VALÈNCIA. Hace unos días que el Museu de Belles Arts de València recibía en sus salas los fondos de Sorolla de la Colección Masaveu, la colección privada con mayor número de piezas del pintor. La muestra, que se podrá ver hasta octubre, se presentó como la “mejor exposición del centenario del fallecimiento de Joaquín Sorolla”, defendió el director de la pinacoteca, Pablo González Tornel. Pero hay más. “Esta amistad entre el Museu de Belles Arts y la Fundación María Cristina Masaveu Peterson es una amistad de largo recorrido que va a seguir dando sus frutos”, deslizaron durante la presentación de la muestra. El mensaje tenía su miga, porque ciertamente esta colaboración irá más allá de la muestra. Tal y como han acordado ambas instituciones, toda la recaudación por la venta del catálogo de la exposición, editado y realizado por la fundación, se destinará a la restauración de la obra El cabo Noval, de Antonio Muñoz Degrain.
Esta actuación se realizará en el marco de la conmemoración por el centenario de la muerte del pintor, que se celebrará en 2024, una restauración que se convertirá en una de las acciones clave del futuro Año Muñoz Degrain y que devolverá el brillo a una pieza que hace casi cuatro décadas que no sale de los almacenes de la pinacoteca valenciana. Fue en 1986, año en el que se puso en marcha la ampliación del museo con el derribo de las antiguas salas añadidas al edificio claustral original, cuando la pieza dejó las salas de exposición de la colección permanente para trasladarse a un almacén en el que ha permanecido adormecida desde entonces. Este movimiento llevó, de hecho, a varias de las piezas del autor a los almacenes de la pinacoteca, convertida a principios de siglo XX en la gran institución depositaria de su legado, tras la generosa donación realizada por el propio autor tanto al centro valenciano como al Museo de Málaga, ciudad en la que residió gran parte de su vida. El museo andaluz, por cierto, guarda el boceto de la pintura.
Si bien gran parte de los fondos han salido en los últimos días para dar forma a una sala monográfica dedicada al pintor, El cabo Noval sigue guardado a la espera de su restauración. La pintura es una de las grandes obras que el valenciano presentó a la Exposición Nacional de 1910, junto con otras tres de temática oriental, un certamen en el que consiguió la medalla de honor. El pintor valenciano apuesta en esta ocasión por una temática bélica contemporánea, un cuadro que presenta de manera heroica a Luis Noval Terros, conocido como Cabo Noval, quien recibió la Cruz de San Fernando a título póstumo tras la Guerra de Melilla. En este caso, la obra representa al militar en el centro de la composición, herido de muerte y atacado por soldados enemigos. Junto a él, caídos en el suelo, yacen dos cadáveres, mientras que Luis Noval estrangula a otro soldado que ha quedado atrapado en la alambrada.
Como curiosidad, la representación del militar en la pintura llevó a su ciudad de origen, Oviedo, a homenajear al propio Muñoz Degrain, que hoy cuenta con una calle con su nombre en el municipio. No es el único artista valenciano, por cierto, que retrató al ovetense, pues el escultor Mariano Benlliure hizo lo propio en 1912 con un monumento de bronce situado en la plaza de Oriente de Madrid. Con todo, ¿qué trabajos hay que realizar sobre la pintura de Muñoz Degrain? Lo cierto es que todavía es pronto para concretarlo. Si bien los restauradores tienen una previsión al respecto, hasta que la obra no se desenrolle y se retire el papel japonés de protección que tiene pegado no sabrán con exactitud los tratamientos que necesita la pintura para su acondicionamiento total.
La restauración del lienzo se enmarca en un Año Muñoz Degrain para el que la pinacoteca valenciana prepara una “gran exposición” de la mano del Museo de Málaga, la otra principal institución española por lo que respecta a fondos del pintor. Esta muestra mira al futuro próximo, pero el homenaje a Muñoz Degrain ya se ha adelantado en València. El Museu de Belles Arts inauguró hace apenas unas semanas una sala monográfica dedicada al creador, un espacio que sirve como espejo de aquella sala que se diseñó en 1914 en el entonces Convento del Carme tras la donación de una gran parte del legado del pintor. La pinacoteca reúne en este espacio más de una veintena de obras del maestro valenciano, fundamentalmente paisajes, una panorámica que va del realismo a lo sublime con piezas tan destacadas como Amor de madre, que representa a una mujer tratando de salvar a su hijo durante una salvaje inundación.
La inauguración de la sala se sitúa en un proceso mayor de reconfiguración de las salas del museo, que plantea la creación de distintos espacios monográficos dedicados a artistas clave en el relato del centro cultural. Hace apenas unos días, de hecho, abrirán sus puertas las dedicadas a Ignacio Pinazo y los Benlliure, una reestructuración que culminará -al menos este año- con la reapertura de la Sala Sorolla, un espacio en proceso de construcción que ya ha recibido su primera ‘estrella’, la imponente Yo soy el pan de la vida. “Esos pintores, a parte de que son relevantes, son pintores de los cuales tenemos obra suficiente como para poder hacer una narrativa biográfica. Esto permite al espectador esponjarse, salirse del discurso cronológico y hablar de conceptos con las obras de arte, conociendo la biografía de un autor o un momento histórico”, avanzó González Tornel el pasado año a este diario.