VALÈNCIA. Acostumbrado a las cálidas temperaturas del mediterráneo, al reflejo dorado del sol sobre esas aguas de Jávea o el Cabanyal que tanto le inspiraron, su nuevo hogar le debe parecer un tanto extraño. Sencillamente, algo diferente. Sin embargo, en ese contraste también hay magia. El genio valenciano Joaquín Sorolla -y compañía- desembarca en la catedral de Burgos convertido en el pilar central de una exposición que supone todo un hito para la seo y que, además, genera un atípico puente artístico entre la arquitectura gótica y la pintura valenciana de finales del siglo XIX y principios del XX.
La catedral abre una singular ventana a nuestros paisajes y tradiciones con la exposición Pintar sin miedo. Joaquín Sorolla y la Valencia de 1900, que ocupará hasta el próximo mes de marzo la nueva Sala Beato Valentín Palencia y que esta semana ha abierto sus puertas finalmente tras un primer retraso a causa de los problemas de movilidad provocados por la Dana. Y es que, precisamente, la mayor parte de los fondos que dan forma a la muestra provienen del Museu de Belles Arts de València (MuBAV), a los que se suman algunas piezas del Museo Sorolla y el Museo del Prado así como de las colecciones del Banco Sabadell y del BBVA.
“Este mirar a la realidad sin miedo es lo que caracterizó a la pintura valenciana de este periodo y lo que hizo la hizo tan antipática a ojos de Unamuno, Valle-Inclán o Azorín”, expresó el director del MuBAV y comisario de la muestra, Pablo González Tornel, durante la presentación del proyecto, un discurso en el que puso el acento en cómo ese punto de vista se enfrentó al de una “España negra” que, lejos de lo que se pueda pensar hoy, no acogió con los brazos abiertos esa mirada luminosa. Sin embargo, y aunque se tratara de una visión quizá un tanto “endulzada” de la realidad, también escondía un componente de cierta reivindicación, siendo estas imágenes “una manera de reclamar el valor de algo que temían perder”.
De esta forma, la exposición, que ha sido organizada por la Archidiócesis de Burgos y el Cabildo Metropolitano de la catedral de Burgos a través de la Fundación Consulado del Mar de Burgos, abre la puerta a una València que se cuenta a sí misma a través de sus paisajes y costumbres y, también, de sus deseos y sueños. Lo hace, además, desde un periodo “excepcional de su historia y su cultura”, no solo de la mano del universal Sorolla, también de figuras como Mariano Benlliure o Vicente Blasco Ibáñez. Precisamente este último es quien da título a la exposición, un “Pintar sin miedo” que se trata de una cita extraída de la novela La maja desnuda, en la que “define a la perfección la pintura valenciana de Entresiglos”, relata González Tornel.
La muestra supone una suerte de broche de oro no oficial a los actos del Año Sorolla, que en este otoño han salpicado la programación cultural en distintos puntos de la geografía española. La luz de Sorolla, ese brillo cegador del mediterráneo que supo captar como nadie, convive ahora con otra luz, la de una catedral de Burgos que ofrece abrigo a una quincena de piezas del autor. Entre ellas, por cierto, una conexión directa con el espacio que habita temporalmente, pues también se presentan dos cuadros que realizó de la catedral, en un viaje en el que, a pesar de ser primavera, le sorprendió la nieve, un manto blanco que permite observar la luz del pintor desde un prisma distinto.
A esta pieza se suman otras obras icónicas en las que refleja la vida rural valenciana o la intimidad del hogar, dos temas recurrentes en su fructífera trayectoria, con títulos como la Grupa valenciana, Clotilde contemplando la Venus de Milo o Labradora valenciana, un recorrido que también pasa por sus marinas y paisajes y que, en total, suma treinta y dos obras, principalmente pintura, aunque también suma alguna escultura. Con Pintar sin miedo. Joaquín Sorolla y la Valencia de 1900 se inaugura este espacio expositivo de la catedral de Burgos, un relato que tiene como eje central a Sorolla… pero no solo.
Así, aunque la muestra cuenta con el pintor de la luz como pilar, no es el único protagonista de un proyecto que, en cierta medida, se configura como un breve viaje por algunas de las piezas y figuras clave de la pintura valenciana de ese periodo, una foto de familia en la que también caben los pintores Joaquín Agrasot, José Benlliure Gil, Antonio Fillol, José Mongrell, Víctor Moya, Antonio Muñoz Degraín, Ignacio Pinazo Camarlench, Francisco Pons Arnau, Emilio Sala, Julio Vila Prades, y los escultores Mariano Benlliure y José Capuz Mamano.
De esta forma, las obras de Sorolla conviven con otras tan sugerentes como Carrera de joies de Fillol o Valenciana de Francisco Pons, en un recorrido que no solo explica la València soñada sino también enmarcada en un contexto mayor. “Paseando por esta exposición es posible ver lo que aportó València a ese ente que es España […] que es la indefinición por adición de muchas realidades”, relató González Tornel. Junto al director valenciano, la muestra se inauguró con una nutrida representación de representantes de las distintas instituciones colaboradoras, entre ellos la alcaldesa de Burgos, Cristina Ayala; el presidente de la Diputación provincial, Borja Suárez; el arzobispo de la Diócesis de Burgos, Mario Iceta; el dean de la Catedral, Félix Castro, y el presidente de la Fundación Consulado del Mar, Antonio Miguel Méndez Pozo.