No solo los lugares pueden presentar un reverso antipartícula: Rovelli no ha escrito un libro sobre ello todavía pero no hay duda de que existe el no tiempo, horas liminales que transcurren entre lo que se hace y lo que viene después, horas como las que desnaturaliza el sol estival durante las sobremesas en las terrazas los días que quedan fuera del fin de semana. Francisco Díaz Klaassen ocupa una silla con la postura despreocupada de los que están pendientes; en la mesa también se encuentran sus editores de Candaya y un par de personas que marchan enseguida, Klaassen se despide de ellos recordando la idea de que los galgos se echan, se tumban, que solo cobrará sentido instantes después, cuando dé comienzo la conversación que terminará dando paso a esta entrevista cuando el tiempo entre de nuevo en escena con un chasquido inaudible y los hechos ocurran otra vez como dice la agenda que tienen que ocurrir, lo cual no deja de ser un imposible.
-¿Se conoce mucho uno a sí mismo hablando ininterrumpidamente desde la piel de un personaje?
-Francisco Díaz Klaassen, autor de En la colina -Candaya, 2019-: ¿Conoces a Miguel Ángel Hernández [escritor finalista del Premio Herralde de Novela con El instante de peligro]? Una de las preguntas que me hizo ayer fue acerca de mi responsabilidad con la ficción y la no ficción, y yo le estaba contando una historia, no se si te molesta que te la cuente, verás, yo trabajo en un bar, y a los gringos les encanta la salsa, creo que porque es muy mecánica, yo estaba sirviendo una cerveza a un amigo y llega una tipa muy guapa, con estos vestidos cortos típicos de la salsa y mi amigo le dice, ¿conoces a Francisco? Y ella dice, por supuesto que conozco a Francisco -nunca nos hemos visto-, y yo la abrazo y digo, cómo no voy a conocer a mi esposa, y le doy un beso en la mejilla, qué se yo, y el resto de la noche estamos coqueteando y presentándonos a todo el mundo como que estábamos casados, y les contábamos nuestra historia romántica, y después nos vamos a mi oficina, y después nos vamos a otro lado, y en fin, me dice que tiene novio y que nuestro matrimonio tiene que terminar, y yo le digo bueno, así es la vida con los matrimonios, o duran o no duran, avísame cuando quieras renovar los votos. Yo estuve casado antes, y para mí esos dos matrimonios valen exactamente lo mismo, y no sé si yo estoy medio loco, lo cual me han dicho muchas exnovias, incluida mi exesposa, que yo soy medio psicópata, pero para mí la cosa realidad ficción da un poco lo mismo. También le contaba, no sé si te acuerdas en la novela, que hay una tipa que tiene muchas flatulencias, y hay otra que es una loca que le quiere cortar el dedo. Esas dos son la misma, pero en la ficción no habría funcionado que fuese la misma, sonaría medio raro. Lewis Carroll decía eso de Alicia en el País de las Maravillas, que si el mundo era raro, el personaje tenía que ser lo más normal posible. Mi madre no me lee. No puede. He escrito unas barbaridades que dice, prefiero no, pero para mí todo es ficción, o todo es realidad, y da lo mismo.
-De algún modo, cuando uno escribe acaba escribiendo sobre sí mismo.
-En un libro que escribí con anterioridad hay un tipo cuyos padres se están separando: el psiquiatra al que van manda llamar a uno de los hijos y le dice mira, tú no fuiste planeado, y en el cuento el tipo tiene un ataque existencial terrible como mira, mi vida no vale nada, es producto del azar, y dice, ¿cómo puedo hacer que mi vida tenga algún sentido? Y empieza a reconfigurarla desde el momento de su concepción. Algo así como Trsitram Shandy, como digamos, si puedo reescribir cómo fui concebido entonces a lo mejor entiendo mi vida. Entonces empecé a calcular el momento en que mis padres tenían que haber follado por primera vez para crearme a mí, y lo escribo con todos los detalles, con el cuerpo de mi madre como era en las fotos, mi padre, la casa en la que vivían, actos sexuales que yo disfrutaba a la edad que ellos tenían, y claro, mi madre trabaja en un hospital, es doctora, y otros doctores le decían así medio coquetos, uy tu hijo, que escribe estas cosas, y ahí mi madre dijo, nunca más te leo, absolutamente nada, y dije bueno, lo entiendo, pero me da lo mismo. A los diecisiete escribí algo sobre mi abuelo, un personaje parecido al que aparece en el libro, y una de mis tías me demandó, y la familia se separó en dos.
