La pieza dirigida por Asun Noales está basada en una pieza de Schubert y presenta un cúmulo de contrastes entre el optimismo y el pesimismo
VALÈNCIA. Hace dos siglos el compositor Franz Schubert daba vida a su Cuarteto de cuerda número 14 en re menor, más conocido como La muerte y la doncella. Su tema principal giraba en torno a la situación de una joven al borde de la muerte. Al componerla, el músico vivía preso de la sífilis, y el pesimismo y la renuncia a cualquier tipo de amor le hicieron plasmar en aquella pieza un cúmulo de emociones contradictorias que lindaban entre la vida y la muerte.
Aquel cuarteto fue adaptado al teatro en 1992 por el chileno Ariel Dorfman y posteriormente llevado al cine en 1994 por Roman Polanski. Casi tres décadas después, La muerte y la doncella vuelve a las tablas de la mano de la ilicitana Asun Noales, quien le da una nueva vuelta a aquella historia con una producción donde el debate sobre la vida y la muerte le otorgan una fuerte carga emocional.
La mort i la donzella ha sido presentada durante la mañana del viernes. Integrada en la programación del festival Dansa València, a la cita han acudido el director adjunto de artes escénicas del Institut Valencià de Cultura, Roberto García; la directora y coreógrafa de la pieza, Asun Noales; y los coreógrafos Eduardo Zúñiga y Carmela García. El espectáculo estará en el Teatro Rialto del 18 al 29 de noviembre.
La directora del espectáculo Asun Noales ha querido transmitir lo que para ella supone haber dado vida a La mort i la donzella: “Tenía muchísimas ganas de enfrentarme a este proyecto. Nos hemos basado en el lied de la pieza de Schubert, y a partir de ahí, la escenografía, la música y la coreografía se han ido trabajando desde las cualidades de cada intérprete”. Para confeccionar el cuarteto principal, Schubert se basó en un lied suyo anterior con texto de Matthias Claudius. Si algo destaca de aquel trabajo es la capacidad del compositor de saltar desde el pesimismo más absoluto (la muerte) a la certidumbre y el optimismo (la vida).
Noales ha señalado que ese ha sido precisamente su objetivo: “Eduardo representa la muerte y la oscuridad. Carmela la vida y la respiración. Hemos tratado de conjugar estos dos conceptos que pueden resultar antagónicos pero que en realidad pueden llegar a significar lo mismo”. Para ello, “ese muro” que representa la diferencia entre vida y muerte ha sido integrado por todo el equipo artístico de la obra, formado por los dos ya mencionados, así como por Alexander Espinoza, Rosanna Freda, Luis Martínez Gea, Juliette Jean y Salvador Rocher. “La mort i la doncella desvela el misterio que hay tras ese muro. En la pieza atravesamos esa puerta angosta por la que nunca queremos pasar, pero que lleva a la determinación de que la muerte forma parte de la vida”.
La pieza trata una muerte prematura e injusta, la de Carmela García. Se trata de un fenómeno trágico, pero la directora ha hecho hincapié en que, “pese a la muerte, Carmela representa la propia respiración, esa constante energía que no tiene final, aunque se acabe la vida”. Por su parte, Noales ha sido la viva representación de la muerte. “Un animal cautivo que realza las cualidades y los matices de cada uno”.
Asun Noales también ha explicado que la pandemia y el confinamiento le han servido para profundizar en la obra de una manera que difícilmente habría sido posible de otro modo. “Cuando la pieza se gestó estábamos confinados. Todo ese tiempo hizo que tuviera muchísimas ganas de crear, y ha servido para pensar bien la obra, que adquiere una sensibilidad especial tras estos meses”. Ha querido realzar el trabajo de todo el equipo artístico, que “se ha unido poco a poco, haciendo que todo encajara”. Las claves de la obra eran “muy emocionales desde un primer momento”, y cuando “las piezas se fueron colocando, me di cuenta de que la obra era como un hilo que lo tejía todo. Eso engancha. Me gustan las piezas que son como viajes, que no te sueltan. La mort i la donzella es así. Es un espectáculo muy cinematográfico”.
A nivel musical, La mort i la donzella hace una revisión del Cuarteto de Schubert. Su origen no es el cuarteto en sí mismo, sino el lied (una canción clásica breve cuya letra es un poema al que se le pone música) que el compositor hizo para piano y voz. “Digo que todo encaja porque empezamos desde ahí y todas las partes de la composición original estaban muy presentes”. Así, la voz de Zúñiga y el piano interpretado por García (con matices de música electrónica), daban a la pieza “un aire de ópera-danza muy contundente. Es una composición total”.
Carmela García también ha destacado esa conjugación de elementos en la pieza. “El equipo artístico es pequeño pero muy potente. Nos hemos sentido en casa. Y la luz –que es lo que ella misma representa, en contraposición con la oscuridad de Zúñiga- va muy en la línea de todo: la música, el vestuario, la peluquería...”. Por su parte, Zúñiga ha señalado que “durante el ensayo ha tenido libertad total para sumergirse en la búsqueda del camino de una persona hacia la muerte”. Esa es la clave de su papel, “seguir profundizando en ello es un regalo”. En la misma línea ha ido el trabajo de Asun Nogales. “Hemos seguido una gran libertad en el desarrollo de la obra. En mi caso, he estado en constante cuestionamiento en esa relación con el muro que separa a la vida y la muerte”.
El director adjunto de artes escénicas del IVC Roberto García, ha explicado durante la rueda de prensa que La mort i la donzella es una producción de especial relevancia por varios motivos. En primer lugar, “que después de haber trabajado en dos producciones de gran formato, tenía ganas de volver al mediano, más detallista, con más matices y más próximo al público”.
En segundo lugar, ha destacado que “trabajar con Asun Nogales y Gustavo Ramírez (quien finalmente dio un paso atrás en la dirección de la pieza por cuestiones de calendario) ha sido maravilloso”. Además, ha recalcado la importancia de “descentralizar el trabajo apostando por una producción generada en Elche. El talento se reparte y generas faena no solo en València”.
Por último, ha hablado de su propia implicación en el proyecto. “He sido una especie de ‘preñador’ y ‘polinizador’ del proyecto, el punto de partida. La música de Telemann Rec. partía de Schubert, y Asun ya se había enfrentado a algo similar con La Consagración de la Primavera, de Stravinski. En definitiva, hay mucho talento, además de confianza. Estoy muy orgulloso. Tengo la sensación de tener una joya entre las manos”.
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