Y desde la literatura que tú haces, ¿qué pudiste aportar?
Hoy la literatura no aporta nada. Aporta en el sentido individual pero no en el sentido colectivo. Hace cien años Blasco Ibáñez podía ganar unas elecciones, pero hoy un escritor no tiene influencia social. Influencia social tienen los instagramers, youtubers, futbolistas.
– Y sin embargo hoy se publican más libros que nunca…
Pero eso da igual. Dime un autor o autora que salga y diga hay que votar esto o lo otro y la gente le haga caso. Un libro te puede cambiar la vida a ti, pero la de un colectivo en absoluto.
– Quizás tener tiempo para uno mismo, darse cuenta de que necesitamos pausarnos como individuos ha sido uno de los grandes logros que alcanzamos tras la pandemia…
La gente ya no se acuerda de que pasamos una pandemia. La gente se olvida de todo, si no tienes un trauma muy grande. Y lo peor de todo es que hay miles de familias que han sufrido ese trauma, que han vivido esos muertos. Sin embargo no se han exigido responsabilidades a las autoridades. A mí me parece un tema muy relevante cómo se pusieron los bares en contra de la pandemia. En Madrid, Ayuso utilizó los bares como metáfora de la vida en un ejercicio populista y tremendamente irresponsable. Si hay una guerra, tú no puedes decir el restaurante es el olvido de la guerra. La vida tiene pausas. Yo preferiría que en todos lados nos hubiéramos dado una pausa y cuando pasara todo estar más tranquilos. Con la sensación de peligro, no disfrutas. Y en los restaurantes menos. Cuando vas a comer a un restaurante quieres disfrutar, estar tranquilo, ser feliz.
– En tus últimos libros haces un retrato de la sociedad valenciana pero no llegas a la pandemia
A mí ya no me interesa la política. Me interesa más el siglo XX que el XXI. Me atraen los grandes momentos, pero el día a día no me motiva. No quiero insultar a los políticos pero no me interesan. No hay grandes políticos que se carguen de decisiones en los momentos clave. A los políticos no les interesa la educación. Quieren ciudadanos incultos, fáciles de manipular.
– ¿Y crees que esa idiotización social se puede lograr a través de la frivolidad o el hedonismo?
No, no, a ver, yo creo que ser hedonista es un valor admirable para una persona. Un hedonista ha de ser una persona culta. El problema es que hay mucha mediocridad social y ciertas etiquetas no se corresponden con la realidad.
– Y hablando de hedonismo, gastronomía y política… ¿crees que los grandes negocios se siguen haciendo en las grandes mesas?
Sí. Un restaurante es más distendido. Y sigue siendo la tónica habitual. Yo soy partidario de una mesa antes que una reunión en un despacho. Hay reuniones que por las personas que van a acudir se necesita cierta privacidad y pueden acudir a masías o alquerías fuera de la vista de curiosos, aunque algunos restaurantes cuentan con reservados como espacios de seguridad que permiten este tipo de negociaciones con la discreción y privacidad adecuada.
- En tus novelas hablas de casas de juegos, locales clandestinos, tugurios. ¿Esa parte de la ciudad todavía existe?
Pues no lo sé porque yo antes los frecuentaba, pero ahora ya no. Yo las casas de juego las he frecuentado mucho. Y sigo pensando que el ambiente y la atmósfera es superior a estar detrás de una pantalla. Yo nunca he jugado al póker online ni jugaré.
–Y a día de hoy, ¿qué prefieres, bajos fondos o alta cocina?
Yo prefiero un gran restaurante. Por la cuestión higiénica para empezar. Además Entrevins tiene algo que para mí es fundamental: es clásico y elegante. A mí me gusta un buen producto clásico más que la técnica. He estado en El Bulli, en El Celler de Can Roca, pero me quedo con un restaurante como Entrevins. Cuando tú vas a un restaurante a disfrutar, vas a sitios que sabes que vas a disfrutar de la comida. Los menos degustaciones de veinte platos y tal, como experiencia están bien, me gustan, pero para el día a día prefiero restaurantes clásicos, con un buen producto.
- ¿Y con el vino?
Hoy con los vinos pasa como con los libros. Tú vas a una librería y al noventa por cien de los autores no los conoces. Yo me dejo aconsejar mucho. La bodega de Guillaume, por ejemplo, es amplísima y no conozco ni el treinta por cien de las etiquetas. Muchas veces no sé qué pedir.
- ¿Tienes un vino favorito?
Viña Ardanza, Tondonia… me gustan los clásicos. Como con la literatura, porque no pasan de moda. Me gustan las etiquetas clásicas de Rioja o Borgoña. Y suelo elegir los vinos por su etiqueta. Si veo una demasiado moderna desconfío. Me gusta oler ciertos vinos. Para una copa prefiero un vino blanco
- ¿Y qué prefieres, oler un vino o un libro nuevo?
Me gusta más el olor a vino que a libro nuevo
- ¿Crees en la propina?
Si es para el trabajador, sí. Si es para el dueño, no.
- ¿Cuál es el vino más caro que has probado?
Diría que Château Mouton Rothschild o algún Vega Sicilia. Pero yo no busco ese tipo de vinos.
- ¿Cómo es el día a día de un escritor? ¿Sigue existiendo ese perfil crápula y maldito?
Yo soy muy metódico. Lo de los escritores crápulas que se emborrachan y se drogan solo son mentiras. Borracho no puedes escribir y drogado… bueno, drogado sí, hay gente que se ha drogado y demás. Pero es más bien al revés. Tú tienes que tener mucha salud, hacer mucho deporte para tener la mente muy despejada, trabajar por la mañana con la cabeza despejada.
- ¿Por qué elegiste Entrevins para aparecer en tu última novela?
A mí me gustan los restaurantes normales, clásicos, académicos. Cuando era pequeño mis padres me traían a los restaurantes de València y eran así: luminosos, amplios, clásicos, con manteles, vajillas y cristalerías clásicas… A mí me gustan los sitios tradicionales, no me interesan tanto los espacios extravagantes.
- ¿Comes solo?
Sí, los sábados y domingos sobre todo. Vengo aquí o a alguna barrita (que también me gustan mucho) como la de Civera por ejemplo, hago una picadita a la una y media o así y a las dos y poco me voy. A mí me gustan los restaurantes familiares donde conoces a la gente. También me gustaba mucho Carmina cuando estaba abierto.
- ¿Qué vino bebería un comisario, un periodista, un empresario, un político, un agricultor y un jugador de cartas?
Un comisario bebería un vino como El Coto. Un periodista político o económica Rioja Alta 904. Un gran empresario no tengo dudas: un Vega Sicilia. Para un político de izquierdas yo le recomendaría un vino de la tierra. Finca Terrerazo por ejemplo. El agricultor bebería en bota, un vino de cooperativa o, por ejemplo, una Bobal como la de SanJuan y para el jugador de cartas algo ligero como un buen Borgoña.