-¿Tu tía te demandó?
-Por difamación.
-¿Por difamación en la ficción?
-Por eso te mencionaba lo de Miguel Ángel. Claramente hay cosas autobiográficas, pero a mí no me interesa que alguien sepa quién soy yo, o lo que hago. Me interesa si funciona el libro o no, y creo que en la autoficción tenemos eso de manipular al lector, lo llevas por un camino y luego se lo cambias. A mí eso me interesa mucho más. Leí un relato un poco adrede, en un coloquio en la universidad, y la gente se escandalizó por mi exesposa, y qué van a decir, y un poco lo hice adrede y un poco me da lo mismo, yo no escribí el libro para las pocas personas que han estado en ese pueblito que puedan entender.
-Sigo asombrado por la demanda.
-Es muy gracioso porque era un libro sobre mi abuelo, que era borracho, alcohólico, pero que quería ser escritor, entonces yo hablaba por ejemplo de cómo mi pobre abuela le limpiaba el culo -que aparece también aquí-, y ella fue la que se enojó como no te hablo más, pero no porque yo hubiese mentido sobre mi abuelo, sino porque de ella decía que había muchas como ella.
-Lo escatológico juega un papel fundamental en la historia. Por un lado es una vía para el humor, por otro, la entrada de algo matérico, muy carnal. Al margen de estas impresiones, ¿qué uso le has querido dar tú?
-En general el sexo es algo muy interesante, es una cosa íntima y privada, pública y no. Tú te muestras y no. A veces el sexo entre dos extraños es mucho más sucio y guarro que con alguien con quien sales. Como que siempre estás qué muestro, qué oculto, qué muestro, qué oculto, y a mí me pareció interesante en conjunción con el libro que escribí antes, que había también mucho sexo, igual de escatológico, quizá incluso peor, en el que habían dos personajes que estaban viviendo juntos y no se veían, y eran imposibles de ver, y la acumulación de sexo trataba de acercarlos, mientras que acá creo que la acumulación de sexo hace lo contrario. El tipo busca sentir menos. Esto es un poco ego desbocado, pero creo que nadie escribe de sexo como escribo yo. El sexo está muy mal escrito, muy cursi.
-¿Cómo se ve Chile desde la distancia? ¿Y cómo se ve a sus escritores?
-Bueno, los escritores de Chile son todos muy malos excepto yo [risas]. No. Chile es muy raro, yo llevo ya mucho tiempo fuera, nueve años, y cuando yo estaba en Chile me iba muy bien con los libros que llegué a publicar allí, y en el momento que empiezo a publicar fuera soy el peor escritor del mundo. Me decían, cómo te atreves a escribir de Nueva York. Bueno, quizás porque he vivido muchos años allí, no sé. Chile es un país miserable, la gente es miserable, y todos los países son miserables. Para mí el peor rasgo de falta de carácter es cuando la gente necesita tener mucha identidad. En España esto es ahora algo muy clave me parece. Yo siempre he sido más del individuo. Porque todo es muy ridículo, incluso el sexo, si tú lo llegas a pensar desde afuera es bien absurdo: hay fluidos, hay gente que gime, hay gente que hace cosas. Lo mismo pasa con los países, con las ciudades, con las profesiones. Todo lo que digas que eres es algo ridículo, es la gracia y la gran tragedia de estar vivo.
-En un momento de la historia el protagonista afirma que el universo nos deja todo el trabajo de superar a nosotros, nada que ver con esa ingenuidad de que si nos esforzamos el universo conspirará para cumplir nuestros sueños, y también un personaje asegura que en ocasiones siente que el cielo se ríe de él. ¿Cómo es tu relación con el cosmos?
-Yo por ejemplo tengo mucha suerte. Llego al aeropuerto una hora antes de lo que debería y me suben a primera clase. Esto me pasa mucho, y siempre dije bueno, es porque soy guapo [risas], o encantador, y esto suena exagerado, pero tengo un par de días al año en que todo me sale mal. Esto me pasa desde que tenía cinco o seis años, y siempre era, existe dios, y es un hijo de puta que se está riendo...
-Las desgracias nunca vienen solas, que se dice. Ya la última. Desde lo alto de la colina, ¿imagina uno alguna vez no bajar más?
-No, porque en el fondo bajar significa sobrevivir.