VALÈNCIA. La inquietud de Luis Fernández le ha devuelto a València parte de su historia a través de sus calles. Porque hasta la fecha conocíamos el relato oficial tras los personajes y hechos, pero desde que abrió su blog en 2013 este ingeniero topográfico se ha preocupado por contextualizar cada decisión. La toponimia local responde a decisiones históricas y, a menudo, políticas. Las calles y su historia, recientemente publicado por la editorial Drassana, recupera decenas de anécdotas del nomenclátor valentino y hablamos con su autor para entender mejor el contexto viario que nos rodea.
-¿Cuando abriste el blog, te imaginabas que acabarías publicando un libro sobre ello?
-Es curioso porque lo inicié como una afición. Obviamente, todo se deriva de mi profesión. Me planteaba cosas, me hacía preguntas, me encanta la toponimia urbana en general… De hecho, es curioso porque quería hacer algo divulgativo fijándome en gente como Vicent Baydal (prologa el libro y es editor de Drassana). Pero ya con la primera publicación vi que el impacto era muy fuerte. Desde el primer post vi una reacción importante de la gente, una necesidad de saber la intrahistoria de cada calle.
-¿Por dónde empezaste?
-Asistí a la primera edición de València Vibrant y allí Eugeni Alemany, en su monólogo, comentó que vaya birria de calle tiene Jaume I. Quise empezar por ahí, porque es verdad que es una calle que necesita contexto para entender por qué un personaje de esas características ha recibido como homenaje un espacio así. Y el contexto de la calle Conquista, del Moro Zeid…
-¿Y enseguida se desató la fiebre por tu trabajo?
-Nada más llevaba dos o tres artículos creo que pensé que sí acabaría publicando un libro. Había mucho interés y yo también quería conocer más historias. Enseguida me llamó Paco Cremades, de la 99.9 (Valencia radio) y más tarde de Radio Valencia (Cadena SER). Empecé a seguir la pista de muchas calles en el Archivo Histórico y a darle forma poco a poco al libro que ahora llega a las librerías.
-En el prólogo, el mismo Baydal ya comenta que una de las principales carencias de la ciudad de València en su toponimia es la historia de sus mujeres. ¿Hasta qué nivel llega la desproporción?
-De hecho, ahora estoy preparando un libro diferente desde el concepto. Lo estoy trabajando con la Administración pública y tratamos de que haya un número importante de mujeres… pero es imposible. A grandes números, si València tiene 3000 calles y de ellas 1800 son de personajes, el porcentaje de hombres y mujeres es del 93-7%. El nomenclátor de la ciudad es un reflejo de su historia… o, mejor dicho, de la historia que nos han contado. Las mujeres son reinas de épocas feudales o mujeres nobles. De hecho, hasta el periodo democrático apenas hay mujeres civiles.
-¿Tenemos una desproporción similar a la de otras grandes ciudades del Estado?
-He estudiado ciudades como Madrid, Barcelona o Zaragoza y, de nuevo a grandes rasgos, estamos exactamente igual. Hay otras singularidades. València, por ejemplo, es singular porque fue la última de estas ciudades en dejar de ser republicana. Eso provocó una explosión más intensa de nombres nada más llegar el franquismo.
-¿Y con la llegada de la democracia?
-Una ‘limpieza’ que fue casi la de un elefante en una cacharrería. Tanto fue así que se pararon. Quitaron muchas, pero se dejaron unas cuantas porque la sociedad empezó a molestarse y el Gobierno de la ciudad no concluyó con el propósito. Pero por supuesto desaparecieron la Plaza del Caudillo, Falangista Esteve...
-Un caso singular en esa historia es el giro inesperado de la historia entre el Doctor Peset y Marco Merenciano.
-Sí, porque, como cuento en el libro, de repente, después de que sus calles estuvieran cerca [habían sido maestro y alumno] se descubrió que Merenciano había delatado a Peset [fue fusilado durante la Guerra Civil]. Claro, ya había dudas con el papel de Merenciano, pero se convirtió en una situación insostenible que se ha resuelto recientemente.
-El libro es bastante estimulante a partir de los barrios menos céntricos de la ciudad.
-Hemos querido huir del Centro Histórico porque pensábamos que era una zona más trillada. Se ha escrito mucho, aunque no siempre bien contextualizado...
-¿Cuál es el barrio que más te ha llamado la atención?
-Muchos, pero, por elegir uno, Nazaret responde a una toponimia clásica, pero dentro de una gran ciudad. Es singular: Calle Mayor, Calle Baja del Mar… Y eso se combina con un barrio muy combativo que tiene una gran representación de nombres de vecinos en su trama. Como los tranviarios o la fallecida Isabel Nebrada. La actividad de su asociación vecinal acaba bien representada en sus calles.
