CROISSANTS XXL

Gigantismo en el bollo: La Beata, Forn Vivó y Horno Iborra

Entre el rococó y Rocco Siffredi están los cruasanes —y otras piezas de bollería— de la tríada de hornos del Mareny. 

8/07/2022 - 

Como otros tantos anónimos veraneantes, me he pasado toda una vida de julios, agostos y domingos entre Sueca y Cullera. En los tres hornos que frecuentaba (La Beata, Forn Vivó y Horno Iborra, todos ellos en un Mareny u otro) el tamaño de la repostería iba creciendo con los años. Yo no tanto. De ello da fe la altura del sillín de mi bicicleta, vehículo con el que estoy yendo a comprobar las medidas de la bollería. 

Croissants grandes como tronistas y tetes valencianos hinchados en el gimnasio. Magdalenas emperifoladas con Lacasitos, trozos de Oreo y chorrazos de chocolate blanco. Pizzas con salsas como cuadros de Jackson Pollock aterrizados dentro de un paquete descuartizado de salchichas. Arrinconadas a un lado de la vitrina, que es la cornucopia del hidrato de carbono, varias planchas de coca de llanda. Bizcochos desnudos y esponjosos que hablan de un pasado ajeno al barraquisme (el barroco de la comarca en la que se ubica la casi inerte Barraca). También hay pastelillos de boniato, valencianas y paquetes de rosquilletas. 

Quant més sucre i més tamany no se si mes dolç pero sí más ventas. Las colas que se forman en el exterior de la Beata, en el Mareny de Sant Llorenç, en uno de los márgenes de la carretera CV-502 que atraviesa la pedanía, son reflejo del gancho que el formato gigante tiene. Prueba de ello también es que salvo el Horno Iborra, los otros dos se permiten cerrar algunos días durante la semana (a tope con lo de cerrar algunos días. No es necesario alimentarse 24/7 de muffins de chocolate o de coca de cansalada). 

Moisés Iborra es el actual regente de La Beata Inés, horno que abrió en 1995. Los Iborra son una familia con larga tradición repostera en Sueca y alrededores. ¿Casualidad que otro de los hornos aquí tratados, el Iborra, comparta nombre? No, el Iborra del Mareny de Barraquetes fue adquirido por el abuelo de Moisés y pasó a manos de Javier, el tío de Moisés, cuyo padre fue quien emprendió con la Beata. Solo dos kilómetros separan un horno del otro. Dinastía con olor a coca Cristina. 


Ataviada de ciclista amateur (Decathlon) entro en el Iborra y pregunto por quien sea que corte el bacalao (la masa). Tras esperar unos minutos contemplando la tristeza de una vitrina de lunes, después de que durante el fin de semana hayan pasado hordas de veraneantes famélicos, es decir, una vitrina casi vacía, se asoma una de las cabezas pensantes del establecimiento. 

Y no suelta el móvil. 

Y no me quiere atender. 

Y se va, con el secreto de la masa, como Telepizza. Y yo que sé, Kim Kardashian no dudó en compartir su secreto para ser una empresaria de éxito: querer ser una empresaria de éxito. Si esta fórmula fuera cierta, la sencillez triunfaría y este panquemao con toppings de barritas de KitKat y Kinder Bueno no me diría “¿y si…?”. 

(Esto me recuerda a cuando en Les Tendes no conseguí hablar con l’ama y tiempo después, Paula Pons descubrió su identidad y resulta que era una persona ma - jí - si - ma).

Pues resulta que lo son, tanto ella como Javier Iborra. Que van saturados porque arranca la temporada y son las semanas de planificación. “¿Que cómo empezó esto de los croissants? Pues un poco de todo, por hacer no sé, por hacer algo especial. Es como un evento festivo,  compras esto grande, que hace gracia. No es muy caro, gusta a todos”. Javier calcula que comenzaría con este formato hará unos diez años. Lo de los rellenos y decorados de fantasía corresponde a la dinámica del turbocapitalismo y la economía de plataformas, en versión local. “La gente mismo te lo pide, escuchamos sus ideas. Es como colaborativo. Hoy en día hay un mundo en la decoración, internet hace mucho, las ideas van más rápido. Ahora algo que sale en Japón a los quince minutos lo tienes aquí en Sueca. Los distribuidores te traen nuevos productos, todo el mundo quiere más y más”. 


“El croissant grande lo bueno es que te cabe de todo: chocolate, nata, atún, jamón york y queso…  ahí puedes hacer lo que quieras, es muy agradecido. En el panquemao ya el salado no lo tocas. ¿El más pesado que hemos hecho? De dos kilos y medio”. 

Más grande, más relleno, más recargado, más rococó. Esta tendencia responde a —nadie se va a sorprender— la lógica del mercado: “Mi hermano tiene La Beata. Los dos llevamos el mismo ritmo. Él tiene que innovar y yo también. No paramos, nos tenemos que seguir el ritmo. Vamos así, la gente busca lo nuevo, es un no parar. A veces me piden que les haga de nuevo un croissant que hice una semana antes y ya no me acuerdo. Sobre todo, no podemos parar de ir a por más y más”. Remedios Zafra, hablando de las industrias creativas, dice que “Sentimos que no podemos frenar. Al sistema económico le beneficia, pero no al valor y sentido de lo que hacemos. Si esa rueda gira, el mundo seguirá replicándose, pasando por el mismo surco como la aguja de un tocadiscos estropeado”.

Bollería y producción literaria / periodística / musical / audiovisual / escénica / de contenido al peso. 


El Forn Vivó, en Mareny de Barraquetes, se ha resistido en mayor medida al restyling, su estética conserva unos aires que se alejan de la maderita blanca y el azulejo falso. Se inauguró hace más de treinta años y aunque sus baldas de dulcerío acogen también cruasanes abominables, el local mantiene detalles que son una delicia estética para un millenial nostálgico. 

Me pregunto —en realidad no me lo pregunto, pero ‘me pregunto’ es una de esas fórmulas con apariencia de reflexión que tan bien vienen para introducir datos con cero unidades de rigor científico— si lo del gigantismo en el bollo, que también se da en otras costumbres gastronómicas valencianas como los bocatas del esmorzar, es una estrategia para que lo autóctono le robe peso y cuota de mercado a los restaurantes de comida rápida. Diría que en las playas del Mareny las cajas rosas de las pizzas de la Beata superan a los recipientes de un solo uso de las cadenas de fast food. ¿Es eso una señal de que la identidad local, aunque adaptada y salseada conforme al presente, le roba espacio dominguero a las hamburguesas ultraprocesadas? ¿Puede? ¿O son bienes complementarios? ¿Las dinámicas del aceleracionismo acabarán con los dulces que tienen mayor tiempo de levado? Ignoro la respuesta a estas preguntas. Lo que importa aquí es… 

NO 

DEJAR 

BASURA 

EN 

LA 

PLAYA.

Gracias.