La artista valenciana expone El cesto, la fruta y la mano; un picnic conceptual que se prepara en la galería Tuesday to Friday y que podrá disfrutarse hasta el próximo 14 de abril. En este se plantea un paseo que se llena más de visitantes que de hormigas, que podrán ver (pero no comer) las frutas que visten las paredes del espacio
VALÈNCIA. En el arte existen muchos paisajes en los que uno querría quedarse a vivir. Las selvas de Rousseau, las estancias enigmáticas de Hopper… y hasta los pequeños bosques de la paisajista valenciana Rosa Torres. Ella misma confesaba recientemente a Culturplaza que la clave para crear sus propios paisajes era la de imaginarse cosas "que jamás había visto, pero que a su vez pensaba que le podrían cautivar". Casi con esa misma filosofía trabaja otra artista valenciana: Gema Quiles, quien explora esos pequeños lugares en los que querría quedarse a vivir y así crea El cesto, la fruta y la mano, una muestra en la que va más allá del paseo conceptual y se atreve a quedarse contemplando su propio entorno en la galería Tuesday to Friday.
“Esta muestra va incitando a que el visitante se quede, y que a la vez pida más. Va muy ligada con la idea de explorar, y a la vez abrazo el momento del descanso y de la observación”, un parón que se hace para contemplar el alrededor, y poner el ojo en todos los detalles. En su anterior muestra, Tras el árbol, junto a la fuente, se metía de lleno en un jardín conceptual en el que retrataba con estilo naíf todos los conceptos que convivían en su cabeza en ese momento: pájaros, fuentes, árboles y sombras formaban parte de esa naturaleza que le abría un espacio nuevo en el que poder vivir y relajarse.
Ahora Gema expande el campo de visión y mira hacia todos los lados: dibuja hormigas, conejitos, árboles y hasta raquetas y manteles. “Todo comienza con la idea de mirar lo que se esconde tras los árboles. De esta manera he podido darle un espacio a la pausa, a una historia que podría ser como de leyenda y que se cuenta también con tonos oscuros. Donde hay color hay oscuridad al mismo tiempo, y quien pasea también puede quedarse quieto para mirarlo todo”.
En estas obras contempla que da un paso más allá en su obra y la manera que tiene de trabajar y expresarse, pero sin abandonar el estilo que abandera. En el texto de sala, realizado por Ricardo Forriols, se explica que pudiera parecer que la pintura de Gema se construye a través de “pictogramas dulces, a los que se le suma la percepción sensorial”, y añade Forriols que al mismo tiempo trabaja lo figurativo inmersa sin quererlo en un fenómeno post internet que contempla el “bad painting” como una de sus vertientes.
Esta definición de “pintar mal” no ofende a Gema, sino en cierta manera la define: “Vivo en la era post internet sin querer darme cuenta, y como estoy en ella no soy capaz de ver esas tendencias. Cuando Forriols describe el bad painting al final explica que hago una creación naíf, salvo que le pone terminología artística que yo ni conocía", comenta entre risas, y añade: "Realmente tiene más que ver con pintar algunas cosas sin pensar demasiado". Por ejemplo, junta dos frutas que no casan en tamaño, y mezcla técnicas que no tienen nada que ver, para ella también una manera de demostrar que se puede hacer de todo.
El juego del dinamismo de la muestra lo da el galerista Vicente Torres, quien contrasta las obras de gran formato con otras piezas más pequeñas para montar el picnic visualmente atractivo. Gema confiesa que en su corta experiencia en las galerías le encanta como queda el contraste de las obras, y aprende para futuras exposiciones: “Al final se hace raro realizar el montaje en una especie de pasillo. Hay que dar dinamismo con las formas o si no mueres, lo que hemos hecho ha sido montarlo experimentando y al final estoy muy contenta con cómo ha quedado”.
En este montaje las obras oscuras son las que despiden al visitante, y a la vez son las que Gema realizó hacia el final de su proceso de creación: “Es una nueva etapa que estoy explorando, me encantan los colores y las formas conceptuales pero al final es fácil caer en hacer todo el rato lo mismo. Cuando creo las obras oscuras pienso en ese momento en el que miras muy fijamente a la luz y luego cierras los ojos, en ese momento ves todo el contraste. No lo ves conscientemente, pero de alguna manera das paso a algo más contemplativo. Pasa lo mismo con la idea de pasearse y quedarse en un sitio, cuando estás quieto, ahí es cuando contemplas y valoras todo”.
Volviendo al texto de sala Forriols define El cesto, la fruta y la mano como la forma que tiene la artista de buscar “cierto hedonismo sencillo, un bosque y un lugar tranquilo para hacer un picnic”, en la obra se contempla todo eso. De hecho la visión del visitante es como si viviera el picnic en primera persona, a mantel puesto. Esto acerca a la artista a contar todo de una manera más directa e intimista: “Realmente yo estoy ahí pictóricamente, aunque sea a través de la mano. No me siento preparada para crear un personaje que habite mis cuadros, pero sí me gusta plantearme la visión en primera persona".
Rescatando los perfiles paisajistas del principio de la pieza la entrevistada confiesa en qué cuadros querría quedarse a vivir: los de Manet. Quien crea lugares en los que sabe mostrar lo lúdico que le rodea de una forma muy simbolista y con la sensación de “tarde campestre”: “Al final importa también la paz que se respira en un cuadro, y hay cuadros en los que parece que te quieres quedar a vivir, a descansar en ellos, no sé cuánto tiene que ver con la muestra”. Y en este caso, como visitante, se confirma que más de uno se quedaría a vivir en su obra.