-Hablemos de algunos de los casos que se incluyen en el libro. Empiezas por Jaume I…
-Es cierto que mucha gente se sorprende de la calle que tiene Jaume I ahora, pero hay que contextualizar siempre con el ‘cuándo se rotula’. Hoy no tiene relevancia, pero cuando se rotuna es una zona del nuevo ensanche, ni siquiera existe la calle Colón. Era la mejor calle en el mejor barrio posible. Era la primera vez que un estado liberal propone el nombre de un personaje ilustre así.
-Y en una zona de expansión urbanística.
-Era una calle en el primer pelotazo inmobiliario del siglo XIX.
-Otra historia curiosa es la que titulas Sublevados de la casba; el Grupo Antonio Rueda.
-Es un grupo de franquistas que recibe sus calles en los años 72 o 73 del siglo XX. La sensación en aquel momento fue la de dar el último coletazo de autoridad. Veían que el franquismo se acababa y, casi 40 años después de acabarse la guerra, deciden darle unas calles a algunos caídos del bando Nacional. Eran unos asesinados y por eso han sido muchos los valencianos que se han preguntado por qué había que quitar sus nombres. La razón es histórica: efectivamente, no hicieron nada. Solo fijan un hecho que nos dividió. Pérez Casado, como comentaba antes, entró como un elefante en una cacharrería, pero la ‘limpieza’ se paró antes de los nombres del Grupo Antonio Rueda. Quizá porque aquellos señores no hicieron nada. Son mártires del bando Nacional que solo murieron.
-¿Qué es lo más interesante de la relación entre Fallas y calles?
-Las Fallas nacen del propio pueblo que se organiza para darles vida. Pese a los cambios de régimen y las apropiaciones, las Fallas mantienen en sus llibrets nombres de vías y dejan una parte de la historia escrita al margen del relato oficial. Por ejemplo, gracias a las fallas sabemos que tuvimos una calle Preciados que intentaba imitar a la madrileña del mismo nombre.
-En el libro descubrimos que Landerer fue un astrónomo. Jerónimo Muñoz también es valenciano y astrónomo con calle. ¿Qué oficios tienen representación y hoy nos llamarían la atención?
-Es curioso que, según la época, los responsables de poner nombres a las calles que voy citando en el libro toman como decisión poner las profesiones. Por ejemplo, escogen rotular Calle del Sainetista Arniches. Y, como rótulo, es el único sainetista, pero también tienen calle Bernat i Bladoví o Escalante... así que hay varios sainetistas con calle.
-Un evento que destaca en la toponimia de València es de luctuoso recuerdo para la ciudad: la Riuà.
-Hay una parte del callejero que hace referencia directa al hecho, pero es que hay que entender que ese hecho, directamente, modifica la ciudad. Cambian calles y espacios. Se crean barrios nuevos y eso favorece la llegada de nombres relacionados. Por ejemplo, son conocidas las calles que pasaron a tener nombre de ciudades o países en agradecimiento por su apoyo. Había que trasladar el mensaje de que España se había volcado con València... y la realidad es que no en todos los casos hubo tanto apoyo.
-Hacia el final del libro no esquivas la todavía polémica de una calle para Rita Barberá. ¿Llegará antes o después?
-Llegar, llegará. Lo que pasa es que en el contexto actual se valoran muchas cosas. Ya hablé en su día en la radio del tema. Los funcionarios tienen por norma no otorgar las calles cuando los personajes están vivos, pero tampoco recién muertos. Pueden recibir homenajes y todo tipo de reconocimientos en vida, pero las calles no forman parte de ello como norma general. Hay que verlo con perspectiva y ningún alcalde de València podrá decir en su historia que estuvo un cuarto de siglo al frente del Consistorio.
-Lo que está claro es que no sucederá en esta legislatura.
-Joan Ribó no le pondrá una calle a Rita Barberá. En todos los casos hay una intención política en la escritura de la toponimia de las ciudades. Desde siempre y ahora también. Barberá, por ejemplo, puso el nombre de una calle a Azaña con una gran presión social por parte de Izquierda Unida y PSOE. Y la puso en Orriols, tan alejada de cualquier centro de atención como le fue posible.
-Sin querer amortizar la primera, ¿habrá segunda entrega del libro?
-He contado las mejores 30 historias que tenía, pero según ha finalizado, ahora mismo, creo que ya tengo unas 30 más igual de potentes. Calles con mucha miga. Creo que habrá segundo volumen… ¡y hasta un tercero, quizá!