COMIDA VIAJERA

Instante Henri: una galería de arte-restaurante bajo el influjo de Cartier-Bresson

En esta primera etapa, que se alargará durante tres o cuatro meses, la temática protagonista de este peculiar local es la República de Myanmar. Una carta inspirada en la gastronomía del Sudeste Asiático acompaña a la serie de fotografías documentales realizadas por Daiana Fernández. 

| 05/04/2024 | 5 min, 57 seg

El local es pequeño, pero llama la atención desde la calle. El nombre -Instante Henries poco ortodoxo y la tipografía del rótulo exterior es más de catálogo razonado que de restaurante. “Comida viajera”, leemos antes de cruzar la puerta, pero el caso es que el azul profundo de la fachada no remite al mar, a arándanos ni a patatas precolombinas, sino a Yves Klein o a la túnica lapislázuli de una Virgen María. Es un juego de confusión deliberado: quieren dejar claro que no estamos en un “restaurante con cuadritos”, sino en una galería de arte fotográfico en la que la propuesta gastronómica tiene la función de completar el discurso de las obras expuestas. 

Hace poco más de un mes, Instante Henri abrió sus puertas en la calle de Martí; un punto estratégico que separa el barrio de L’Eixample del de Ruzafa. La artista invitada en esta etapa inaugural es la fotógrafa argentina residente en Australia Daiana Fernández, autora de la serie de fotografías documentales sobre la República de Myanmar que cubre las paredes del local.

Todas están reproducidas en gran formato y vienen acompañadas de su respectivo precio y un código QR que conduce a una audioguía e información textual sobre la pieza. Myanmar: Mosaico de una cultura viva es un testimonio visual de la riqueza cultural y la vitalidad del pueblo birmano. A través de la lente de Daiana, cada imagen se convierte en una ventana hacia la vida cotidiana, tradiciones arraigadas y la autenticidad de Myanmar. Su habilidad para capturar momentos efímeros y narrar historias visuales la posiciona como una narradora visual excepcional”, explica el texto.


“La disciplina principal de Instante Henri es la de venta de obra artística -aclara Federico López, uno de los cuatro socios propietarios de este negocio-. La idea es ir presentando una nueva exposición cada tres o cuatro meses, con un artista diferente al que compramos previamente una serie de piezas con unos derechos de reproducción limitados. Es decir, solo pueden vender un número determinado de copias, en unos formatos concretos. Todas las fotografías están en final print, reproducidas con las mejores calidades, y vienen con su correspondiente certificado de autenticidad, firma del autor, etc”.

Los hermanos Eugenia y Juan Falcó y Facundo López completan este grupo de arquitectos argentinos que también son empresarios hosteleros. En estos momentos gestionan varios locales en su país (un café-concierto, una pizzería gourmet, una cafetería clásica), así como un restaurante de comida mediterránea en la Plaza de la Paja de Madrid. Valencia es la primera ciudad en la que ponen a prueba este concepto de restauración, cuyo objetivo es fusionar su pasión por el arte, la fotografía, los viajes y la gastronomía en un mismo negocio. 

Comienzan esta experiencia en Valencia porque, según consideran, “es una ciudad con mucho potencial para crecer y desarrollarse, aunque todavía no tenga las infraestructuras culturales al nivel de una gran metrópolis”. “Es una ciudad bastante grande, pero que todavía tiene alma chica de pueblo”, opina Eugenia.

Cocina viajera

El concepto de cocina viajera con la que se autodefinen hace referencia al cruce entre diferentes culturas, más que a la reproducción mimética de recetas típicas de un determinado lugar. De este modo, y en consonancia con esta serie sobre Myanmar que exhiben en estos momentos, la carta del restaurante ofrece platos de fusión mediterrránea-asiática. Es cierto que no son muy diferentes de los que se pueden encontrar en otros restaurantes asiáticos de Valencia, pero están ricos y bien ejecutados.

Victor y Minerva, los cocineros que han diseñado la carta de Instante Henri, son también muy viajeros y conocen la cultura birmana de primera mano. De ahí que muchos de los platos incluyan guiños a su gastronomía. Los hallamos en las especias y los frutos secos utilizados en el pan bao con panceta marinada; en la incorporación de aguacate braseado al ceviche birmano de atún rojo o en el dorada con crema de curry, leche de coco, citronela y lima kéfir, que aquí cocinan a la plancha sobre hoja de plátano (no envuelto). También tienen una versión del tradicional pato asado sobre pan naan, pero con coca valenciana de trigo y maíz, y con el pato confitado en salsa de tamarindo en lugar de asado. De postre probamos una torrija muy rica empapada en leche de coco y un sorbete de yuzu y lima.


En su interés por distanciarse de un restaurante al uso, la propuesta gastronómica de Instante Henri cambiará cada tres o cuatro meses, coincidiendo con la llegada de una nueva exposición, a cargo de otro artista y con una temática diferente (pero siempre viajera). Esto no implicará necesariamente la renovación radical de la carta, sino más bien la salida de unos platos y la incorporación de otros inspirados en la nueva serie fotográfica, que es la verdadera protagonista del espacio. “Para nosotros es importante que los cocineros hayan estado en el país representado en cada exposición y puedan ofrecer una interpretación sobre el mismo, así que es posible que cambiemos de chef de vez en cuando”, apuntan. 



“Esta es la primera semilla de un proyecto más ambicioso cuya misión final es la de crear un museo disperso por el mundo -afirma Federico López-. Queremos abrir otras sedes en otros países, pero que mantengan un diálogo entre sí a través de nuestra web, donde estará la información de todas las exposiciones de Instante Henri -continúa Federico-. Es como si fueran las distintas salas de una galería, pero en forma de restaurantes repartidos por el mundo”. ¿Próxima parada? Probablemente, Australia. 

Instante Henri está concebido como una galería con restaurante, no como un local de hostelería en el que el arte tiene una función puramente ornamental. Sin embargo, cuentan con un buen equipo de cocina y un espacio muy agradable para comer. Todos los platos que probamos en esta primera visita son sabrosos, están bien presentados y cumplen perfectamente su función de maridar los productos locales con la temática expositiva que acompaña la experiencia del comensal. Ojalá le den más cancha y tiempo a los cocineros para que los platos vuelen más lejos.

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